❧ 43,800 horas más tarde ☙

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Eran las nueve y punto cuando el tailandés abrió los ojos a causa de un terrible frío que sentía

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Eran las nueve y punto cuando el tailandés abrió los ojos a causa de un terrible frío que sentía. Estiró sus brazos mientras se sentaba en la cama. Jinyoung no estaba a su lado, razón por la cual se sentía tan incomodo en la cama. Después de tantos años durmiendo a su lado le costaba conciliar el sueño sin su presencia.

—No puedo dormir, hace frío. —Susurró Kunpimook en un bostezo mientras se abrazándose a sí mismo. Jinyoung estaba frente a ventana con una taza de café humeante en su mano y un libro de fotografías bajo el brazo.

—Ven a ver esto. —Llamó Jinyoung en calma, sin despegar la mirada de la ventana. El tailandés se levantó refunfuñando y reclamando lo mucho que detestaba quedarse en la cama solo, más cuando se trataba de la época de invierno. Jinyoung le rodeó en sus brazos, intentando darle un poco de su calor y le ofreció de su café matutino. — Mira que belleza.

Kunpimook se alzó de puntillas intentando ver por encima de la alta ventana y una sonrisa adornó su hermoso rostro. Jinyoung despeinó los cabellos del ahora rubio chico, en los últimos años cambió su estilo de cabello varias veces. El rubio platinado era uno de sus favoritos, le hacía ver más joven y animado.

La ventana mostraba la hermosa ciudad francesa cubierta por una espesa capa de nieve, la torre Eiffel cubierta de nieve a penas se distinguía a pocos kilómetros del apartamento que ahora compartían en una zona lujosa. —Tienes razón, Jinyoung... —Susurró, buscando el calor en su pecho y el café.

—¿Crees que hoy tendremos clientes? Hace mucho frío afuera... —Mencionó Jinyoung en voz baja.

El tailandés asintió sin pensarlo mucho. —Yo opino que sí... El ambiente es perfecto para quienes quieren huir de la nieve. —Quiero dormir un rato más, es temprano aún. —Señaló el tailandés regresando a la cómoda cama con intenciones de dormir durante un par de horas más. Jinyoung no tardó en acompañarle, abrazando la delgada figura en un dulce gesto que hizo al menor sonreír.

Su nariz rozaba levemente en la zona de su nuca, y entre besos y mimos arrullaba a su pareja hasta que quedó dormido nuevamente. Él adoraba las mañanas, porque podía admirar la belleza de Kunpimook mientras este dormía, le daba besos en su mejilla y le apretaba contra él. No quería soltarle nunca.

 No quería soltarle nunca

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Una noche en París ; jinbamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora