Capítulo 30: La tinta de mi destino

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Libro; Ojitos Violeta

Año 2048 – 150 días antes

POV SALOMÉ

Dicen que somos lo que nuestros recuerdos dictan, experiencias que nos convierten en seres con capacidad de raciocinio para reflexionar antes de convertirnos en un ser creado solo para el daño propio y ajeno.

Nuestra niñez define lo que seremos en la adultez y los recuerdos nos mantienen sumergidos en un camino donde las enseñanzas generan decisiones para un presente, reconozco que no todos tienen la suerte de tener una niñez tranquila y lo llamo suerte porque lastimosamente nadie tiene el poder de decidir en qué lugar y familia nacer.

No hace falta ser adivino, ni tener capacidades sobrenaturales para entender que la sociedad se deteriora un poco más cada día, los noticieros mencionan una tragedia nueva cada hora, los periódicos registran los hechos más crueles contra niños indefensos que solo deberían sonreír y jugar.

¿Difícil?, por supuesto, la vida no es fácil.

Soy una de esas mujeres que tuvo suerte, mi camino estaba marcado por la desgracia de nacer en una familia con cadenas de muerte. Mis padres biológicos conocían la muerte y el dinero como felicidad, su vida giraba en el placer de provocar dolor regocijándose en los gritos de los más débiles.

La historia de mis padres biológicos fue un tema que rondo mi cabeza por varios años hasta que decidí enterrarlos como un paso a mi sanación personal, pero es necesario que aclare completamente mi punto de vista y les hable de ellos.

Macarena Gabe, mi madre biológica fue una mujer que solo conoció el odio cómo vida, aunque tuvo una niñez privilegiada y con amor, el dinero enveneno su corazón hasta convertirla en una de las mujeres más poderosas en el mundo del narcotráfico. El destino decidió mostrarle a Macarena una vida distinta al conocer a mi madre Daniela, pero para ese momento ya no había tiempo y una enfermedad sucumbió su vida.

Frank Dialu, mi padre biológico fue un hombre que sufrió desde muy temprana edad, su niñez fue sumergida en la sumisión y la oscuridad de los golpes, vio morir a su madre, la única persona que lo protegía falleció frente a él siendo tan solo un pequeño niño, desde ese momento su vida tuvo una transformación terrorífica desarrollando un trastorno mental. Un hombre lleno de odio que solo ofreció odio a quienes lo rodeaban, murió siendo una de las personas que más deteste.

El día en que lo conocí despedazo una parte de mi vida al llevarse más de lo que pude retener.

Así que sí, soy una suertuda. La tinta de mi destino fue misericordiosa marcando un camino distinto para mí, permitiéndome nacer en un pequeño hogar donde el amor de mi madre y mi abuela nunca falto.

Es inevitable que en mi rostro se marque una sonrisa al recordar mi niñez. Esos momentos en los que mi madre me enseñaba a montar en una bicicleta y minutos después mi abuela estaba curando mis heridas con besos y una taza de chocolate caliente con malvaviscos.

El dolor de mi primer desamor fue sustituido por el amor que esas dos mujeres inculcaron en mí, sus brazos sanaron no solo mis heridas físicas, sino también cada una de las heridas internas.

Reconozco que mi niñez y adolescencia nunca estuvo llena de comodidades económicas, pero que importa el dinero cuando pesé a las dificultades siempre obtenía un cálido beso en mis mejillas y susurros llenos de amor antes de dormir.

Gracias, abuela Mafe.

Gracias, mami Daniela.

Me brindaron una de las mejores etapas de mi vida.

Ojitos Violeta (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora