Es el 1 de enero del 2000 en la vieja Roma. Promedia el medio día y un monje se halla rezando en la Iglesia de Santa Inés, en la Plaza Navona. De repente, un monaguillo interrumpe las oraciones del monje.
—Padre, él ya llegó —dice el joven muchacho.
—Llévalo a la oficina episcopal.
Se persigna varias veces y se levanta. Es un hombre viejo, su rostro transmite la difícil vida que tuvo que llevar. ¿Quién es él? Nada más y nada menos que un Cardenal del Vaticano. Salió de la Santa Sede en busca de algo de privacidad, tiene un asunto muy importante que tratar con una visita no menos importante.
Toma rumbo a la oficina, suspira e ingresa al recinto. Otro monje, con la cabeza y rostro cubiertos por la capucha de su sotana, estaba esperándolo. El monaguillo lo miraba lleno de curiosidad.
—Gracias Filipo, puedes regresar a tus labores —despide el Cardenal a su monaguillo. El joven muchacho se retira sin quitar la vista del misterioso visitante y cierra la puerta—, disculpa la poca prudencia de Filipo, es un buen chico.
—Así lo creo —responde el encapuchado, ambos hablan en latín, pero el recién llegado tiene un dejo francés al hablar.
—Te hice venir con mucha premura, amigo Aldrick —se disculpa el Cardenal.
—La situación amerita esa premura —la voz del encapuchado es áspera, casi tenebrosa.
—En fin, seré directo —suspira y sirve un vaso de coñac, ofrece un poco a la visita, él niega con la cabeza—. Ya estás enterado de la situación, me imagino.
—La estuve observando.
—Tal y como se profetizó, el fin acaba de empezar. 1999 fue nuestro último año.
—Era cuestión de tiempo, esperábamos este día.
—Así es, y nuestro momento de entrar al campo de operaciones ha llegado —bebe un sorbo de su copa—. Escucha, te cité acá porque los espías del Vaticano no me dejan un segundo de respiro. Si el Papa se entera...
—El Papa jamás se enterará —interrumpe el encapuchado, habla más como un soldado que como un sacerdote.
—Eso espero —suspira el Cardenal—. Las huestes de Satanás han empezado a trabajar con mucho apuro últimamente. Las estrellas se movieron, eso significa que los Centinelas ya reencarnaron en esta era —el encapuchado traga saliva, parece ansioso—. Es irónico, todo acabará exactamente donde empezó: en América.
—Eso significa que llegó mi hora de entrar en acción.
—Así es, viejo amigo. Acá tengo todo lo que necesitas: VISA, pasaporte, dinero y toda la documentación —dice sacando un estuche de uno de los cajones de su escritorio—. Provisionalmente, te recibirán en el Claustro de Santo Domingo de La Paz, de allí deberás tomar rumbo a la Ciudadela de Erks
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El Arco De Artemisa© - Primer Episodio, Prefacios de Batalla
Teen FictionApasionante novela, prolífica en cuanto a género y estéticamente bien lograda. De corte adolescente, la historia empieza con la vida normal de un muchacho de 12 años y su entorno escolar, la cual va mutando lentamente hacia una realidad paralela lle...