5. El vendedor y la Zanahoria.

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— ¡Pff! —bufó Janice notablemente aburrida, estaba en una esquina del patio, había llegado temprano y estaba sola. Con su mochila a un lado, abrazando sus rodillas, esperando a que alguien pudiera sacarla de su soledad. Ni Jordan ni Hellen, ni Monroe ni Orlando. No había nadie que ella conociera lo suficiente.

— ¿No te aburres? —preguntó una voz de repente, volteó y observó un cabello rojizo y un par de ojos del color del cielo. Sin duda era Joseph.

— ¡Joseph! —exclamó alegre, agradecida por que al fin tendría alguien con quien hablar, de inmediato se puso de pie.

— ¿Y eso?

— ¡Ah! Llegué temprano porque mi papá me trajo.

—Yo no me refería a eso, ¿Qué escondes entre las manos? —replicó Joseph colocando una sonrisa y tratando de arrebatarle a Janice lo que fuera que trajese.

— ¡Quítate! —gritó poniendo su mano en la cara de Joseph para que no se acercara.

—Ya, está bien. Sólo dime qué es —pidió riendo mientras quitaba la mano de Janice.

—Un cuaderno.

—Creo que eso ya lo sabía, quiero saber que dice ese cuaderno —dijo intrigado ante la respuesta híper-lógica.

—Letras.

— ¿Qué dicen esas letras?

—Palabras.

— ¿Y qué más?

—Párrafos.

— ¡Ya préstamelo! —dijo perdiendo la paciencia y mucho más intrigado comenzando a discutir “amistosamente”.

Un par de manos blancas detuvo a los chicos. —Par de enanos —dijo Orlando viéndolos desde arriba, casi con superioridad. — ¿¡Qué!? —reclamaron los otros 2, molestos y apartando a Orlando, sintiéndose ofendidos por haber sido llamados “enanos”.

Con la conmoción que se formaba Monroe aprovechó para escabullirse estratégicamente y quitarle la libreta a Janice. Desde el inicio de clases la llevaba y todos los días, aún entre clases, escribía algo. Lo cual hacia que Monroe  lo clasificara como “sospechoso”, le interesaba mucho saber el contenido pero cada vez que le pedía la libreta Janice negaba e inventaba una excusa repentina y poco convincente.

— ¡Lo logré! —Monroe elevó triunfante el cuaderno entre sus manos.

— ¡NOOOOOOO! —Gritó como si estuvieran a punto de torturarla, atrayendo la atención de todos los que pasaban por esa esquina excepto del Prof. Ton quien lucía malhumorado—.  Monroe ¡Devuélvemelo! —su voz era energética y extendió la mano.

— ¡NO! —respondió estrechando el cuaderno rojo contra su pecho.

— ¡Dáaameloo!

Mejor me voy, huelo el peligro.  Pensó Joseph despidiéndose con una sonrisa nerviosa y huyendo lo más rápido que podía. Suspiraba sin saber por qué, suponía que por aburrición o algo similar. En su camino, mientras pensaba en cosas tontas y sin sentido, chocó con otro chico, que andaba corriendo.

Al chocar ambos cayeron al suelo y las cajas que cargaba salieron disparadas por el aire, aterrizando en lugares dispersos.

—Vaya, lo siento —se disculpó el otro chico, Joseph al escuchar la voz abrió los ojos de golpe. La reconoció, era Mark, uno de sus compañeros de salón. Familiarizado por ser uno de los bromistas, además de ser conocido como “vendedor”, ya que ofrecía galletas en su salón, probablemente las cajas que habían caído eran de dicho producto—. ¿No te puedes parar? —le preguntó recogiendo una de las cajas viendo que Joseph aun lo contemplaba desde el suelo.

Venus Christy (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora