Arrepentimiento

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"Dazai, me voy."

El castaño levantó la vista del libro que estaba leyendo después de casi una hora de ignorar a Chūya. Lo había escuchado hacer demasiado ruido mientras guardaba cosas en una maleta, lo cual significaba que este quería que le prestará atención, sin embargo él había optado por enfocarse en su Guía del Suicidio.

"Pensé que habías abandonado las misiones fuera de Yokohama" dijo mientras se daba cuenta de la gran cantidad de maletas que el otro tenía a su lado.

"No es eso Dazai, yo-"

"¿Te vas con Kouyou? Enviame un mensaje cuando vuelvas" y sin mostrar más interés, volvió su vista al libro que ya se sabía de memoria.

Si Dazai lo hubiese mirado de nuevo, podría haber visto la mueca de decepción, furia y dolor que mostró Chūya, pero ni siquiera se giró cuando escuchó la puerta cerrarse. Ya volvería, después de todo, Chūya lo amaba.

Tres semanas habían pasado ya desde que el pelirrojo se había marchado y Dazai apenas comenzaba a notar la ausencia. Era verdad que salía desde muy temprano rumbo a la agencia (aunque no precisamente a trabajar) y llegaba ya muy entrada la noche, pero al menos siempre había comida esperándolo en el horno y un Chūya dispuesto a abrazarle, sin embargo, eso ya no estaba.

Los domingos eran los días en que más tiempo en casa pasaba, por lo que después de lavar la ropa y limpiar un poco el departamento se sentía bastante agotado y aburrido en igual manera. Extrañaba a Chūya un poco, él siempre hacía las tareas de la casa y le daba material para burlarse.

Tomo el teléfono y marco el número agendado como "Babosa💕", necesitaba que el enano volviera cuanto antes, pues por algo habían decidido vivir juntos. Un tono, dos tonos, tres tonos, pero nadie respondía. Fue hasta la quinta llamada que se dignaron a responder.

"Dazai, ¿necesitas algo?" preguntó Chūya con una voz molesta.

"Ah, sí, me estaba preguntando cuándo volverías" Dazai decidió revelar su intención desde el inicio. "Entiendo que por ser un enano te haya tomado tanto tiempo llegar, pero ya es hora de volver, Chibikko"

"Dazai, no voy a volver."

El tiempo se detuvo para el castaño, algo estaba mal, debía ser algún malentendido.

"No... ¿No vas a volver? ¿Nos estamos mudando de casa? Quieres que yo-"

"Se ha terminado, Dazai" fue lo último que escuchó decir a Chūya y después el silencio de la línea. El tiempo parecía haberse detenido y no lo entendía, no entendía qué estaba pasando. Sentía algo pesado en el pecho, sentía que algo quemaba dentro de él y como las lágrimas estaban a punto de salir. Su mente, por primera vez en mucho tiempo, se había quedado completamente en blanco.

Esa noche, así como las siguientes, no pudo dormir hasta bien entrada la madrugada.

Después de recuperarse del shock de aquella llamada, lo primero que Dazai hizo fue buscarle en casa de todos los conocidos de Chūya en la Port Mafia, descubriendo que el pelirrojo había tomado una misión en el extranjero y que únicamente Mori sabía en dónde se encontraba, pero este no le dijo ni una palabra.

El castaño trato de comunicarse con él por todos los medios posibles, pero era como si se lo hubiera tragado la tierra, nadie le daba una pista de su paradero y mucho menos le ayudaba a comunicarse con él. Chūya había dejado de existir en su vida.

Cómo cada noche, a Dazai únicamente le quedaba abrazar la almohada que pertenecía al más bajito así como su sombrero. Jamás imaginó que aquel objeto del que tanto se burló y del que trató de deshacerse incontables veces se convertiría en uno de sus preciados tesoros.

Tres años transcurrieron desde la última vez que hablo con Chūya. Tres largos años en los que cada noche se atormentaba recordando que incluso cuando el de ojos azules hizo lo imposible para llamar su atención, él simplemente lo ignoro para pasar más tiempo con Ango y Odasaku, o para entretenerse con cualquier tontería.
Tener tiempo libre para Dazai se convirtió en una tortura, puesto que sus pensamientos viajaban a todas esas veces de dejó solo a Chūya, que lo abandonó, que se burló de él y que lo rechazó.

Si pudiese retroceder el tiempo, está vez se encargaría de hacerle saber cuánto le amaba, lo llevaría a todas esas absurdas fiestas a las que le encantaba ir, bailaría con él hasta que se cansara, le llevaría flores y aquellos chocolates con vino que tanto disfrutaba, le dedicaría cada segundo de su vida y le haría saber que no había nadie más en el universo que pudiera hacer feliz a Dazai como Chūya lo hacía... Si tuviese aunque sea una oportunidad...

La alianza que la Port Mafia y la Agencia Armada de Detectives seguía en pie, por lo que no le sorprendió cuando una mañana llegó la invitación a una cena para celebrar el regreso de uno de sus ejecutivos después de una larga misión. Estaba seguro que era Chūya el que volvía y aprovecharía la oportunidad.

El día de la cena, Dazai se vistió con sus mejores ropas e incluso las combinó de modo que hicieran juego con el sombrero, ¡Chūya se llevaría una grata sorpresa de verlo usándolo! Rápidamente salió de su casa para ver a Akutagawa y Atsushi esperándolo.

"Dazai-san, no debería ir a ese cena, no es un buen lugar para usted." Akutagawa usualmente no interfería en sus planes, todo el tiempo era un 'sí Dazai-san, sí Dazai-san' pero esta vez parecía muy empeñado.

"Eh~ pero si es del Chibi de quien hablamos, por supuesto que tengo que estar ahí." Tan pronto como terminó la frase, esquivó a sus dos aprendices para subirse al auto y esperar que lo llevaran al salón donde se llevaría a cabo el evento.

Ambos chicos se veían bastante incómodos con la situación, Dazai presentía que algo no andaba bien, pero se convenció a sí mismo de que mientras Chūya estuviese bien, podría volver con él.

Dazai jamás pensó que le dolería tanto volver a ver a Chūya. El Petit Mafia se veía bastante bien, estaba más alegre, más risueño, se veía completamente feliz, y eso le sentaba muy bien. Chūya se veía tan hermoso como el día en que comenzaron a salir.

Chūya se veía tan perfecto que dolía. Le dolía saber que el pelirrojo ahora se mostraba feliz por alguien más, que a quien dedicaba sus sonrisas y miradas cargadas de amor ya no era él, sino a un extraño sujeto con ojos violetas que le correspondía. Dolía inmensamente ver qué Chūya ya no portaba el anillo que él le había entregado, sino que ahora en su dedo se encontraba una sortija que hacía juego con el de aquel extraño.

Chūya ya no era suyo. Ya no reiría con él. Ya no bailaría con él. Ya no le amaría a él.

Porque toda la esperanza que Dazai había guardado durante los tres años que sobrevivió sin el pelirrojo, había quedado hecha añicos cuando vio a su precioso Chūya besar a alguien que no era él.

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