Escritos inspirados en la serie 2gether: The Series (basada en el libro "Because We Are Together", de la autora JittiRain) y en los actores Bright Vachirawit y Win Metawin.
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La música que salía de los altoparlantes no encajaba con el lugar, con exactitud, no era la mejor opción para una tienda de cómics. Tampoco lo hacía el chico detrás del mostrador.
Unas botas de cuero apoyadas en la vitrina, unas piernas largas y esbeltas enfundadas en unos light wash jeans, una clásica playera negra con el nombre estampado de algún grupo de rock. Las uñas pintadas de un rojo escarlata, varias perforaciones visibles y un tatuaje que se le asomaba por el cuello.
Su aspecto era solo la premisa, la actitud de aquel tipo rozaba lo hostil, con una ceja enarcada y una mueca en los labios que aconsejaba que te marcharas, era lo que provocaba que los clientes que solían pasar horas allí después de la escuela o el trabajo, se marcharan en cuanto encontraban lo deseado.
Bright no estaba ahí por voluntad propia. Su abuelo lo había obligado a encargarse del negocio de su tío tras no encontrar una mejor forma de castigarlo. Lo único que le podía aplaudir es que cada vez se ponía más creativo. Ya que encerrarlo en casa era tan efectivo como prohibirle mirar televisión. ¿Quién veía televisión en esa época?
Claramente no era un joven ejemplar, se había graduado de secundaria superior con esfuerzo, cubriendo apenas el mínimo de asistencia, y tras dos años de aquello, no tenía planeado perder su tiempo en una carrera universitaria, ya que confiaba en que algún productor reconocería el talento que poseía para la música. Tocaba en bares y de vez en cuando, participaba en eventos donde sabía, podía atraer el interés de las personas correctas. Aquel ambiente viciado con frecuencia lo metía en problemas. Era como un imán para ellos. No le agradaba a los chicos y las chicas le tenían miedo. Tenía pocos amigos, los podía contar con los dedos de una mano, e igual, no era muy unido a ellos.
No le interesaba nada más que salir de casa de sus abuelos y de aquel pueblo que detestaba desde aquel día que recibió su primera paliza por su aspecto peculiar.
En ese preciso instante, lo que más odiaba era aquel sitio que le hacía sentir acorralado, como prisionero en un lugar repleto de sujetos que se creían mejor que el resto por interesarse en dibujitos sangrientos.
Cuando la campanilla sonó, anunciando la presencia de un nuevo cliente, ni siquiera hizo el intento de echarle un vistazo. Regularmente solían mirar y marcharse, esperaba que fuera el caso.
Un carraspeo crispó sus nervios.
—¿Disculpa? —escuchó una voz suave y amable.
Despegó sus orbes de la pantalla del celular y se encontró con un chico que parecía acaba de terminar una sesión de fotos de una marca prestigiosa. Su cabello oscuro perfectamente arreglado, a simple vista, podría confundirse con un idol.