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Sorrento despertó de a pocos. Intentó moverse, pero su cuerpo seguía adormecido. No podía ver y, luego de un pequeño ataque de pánico, descubrió que tenía los ojos cubiertos por una pesada venda. Le tomó un tiempo recordar donde se encontraba y el sonido de una voz cercana confirmó sus temores.

Toto, sé que estás despierto. —

El demente de su amo, le acarició el pecho desnudo y con los dedos subió por su garganta. El sonido metálico de la correa enganchándose a su collar hizo que el corazón se le acelerara

—Arriba. 

Un tirón suave para que se diera prisa. Sorrento se puso en cuatro patas lo más pronto que pudo, pero aún sintiéndose adormecido.

Tin Man lo condujo…, a quien sabe dónde. Con los ojos cubiertos, solo podía confiar en sus demás sentidos. Sus rodillas desnudas percibieron el frío de losetas, la suavidad de la madera y luego la textura de una alfombra. Cuando se detuvieron pudo oír el sonido de una puerta abrirse y el murmullo de voces escapando. 

Dejó que su amo lo guiara por aquel ambiente desconocido, en medio de la bulla y un tenue aroma a licor. Su nariz le indicó además la presencia de cuero, pero sin duda era el calzado de Tin Man. Las voces los recibieron animadas y el cachorro tuvo deseos de salir corriendo.

—Sentado —

ordenó la voz de Tin Man, firme y demandante.

Sorrento obedeció depositando las caderas sobre el piso alfombrado y manos enguantadas, frente a sus rodillas. Al sentarse sobre sus piernas, se le escapó un quejido que el bozal ahogó. Tenía puesta una cola distinta a la usual, no era de goma, sino que era peluda y al sentir su textura tuvo miedo de que fuera de un perro real.

—¡Toto, saluda! —

fue la siguiente orden.

El cachorro levantó ambos brazos y los sostuvo sobre su pecho como lo haría un perro de verdad. Uno ciego y asustado; cabizbajo y temblando al lado de la pierna de su amo.

—Hasta que por fin nos dejas ver a tu cachorro, Tin Man. Pensé que nos estabas engañando —

bromeó una voz parecida a la de Müller.

Por un momento pensó que podía ser él y sintió más miedo. No, no podía ser Müller, imposible. Su amo jamás lo invitaría, no se llevaban bien.

—¿Acaso tengo razones para mentir? —

fue la réplica de Tin Man y las risas no se hicieron esperar

—No me gusta alardear, como otros bien saben. A pesar de que no me faltan motivos.

Tin Man, tú eres un presumido, entre otras cosas —

continuó con tono de broma

—Ese, tu nuevo cachorro, se ve tímido. Pólux le va a quitar la timidez.

—Tu mascota tiene modales tan pobres como su amo —

le dijo Tin Man

— Thanatos, hazme el favor de alejar a esa bestia de mi presencia. Yo soy el anfitrión aquí y tengo todo preparado. Lyon se va a encargar de que Toto entre en confianza. ¡Lyon!

Las palabras de Tin Man le helaron la sangre. Regresó a su posición, sentado, sin pedir permiso y a punto de emprender la fuga. Escuchó a alguien, o de repente era algo, moverse a su alrededor. Su amo estaba a su lado, podía sentir su pierna en contacto con su hombro. Lyon, quien quiera que fuese, lo que sea que fuese, se posicionó frente a él respirando pesado.

La noche que cambio todo☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora