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Y corrieron, saltaron helechos y bancos, patinaron sobre la grava, con aquella cosa, pisandoles los talones, alzándose, retorciéndose, cazando. Aparecieron más látigos verdes, finos pero con pinchos supurantes.
Uno de ellos, rozó a Tizne, una herida superficial en la pierna, y aun así, cayó al suelo.
El Doctor giró, la obligó a levantarse y la instó a seguir corriendo.
-Es algún tipo de veneno paralizante. Dejadme - dijo Tizne cayendo al suelo de nuevo.
-No - contestó el Doctor furioso.
-Sólo os retrasaría. Os daré tiempo.
El Doctor la miró impotente, los zarcillos seguían multiplicándose, como arena en el desierto;una maraña ocultaba hasta el sol. Con gesto serio asintió una vez. Tizne se armó con una rama gruesa.
-Tenías razón en una cosa, soy buena con las plantas - dijo ella a modo de despedida.
Ámbar no quería dejarla allí, pero el Doctor tiraba de ella, implacable.
Armada con el palo, Tizne daba golpes al aire, de vez en cuando, acertaba a algún tentáculo,más por su densidad que por otra cosa.
Cada vez que alguno le rozaba, por poco que fuera, se extendia el veneno paralizante. Sus movimientos se fueron haciendo lentos y pesados.
Cayó al suelo, casi inerte.
Lo último que vió, fue un zarcillo grueso como un árbol, acercarse y abrirse en dos, con segmentos carnosos, como una planta carnívora. Un tentáculo rosado fustigando el espacio abierto, en parodia de una lengua. Se enrolló en sus piernas, el contacto era repulsivo;no podía soltarse. La arrastró hacia la boca monstruosa. No pudo evitarlo, gritó.
Ámbar y el Doctor seguían corriendo, abriéndose paso entre la maleza hasta toparse con un muro de piedra.
Allí, las lianas no osaban aventurarse, así que tuvieron un respiro.
Recorrieron bastante tramo de muro, una sección se abrió, revelando el interior de un laberinto.
-Vamos, alguien está detrás de todo esto, y va a responder ante mi - dijo el Doctor furioso.
Sacó el destornillador sónico  para iluminar el camino. Con el sonido zumbante, aparecieron una legión de insectos.
-Son enormes - comentó Ámbar impresionada.
-Alguien esta jugando con la genética, por lo que veo - dijo el Doctor nada contento.
-Pero, ¿qué hacen todos aquí?
-Supongo que les dan miedo la cosa esa verde. Es evidente que es carnívora.
Para distraer a Ámbar, el Doctor comenzó a hablar:
-Lo que me intriga es la composición de la planta que encontramos. Es un 75% vegetal, eso lo sé;pero el otro 25%,sabía a odio e ira.
-Eso no son sabores - dijo Ámbar.
-Para mi, sí. Amargo y picante, en tu pobre espectro de sabores - explicó el Doctor tomándole el pelo.
-¡Oye! - exclamó la chica un poco indignada.
El laberinto seguía, intrincado, piedra a piedra, con su desnudez fría e insensible.
Caminaron durante kilómetros, adentrándose cada vez más. A cada paso, aumentaban los cascotes, piedras sueltas y demás. Partes del muro se caían a pedazos.
-Cuidado con eso - dijo el Doctor, esquivando unos trozos de piedra.
-Doctor...
-¿Hmmm?
Ámbar lo esperaba en una esquina.
-Deberías ver esto.

Muerte VerdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora