Omegaverse [Parte única]

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Había, probablemente, doscientas personas en aquella exposición de arte al aire libre, entre ellas, la mitad betas, un tercio omegas, y solo una sexta parte de los presentes, alfas

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Había, probablemente, doscientas personas en aquella exposición de arte al aire libre, entre ellas, la mitad betas, un tercio omegas, y solo una sexta parte de los presentes, alfas. Como Win.

Para ser pintor, no era un requisito pertenecer a cierta jerarquía, ni dependía de cuánto dinero tuvieses en el banco (o en la cartera), mucho menos, tenía que ver con lo que creías; el arte podía ser creada por cualquiera que tuviese un corazón dispuesto a expresarse.

Aunque la mayoría de pintores reconocidos en Tailandia, eran omegas.

Muchos argumentaban que se debía a su sensibilidad innata, que ellos tenían un don especial, una capacidad que los dotaba de un sexto sentido que les hacía perfectos para plasmar en un lienzo emociones y situaciones.

Tal vez por ello Win Metawin destacaba, por ser un alfa con un enorme talento para el arte, sus cuadros desde que estudiaba en la universidad, habían despertado interés y asombro. Sus obras transmitían complejos sentimientos que ni un escritor experto sería capaz de interpretar en palabras. Uno no podía pasar de largo ante un cuadro de Win, había una fuerza poderosa que te hacía girar la cabeza y detenerte para contemplar su creación.

Aunque debía aclararse, todavía era un novato, no tenía ni cinco años en aquel mundo enigmático del arte. Por ello, que le invitaran a participar en una prestigiosa exposición, donde sus cuadros estarían junto a otros de artistas de gran renombre, le despertaba una satisfacción incomparable. Las ganancias de ese día serían donadas a varias fundaciones, y Win no podía estar más feliz de contribuir a una buena causa.

Ese día en especial se había esmerado en su atuendo, llevaba una camisa blanca de cuello americano, un elegante chaleco de cuadros de lana, una americana de tweed gris azulado a juego con un pantalón de un tono azul más fuerte, y por supuesto, unos zapatos de ante marrón.

Se sentía bien consigo mismo, lucía estupendo, nada podía salir mal.

La tarde transcurrió con él hablando con varios colegas y paseándose por el bonito parque en el que el evento se estaba llevando a cabo; admiró las pinturas, hizo un par de comentarios elogiándolos y disfrutó, en general, del ambiente en el que tenía la oportunidad de desenvolverse, no todo el tiempo podía dialogar de arte con música clásica de fondo. Era como el paraíso para Win.

Podría decirse que todo iba perfecto hasta que detectó un aroma peculiar. Arrugando la nariz y, sin ser consciente, deformando su expresión alegre a sombría, escuchó pasos tras su espalda e intentó relajarse sin éxito.

Como había mencionado antes, una sexta parte de los presentes eran alfas, una minoría a comparación de omegas y betas, y con la altura de Metawin, un metro con ochenta y cinco centímetros, era imposible esconderse para pasar desapercibido en ese instante en que más lo deseaba.

No tuvo más remedio que forzar las comisuras de sus labios a estirarse y girar con un gesto amable que no alcanzaba sus ojos cuando uno de sus mentores se acercó para que saludara al recién llegado.

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