Apasionante novela, prolífica en cuanto a género y estéticamente bien lograda. De corte adolescente, la historia empieza con la vida normal de un muchacho de 12 años y su entorno escolar, la cual va mutando lentamente hacia una realidad paralela lle...
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"Lluvia sin fin, días de alegría, días de tristeza, despacio pasan a través de mí; cuando intento sostenerte, tú desapareces ante mis ojos. Es que eres simplemente una ilusión. Cuando despierto, siento que mis lágrimas se han secado en las arenas del sueño; ahora soy como una rosa que florece en el desierto"
Yoshiki Hayashi, Endless Rain - X Japan
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Rodrigo finalmente fue dado de alta. Tardó casi diez días más que Gabriel en recuperarse. Tuvo un recibimiento de héroe en el colegio, aunque se ha matenido callado. No era para menos, yo estuve ahí cuando le dieron el diagnóstico que acabó con lo poco de ilusiones que abrigaba en su corazón. Las secuelas de la maldad serían permanentes
El día que mi novio salió de la clínica sentí una oleada de optimismo. Pedí a Rocío y Gabriel que me acompañen, pero, al parecer, tenían algo importante programado. Al menos desde que todo pasó, ambos han empezado a entenderse mejor. Hace solo unas semanas estábamos peleando por tonterías; pero, luego de lo que sucedió en aquel callejón, esas peleas parecen insignificantes, Gabriel dejó todo recentimiento atrás.
Ni bien llegué a la clínica, comencé a bromear para hacer reír a Rodrigo. Tenía una rutina para levantarle el ánimo, incluso llevé una nariz de payaso, creo que funcionó un poco. La mejor forma de ganarle a las lágrimas, es enseñándoles a reír, y yo soy doctora en risas.
Mientras trataba de animar a Rodrigo, su mamá ingresó acompañada de un médico. Tenía el rostro bastante amable, aunque lucía un poco preocupado. Revisó a Rodrigo, él estaba nervioso, su mamá le sonreía. Luego hizo algunas anotaciones y empezó a explicar su condición de salud. Dijo que llegó muy herido a la clínica, tuvieron que operarlo para suturar su herida en el estómago. Afirmó que Rodrigo había sufrido un paro cardiaco al llegar a la sala de emergencias y resaltó su aferro a la vida. ¡Claro que regresó a la vida!, mi príncipe volvió de la muerte, volvió por mí. Pero al llegar al diagnóstico de su mano izquierda todo se convirtió en una marea de angustia. El médico dijo que el cuchillo que le atravesó la mano había lastimado sus huesos y sus nervios; quizás Rodrigo no podría volver a moverla, y aún si lo hiciera, le dolería mucho. La única luz de esperanza estaba en un tratamiento que el médico recetó, esperando que la mano lastimada reaccione, aunque, aún así, no volvería a ser la misma. Jamás podría volver a tocar el piano.
Cuando el doctor se fue, Rodrigo se quedó con la mirada en el vacío. Su rostro aún no podía cambiar su expresión de asombro, le temblaban los labios. Casi inexpresivo, varias lágrimas empezaban a desbordarse de sus ojos, murmurando recuerdos de conciertos, el piano, la piscina, una vida maravillosa y hermosa. Su mamá lo abrazó, diciendo que haría todo lo posible para que se recupere. Rodrigo lloraba en sus brazos, como un niño pequeño, asustado, desvalido. Yo sostuve su diestra, tratando de ahogar un agudo sentimiento de culpa. ¿Acaso no había nada que pudiera hacer?