Imprudente

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Yoali

Al levantarme este día, las nubes ya avisaban que iba a ser un día difícil. Primero una llamada de John, nunca son buenas noticias si él llama tan temprano, luego otra llamada esta vez de las fuerzas armadas: ¨Tenemos información de aquellos vendedores que buscabas¨. Ni siquiera tiempo de almorzar me habían dado y ya me tenían de un lado para otro me cae de veras.

Mande a fregar a John, con la excusa de trabajar y me fui a las oficinas de las fuerzas armadas, tengo acceso directo a las oficinas del Capitán Ignacio Morales. Este hombre me había entrenado hace años y era de las pocas personas que saben de mí, de lo que soy y de lo que soy capaz.

-Buenas tardes Señor.-Saludo colocando mi mano derecha en posición horizontal contra mi corazón.

-Yoali, muchacho lamento llamarte para estas cosas.- El Capitán Ignacio me da un asentimiento con la cabeza, y me señala la silla frente a su escritorio.- Muchacho tengo a todos siguiendo a los sembradores que me advertiste la semana pasada.- Se quita la gorra y la coloca en el escritorio.- Estoy falto de personal, bueno solo para las pequeñas partes problemáticas de la ciudad.- Pasa sus dedos sobre su cabello lleno de canas.

-No se preocupe Señor para eso estoy.-No es gran cosa la verdad, me toma menos de una hora llegar a la ciudad y las calles problemáticas suelen estar solitarias por estar en ruinas. Lo que las hace lugares perfectos para que las personas sin hogar se alojen en ellas. Y lo más molesto de todo, los vendedores de drogas.

-Muchacho, necesito que los traigas directamente a las salas de interrogatorio, si conseguimos que delaten el lugar de donde obtienen la mercancía, seremos capases de neutralizar la venta de droga en la ciudad.- Seria una de las ultimas de las que me tendría que hacer cargo, por fin después de tantos años.

-Entendido Señor.- Asiento y estoy a punto de pedir permiso para retirarme pero el Capitán continúa.

-Hijo, sé que te ha tocado encargarte de las cuentas pendientes del el Patrón.- Para por un momento y solo asiento.- Nos tienes contigo para esto muchacho, así que no te presiones.-

-Gracias Señor, lo sé muy bien y lo agradezco de verdad.- Me levanto y hago un ademan para irme.

Cinco años de entrenamiento táctico y militar, participar en las redadas y misiones de la fuerza armada, solo un poco más y por fin mi territorio será un lugar pacifico. Pero ahora solo es cuestión de traer a dos fulanos.

Me acerco a lo que suele ser mi cubículo y tomo la información que se encuentra en una carpeta, la dirección, un par de fotos. Algo me suena familiar, he estado en la calles que aparecen en las fotos, bueno no es de extrañar, he dado tantas vueltas por la ciudad que literalmente conozco cada una de ellas. Me acerco a los vestidores, toco con mi palma una de las sombras en la esquina de la habitación y me hundo en la oscuridad. No siento como mi cuerpo cambia cuando me fundo con la nada, pero sé que quiero ir a un lugar, así que dejo que mi instinto me lleve. Poco después la luz me inunda y mis ojos de nuevo se abren para mirar los edificios caídos, las calles llenas de escombros y las pocas personas que se exaltan por mi aparición repentina.

-Buenas tardes.-Saludo con la mano y me dirijo hacia la calle de las fotos, según la información se les encuentra regularmente en las tardes de 3:00 a las 5:00, no están acompañados y por las fotos puedo saber que no están armados.

No he llegado ni a la esquina de la calle pero una angustia comienza a invadir mi pecho. Mi respiración se vuelve entre cortada sin siquiera hacer corrido. Al llegar, la escena me hace apretar los dientes. Los dos sujetos se encuentran en el fondo de la calle, su atención se fija en algo en el suelo. Mi cuerpo comienza a moverse solo, aprieto los puños en mi costado y me digo a mi mismo que debo calmarme: ¨Tu temperamento chamaco, aprende a controlarlo¨. Escucho el regaño del Patrón en mi cabeza y disminuyo mi paso.

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