13. Sueños...

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Esculpes realidades en cera, llegará el fuego y derretirá tu realidad. Es tu misión congelar el fuego. Recuerda que solo el Símbolo del Origen marcado en la piedra puede vencer al tiempo. Solo la fría piedra puede revelar el engaño. La Diosa te ha favorecido, lucharás como un verdadero lobo de piedra y harás temblar a las Potencias de la Materia con tus aullidos de guerra a la Luna. ¡Alcanza el Honor!...

Rit Halcón de Piedra, Epicus Tabula.

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Lunes 21 de junio, los días que pasaron fueron muy extraños, como una especie de mal sueño o un presagio de amenazas titánicas.

Llovía a cántaros, algo poco común en invierno. Me cobijé bajo el toldo de un kiosco junto a Diana a quien tomaba de la mano. Se podía respirar un ligero y húmedo aire que entraba a nuestros pulmones, oxigenando cada parte de nuestro organismo. La lluvia me traía algo de nostalgia, pero también una infinita felicidad. Gabriel y Rocío, junto a nosotros, se quejaban de la tormenta.

Durante los últimos días he vivido los momentos más felices de mi vida, Diana me ha dado una alegría que creí imposible. Cada día la comprendo más, la amo más. Estamos tan unidos que nadie podría originar desconfianza entre nosotros, no existe nada que pueda arruinar el maravilloso romance entre ella y yo.

La lluvia no había cesado hace un buen rato. El cabello de Diana, mojado, se pegaba a su rostro en una visión verdaderamente celestial. En verdad jamás seré capaz de explicar su magia con las palabras correctas, me falta vocabulario. Su mirada trascendía en el tiempo como un cuadro increado, expuesto en una galería de arte inaccesible para cualquier humano. En ese uniforme de escuela, con su blusa blanca, su chompa verde y su falda ploma a tablas, se enaltecía su belleza recordándome que es real y no solo un sueño. Su contorno se realzaba con la ropa mojada, una figura cuidadosamente dibujada por la generosa naturaleza que no escatimó en detalles para hacerla. El perfume frutal de su piel se acentuaba en el petricor del ambiente; casi podía saborear ese olor.

Las nubes empezaron a dispersarse y salió el sol, un hermoso arco iris se proyectaba por el horizonte. Gabriel y Rocío se habían ido mientras llovía. Caminábamos acompañados de Sergio hacia la plaza San Martín cuando una fuerte punzada afligió mi pecho, era como si algo me estuviera quemando las entrañas. Una visión muy fugaz se proyectó en mis ojos; parecía La Paz, pero estaba llena de soldados, tanques y aviones que combatían como en una guerra. Lo más extraño era que en esa visión también habían ángeles y demonios combatiendo. La visión solo duró segundos, pero fue nítida.

—Rodri, Rodri —Diana me sacudía un poco— ¿Estás bien? —la miré de reojo.

—Sí, sí, fue un mareo, es todo.

—Este chango pero —intervino Sergio—, eso pasa por hacernos madrugar tan temprano para ir a clases.

De nuevo, una penetrante punzada lastimó mi pecho.

—Rodri, chiquito. ¡Qué te pasa! —preguntaba Diana, alarmada.

Un ruido agudo, como el zumbido de miles de abejas, me perforó los oídos, y entonces volví a alucinar. Miré hacia la calle que va al Puente de las Américas y un gigante remolino de fuego parecía venir hacia nosotros. Estaba entumecido, quería gritar del horror, pero mi voz se ahogó. Apenas y podía escuchar la voz de mi novia y mis amigos preguntándome qué me pasaba. De repente, todo pasó y caí sentado en media calle.

—Papito, vamos al médico —me pidió Diana, muy angustiada, Sergio me miraba.

—No fue nada —afirmé, tratando de calmarlos.

El Arco De Artemisa© - Primer Episodio, Prefacios de BatallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora