La denominación de ladrón la llego a escuchar casi todas las semanas, podría decir que casi todos los días, pero algunas veces no llegan a ver mis fechorías. Justo ahora, estoy a punto de robar un libro que se llama "Calculo Avanzado", escuché que era la única copia que había en esta ciudad... En realidad lo necesitaba más que nadie.
—¡Devuélveme el libro ladrón! —se escuchó.
Corrí tan rápido como pude, rosando los hombros de muchas personas, traspasando la vista hacia mi refugio, agitando mis pulmones constantemente hasta mi desahogo. Me alejo rápido de todos ellos, arriesgando mi libertad por conocimiento, resucitando así el sueño de mi vida.
Mi casa, si es posible llamarla así, está en las afueras de la ciudad; separadas por aproximadamente kilómetro y medio... los habitantes no se atreven a cruzar su frontera, y aunque no es mi intención, lejos de ellos vivo. Es pequeña, semejante a una cabaña, hecha de palos y pedazos grandes de hojalata, apoyada en un gran y fuerte árbol, ubicado en la falda de un cerro. Es el árbol perfecto, ayudándome siempre a equilibrar mi casa.
Desde que nací viví aquí. Aún recuerdo el rostro de mis padres, parecíamos ser los únicos en todas estas tierras. Ellos me contaron que sus padres, y los padres de sus padres también vivían aquí, hasta que el país al que pertenezco usó estos extensos campos para una serie de guerras. Nunca supieron la existencia de ellos; absolutamente todo quedó destruido, salvo el gran árbol donde ahora se apoya mi casa. En dichas guerras usaron diversas armas químicas, y algunos de esos males cayeron sobre mis abuelos, y luego a mis padres. Pasaron los años, y tres años antes de que naciera la democracia en mi país, junto con sus aliados, trataron de sanar todas las tierras afectadas; pues estaba en sus planes convertirlas en tierras agrícolas.
Mi papá murió primero; luego mi madre, apenas cuando tenía ocho años. Gracias a no sé qué, no logré portar ninguna de esas enfermedades que ellos llevaban, salvo una, denominada por mí: "Clavos". Fueron muchas noches en las cuales parecía ser controlado, miraba y caminaba sin mi autorización, perdiendo absolutamente el control.
La verdad no sé si es una enfermedad, solo sé que siento que me causa un severo daño. ¡Son como fuertes clavos! Filudos, largos, duros y pesados; penetrando mi cerebro y, todo mi sistema óseo hasta obtener el control. Llevo catorce años de mi vida con este mal, y parece ser que nunca acabará.
Faltaba poco para anochecer. No tengo electricidad ni tampoco combustible para obtener luz; solo puedo ver gracias al Sol. Luego de que este se oculte, ya todo se acababa. Al este miraba siempre, a la ciudad; además la posición en donde me encontraba me ayudaba a divisar la llegada de la oscuridad, contemplando los infinitos puntos amarillos, combinándose extrañamente entre ellos, pidiendo que los siga mirando, llamándome a vivir junto a ellos, hipnotizándome fácilmente a su casi infinita vida... hasta que al final se apagan gracias al amanecer.
Mi mamá siempre me decía: "Tienes que comer un buen desayuno para que puedas tener fuerzas todo el día". Justo ahora no tengo mucho que comer, apenas unos cuantos panes que robé no más de dos días.
La mayoría de las noches, antes de las doce, camino por las calles de la ciudad, buscando botellas de plástico y de vidrio, cartón y algunas latas; las recolecto y luego las vendo a tempranas horas a una empresa que se encarga de reciclar; no gano mucho dinero, pero tengo lo suficiente para tomar un buen desayuno. Aunque cuando llega la hora del almuerzo, ya no me queda nada para gastar.
—Les echo de menos papá y mamá —dije, mirando al cielo, tratando de formar sus rostros en mi mente.
Pasaron dos largos años y mi ciudad se convirtió en la primera exportadora de tubérculos del mundo; todo el exterior de la ciudad estaba llena de sembríos, y existían tubérculos de toda clase, su propósito fue erradicar la pobreza de este país, y primero comenzaron con esta ciudad, ahora solo se preocupan en exportarlo todo y tener cada vez más sus bolcillos llenos.
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Por un sueño
FantasyEl premio alcanzado es el mismo, pero el sueño en cada uno es diferente; los problemas existen y se repiten, pero el humano protagonista los afrontará de diferente manera.