23. La Plegaria...

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Debo partir, es tiempo de irme

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Debo partir, es tiempo de irme. Debo partir hacia donde las nubes son solo un sueño. En el cielo, detrás de una estrella, en lo alto vuelo silencioso... es sencillo.

Yulia Savicheva, Vysoko.

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Ese sonido tan característico de la emergencia y el miedo taladraba mis oídos. Era el sonido de la sirena de la ambulancia que gritaba, desesperada, que alguien se estaba muriendo. Ahí estaba yo, consternada y cansada al límite humano con Rodrigo agonizado a mi lado y los paramédicos que trataban de mantenerlo con vida. Un paramédico me pedía que me calmara, que mi familia debiera estar ya en camino. Sostuve fuertemente la mano de Rodrigo, tratando de comerme mi dolor. Una máscara de oxígeno cubría su rostro, estaba muy frío.

En cuanto llegamos, varios médicos y enfermeras aparecieron y nos sacaron de la ambulancia. Gabriel y Rocío habían llegado solo unos segundos antes. Seguí por los pasillos al lado de Rodrigo hasta que unas enfermeras trataron de llevarme a otro lado. Rocío y yo imploramos y luchamos para que nos permitan estar cerca. Así, mientras luchábamos con las enfermeras, un caos tremendo empezó en la sala de emergencias.

—Lo estamos perdiendo —dijo una enfermera, sentí que mi corazón se detuvo.

El personal médico que nos impedía el paso acudió de inmediato, dejándonos el camino libre.

—Hay que ponerle sangre a este chico, se nos está yendo —dijo alguien, muy alarmado.

—¡No puedo parar la hemorragia!, ¡doctor!

—Hay que estabilizarlo. ¡Dónde está el maldito plasma que pedí! —reclamaba un médico, muy alterado.

—¡Se nos va! —decía una enfermera, sumamente angustiada.

Rocío se arrodilló en el piso, temblando, yo estaba a punto de desmayarme de nuevo, era Rodrigo el que se moría.

—¡Un, dos, tres, cuatro! —un médico empezó a hacerle masaje cardíaco— un, dos, tres, cuatro.

—No hay pulso, doctor.

—¡No, no vamos a perder a este niño! —el médico estaba histérico— un, dos, tres, cuatro.

—Doctor, ya no podemos hacer nada —no sabía si desmayarme o gritar, no podía ser cierto.

—Oh Dios —una enfermera se lamentaba, casi llorando. Me arrodillé en el piso, Rocío me abrazó.

—Di..., ahora estará bien —me dijo Rocío con una asombrosa cara de resignación.

—Alguien haga el informe del deceso —decía el médico que trataba de salvar a Rodrigo.

No podía ser cierto, no podían rendirse aún. Debían salvarlo, se repondría, él es muy fuerte. Los médicos son buenos, podrían salvarlo. Además, Rodrigo no debe morirse todavía. El otro día quedamos en ensayar juntos para el festival de piano. Teníamos muchos planes para el fin de semana así que no pudo haberse ido. Me están queriendo gastar una broma muy pesada, no es gracioso, para nada. Seguro se están equivocando. No, debe ser un sueño, aún he despertado. Él acaba de cumplir 13 años. Había prometido llevarme al cine. Seguro solo duermo. Nada de esto es real, es una pesadilla, me voy a despertar en cualquier momento. ¡Todo es un horrible sueño! ¡Despiértenme ahora! 

El Arco De Artemisa© - Primer Episodio, Prefacios de BatallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora