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NdA: aquí estamos, otro sábado más C: Sinceramente, me lo he pasado genial escribiendo este capítulo. El siguiente tocaría el sábado 18; ese día tengo un examen importante, así que aunque voy a intentar subirlo como siempre, es posible que esté molida (me conozco) y lo haga el domingo 19.

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Kaigaku no había cambiado mucho desde la última vez que Inosuke lo había visto

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Kaigaku no había cambiado mucho desde la última vez que Inosuke lo había visto.

Había crecido unos pocos centímetros durante los dos años que había pasado fuera. Estaría por cumplir los veinte, si es que no lo había hecho ya (a Inosuke no se le daba bien recordar las fechas, y menos si eran relativas a gente que le caía mal). Por su edad, era presumible que había alcanzado el tope de su estatura. Siempre había sido un muchacho alto: Inosuke calculaba que sobrepasaba con holgura el metro ochenta. Conservaba indemne el porte desgarbado que doblaba su figura, y también aquel corte de pelo que parecía hecho a machetazos. Recordó la noche en la que se había levantado a por agua y Jigoro lo había confundido con él.

Había dicho que sus ojos eran diferentes, y tenía razón.

Los de Inosuke poseían el brillo característico de las esmeraldas y de los pantanos eutrofizados (que era como se denominaba al resultado de un exceso del crecimiento de algas verdes y cianobacterias en la superficie del agua, favorecido por un aumento de nutrientes, como el nitrógeno y el fosfato).

En cambio, los de Kaigaku eran como dos témpanos de hielo: turquesas y fríos. Iba vestido con unos pantalones negros rasgados a la altura de las rodillas, unas Vans que seguramente eran de imitación (Inosuke recordaba que aquel tipo era de los que no perdonaba ni un yen, y ni amenazándolo era posible hacer que se rascara el bolsillo) y un jersey blanco cuya capucha sobresalía bajo una biker de cuero.

—¿De dónde vienes? —le dio por preguntar, extrañado ante el exceso de ropa (lo cual era sin duda el detalle más banal de toda su aparición, pero por algún sitio había que empezar)—. ¿Por qué has vuelto?

Kaigaku se encogió de hombros con languidez.

—A ti te lo voy a decir —su sonrisa altiva había desaparecido. Escudriñaba a Zenitsu con aire calculador—. ¿Qué le pasa a este?

—A ti te lo voy a decir —replicó Inosuke con mordacidad, devolviéndole la jugada.

Tanjirou percibía la tensión que empañaba la atmósfera. Podía cortarse con un cuchillo: olía a pólvora. Si alguien encendiera una cerilla seguramente los cuatro saldrían volando por los aires. Zenitsu, que había perdido la capacidad de hablar, entreabrió la boca varias veces, pero no logró articular sonido alguno. Finalmente, dos lágrimas nuevas y silenciosas le recorrieron las mejillas a velocidades dispares. Inosuke nunca lo había visto tan abatido.

High School Sweethearts (InoTan: AU escolar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora