8. CAMARADERÍA

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El almuerzo se había extendido más tiempo de lo usual y eran casi las cinco de la tarde.

—¿Qué plan tienes para ahora?

—¡Sorpréndeme una vez más! Has demostrado ser mejor planificador de viajes que yo.

—Estos días el sol se ha puesto cerca de las seis y media. Vayamos a alguno de los puentes a ver el atardecer —alejándose un poco de la muchedumbre, le extendió la mano para aparecerse.

Una vez en el centro de la ciudad, caminaron unas cuadras hasta el Puente Alexandre III. Draco mencionó que en París había más de treinta puentes que atravesaban el río Sena a lo largo de trece kilómetros y cada uno con su propia historia, pero que ese era su favorito por su arquitectura, sus cuatro monumentales columnas, treinta y dos faroles y los pegasos de bronce dorado. Hermione pensó que no podía ser de otra manera. Era probablemente el puente más elegante y lujoso de París. Algunas cosas no cambiarían jamás. Elegancia iba con elegancia.

Desde donde estaban, se podían apreciar importantes monumentos de la ciudad y después disfrutaron de un hermoso atardecer. El agua del río Sena se había teñido de un brillante color naranja a juego con el cielo. Luego de la puesta del sol, Draco sugirió hacer un paseo en barco por el río, desde donde podrían tener la perspectiva nocturna de París.

 Luego de la puesta del sol, Draco sugirió hacer un paseo en barco por el río, desde donde podrían tener la perspectiva nocturna de París

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Hermione jamás hubiera imaginado que su sábado iba a ser tan provechoso, pero, sobre todo, con tan excelente compañía. En menos de veinticuatro horas su opinión sobre Draco Malfoy había dado un giro de ciento ochenta grados y este Draco le gustaba mucho. Constantemente se preguntaba qué diría Harry cuando le contara sobre su viaje, y decidió que a Ron no le comentaría nada. El joven Weasley era un hueso duro de roer. Se podía decir que su rivalidad rayaba en el odio. Harry era más comprensible y sabía que vería como algo muy positivo el cambio de Draco. Ronald simplemente no aceptaría siquiera la mención del apellido Malfoy en una conversación, a no ser que fuera para insultarlo a él, a sus antepasados hasta la primera generación, y a toda su futura descendencia.

Hermione estaba empezando a desear que el día no terminara, pero posterior al crucero, su cuerpo empezaba a resentirse. Habían almorzado tarde y abundante pero aún así, Draco insistió en hacer una cena liviana en algún pequeño café de la avenida Champs-Élysées. Draco no había permitido que Hermione pagara su desayuno y almuerzo, así que la condición para cenar juntos era que ella pagaría, sino, se iría directo a su hotel, el cual era desconocido para él, ya que no había tenido la confianza suficiente para preguntarle dónde se hospedaba.

—¿Sales con alguien? —pero inmediatamente se había arrepentido de hacer la pregunta. ¿Por qué esperaba que ella respondiera a eso si ni siquiera eran amigos?—. Perdón, no quise...

—No —interrumpió luego de unos segundos de duda debido a que la había tomado por sorpresa—. No salgo con nadie desde que Ron y yo decidimos dejarlo, unos meses después de terminar la guerra.

—¿En serio, Granger, Weasley y tú? —indagó con asombro; ella se ruborizó.

—Desde cuarto año había algo —confesó—. Creo que acepté ir con Viktor al baile de ese año sólo para demostrarle a Ronald que había otros que sí me veían como una chica a la que quisieran lucir orgullosos de su brazo. Pero eso no mejoró la tensión que existía entre nosotros... luego se complicó más cuando él empezó a salir con Lavender Brown, no sé si la recuerdas —Draco asintió; era imposible no recordar a ese par de siameses pegados de su boca todo el día—, pero el siguiente año, durante el tiempo que convivimos los tres, hubo un vínculo que nos unió, y que creímos, era amor...

—Te recuerdo con Krum en el baile... estabas muy hermosa esa noche. Nos sorprendiste a todos —reconoció en un arrebato de sinceridad.

—Oh no, Malfoy, tú no, por favor —negó incrédula—; no es necesario que mientas para quedar bien conmigo, menos ahora después de tantos años.

—No miento, Granger. Te recuerdo que ya no soy así. Soy completamente honesto al decir que mejoraste mucho en esa época. Recuerdo que para el baile tus dientes frontales ya tenían un tamaño normal, tu cabello brillaba a pesar de llevarlo recogido, y aquel vestido azul lavanda te sentaba muy bien. Me dejaste sin saber qué decir cuando te vi pasar; Pansy también se quedó boquiabierta y puedo asegurarte que lograr eso es toda una hazaña —agregó divertido.

—Gracias —murmuró complacida. Sus mejillas no podían estar más rojas y calientes.

—¿Por qué no Potter? —cambió de tema—. Siempre creí que terminarían juntos.

—No podría —negó decidida—. Harry y yo nos sentimos como hermanos. En cambio, con Ron hubo un tipo de conexión distinta desde el principio. Pero al final coincidimos que lo nuestro era más una costumbre de estar juntos que amor verdadero. Ellos son muy importantes en mi vida: amigos leales, apoyo incondicional, camaradería... nos protegemos entre los tres. O más bien, tienden a sobreprotegerme. Pero no me molesta; me gusta que me cuiden. Harry sale con Ginny y disfruta mucho su profesión de auror. Ronald sale con Luna y desde hace dos años está trabajando con George en Sortilegios Weasley, luego de un tiempo como auror también. George no ha podido superar la muerte de Fred, pero Ron ha sido de gran ayuda para su hermano y poco a poco he visto que vuelve a ser el de antes. Ha sido duro para todos, pero igual que tú, hemos tratado de salir adelante, cada uno a su manera.

—Muy cierto. Curioso las vueltas que da la vida. Gracias a Merlín, todo lo malo quedó atrás —suspiró.

—Se ha hecho muy tarde...

—Por supuesto —se levantó apresuradamente y ella lo siguió. Las horas a su lado volaban—. Debes estar exhausta. Déjame acompañarte a tu hotel.

—No es necesario, me apareceré desde acá. Muchas gracias, Malfoy, por este día tan bonito. Sé que no hubiera sido igual sin ti.

—¡Claro que no! —bromeó con fingida arrogancia—, conmigo todo es mejor —le guiñó un ojo.

Habían compartido tantas emociones desde la cena de la noche anterior, que no sabían cómo despedirse. No eran amigos, pero no eran desconocidos; habían abierto sus corazones, sobre todo él, y se sentían cómodos el uno con el otro, sobre todo comparado con su relación de años atrás. Estaban en la acera, uno frente al otro, y se podía palpar el nerviosismo de ambos en el aire. Hermione sintió sus mejillas arder por unos segundos e intentaba buscar las mejores palabras para agradecer nuevamente pero cuando iba a hablar, Draco se le adelantó.

—¿Puedo invitarte nuevamente a desayunar mañana? —estaba muy nervioso al preguntar—. A menos que hayas tenido suficiente de Draco Malfoy por el fin de semana...

—Prometiste hacer algo para entrar a la Sala Oval —le recordó.

—Y la propuesta se mantiene. La sede Richelieu, si no me equivoco, los domingos sólo la abren en la tarde, creo que después de la una. Puedes levantarte tarde, nos encontramos para desayunar y luego vamos para allá con algunos bocadillos, así aprovechas más el tiempo en la biblioteca. Y en la noche cenamos en un buen lugar, así te compenso la sencilla cena de hoy. ¿Qué te parece?

—¡Me gusta el plan! De todos modos, hay que comer y por qué hacerlo cada uno por su lado si podemos hacernos compañía.

—¡Exacto! —asintió emocionado—. Te mando mi lechuza con la dirección.

Draco estaba pensando en invitarla a su apartamento, pero... ¿ella aceptaría? Se dijo que prefería recibir una negativa por carta que personalmente, así que decidió esperar a llegar a su casa para hacerle la propuesta.

Fin de semana en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora