Gulf regresó poco ilusionado a su departamento. Esa mañana no encontró ninguna respuesta de parte de Mew en la ventana; se sintió tonto al haber escrito aquello, tal vez con un «Estoy listo» hubiera bastado, quizá sus palabras eran demasiado intensas y había logrado asustarlo.
Cruzó la puerta, pero no fue hasta que estuvo en la cocina que encendió la luz de la misma, de pronto sentía una vergüenza enorme y no estaba listo para enfrentar al chico. No quería encontrarlo sentado en el sofá solo para corroborar cómo había sido olímpicamente ignorado.
Buscó la compañía de su gato el cual no dejaba de caminar hacia el salón para cerrar el día con su habitual rutina. Gulf lo siguió y se dirigió a la entrada encendiendo la luz y sustituyó el silencio poniendo su canción favorita en el tocadiscos. Hizo a Ju bailar en el aire deshaciéndose de las ideas que lo atormentaban; el baile era lo único que lo hacía sentir vivo y esa dosis de adrenalina era lo que necesitaba en el momento. Sin embargo, no se dio cuenta de que mientras bailaban alguien los observaba con devoción.
Cuando la canción terminó fingió ser ovacionado por personas invisibles, agradecía al público en su escalera mientras levantaba rosas imaginarias del piso y se fingía conmovido. Extrañaba estar frente al público recibiendo toda esa buena energía. Siguió agradeciendo a todos sus muebles y cuando tuvo que girar hacia el tocadiscos quedó pasmado, en el edificio de enfrente su vecino se deshacía en aplausos y vitoreos, seguido a eso alzaba en el aire una hoja con el número diez escrito en ella.
Un nuevo sentimiento le llenó el pecho, no estaba seguro de reconocerlo, pero era una emoción abrumadora que inundaba todos sus sentidos. Ni en su mejor actuación se sintió tan admirado.
Rápidamente Mew escribió sobre otra hoja y la sostuvo contra el cristal de la ventana para que Gulf la leyera: «Casi pareces profesional». Ese «casi» ofendía plenamente los años de experiencia y esfuerzo que cargaba en su espalda. Gulf frunció el ceño demostrando su inconformidad por lo que Mew escribió nuevamente sobre la misma hoja y volvió a mostrársela, esta vez una raya horizontal atravesaba las palabras «casi» y «pareces». En la nueva oración se leía: «Lo siento, bailas mejor que un profesional».
Esa oración logró conmover su corazón. No era que se hubiera ofendido realmente con su observación anterior. Sabía de su gran capacidad, además su nombre aparecía en la lista de los mejores bailarines del continente; era la intención del chico de hacerle notar su admiración lo que le llegaba al corazón.
Una tercera hoja apareció en escena y con ella Gulf pudo sentir aquellas mariposas de las que tantas películas y libros románticos hablaban. Era una simple oración, dos palabras y tal vez un contexto diferente al que Gulf imaginaba, pero se había ilusionado. El chico de enfrente se estaba metiendo poco a poco en su corazón y no estaba dispuesto a hacer nada para evitarlo.
Al ver la falta de reacción de Gulf, Mew agitó el libro en el aire señalando la hoja que aún estaba suspendida frente a la ventana, y entonces entendió que ese «sigamos juntos» que estaba escrito en ella, se refería a la lectura que tenían pendiente.
Buscó su libro y se puso cómodo en el sofá. Desde su lugar podía observarlo plenamente y sus ojos se regocijaban en su esplendor. Aquel era el chico más interesante que había conocido nunca. Lo sentía tan cerca a pesar de que nunca habían estado juntos en la misma habitación y, aunque tampoco conocía el timbre de su voz, podía jurar que cada palabra que brotara de esa garganta se sentiría justo como una caricia.
Día tras día acudían a una cita no pactada con la esperanza de que el otro llegara también. Cada vez sus interacciones eran más familiares. Gulf se sentía cómodo bailando frente a él como su único publico, y en algunas ocasiones lo animaba a imitar sus movimientos, a lo que Mew respondía encantado. Hacía su mejor esfuerzo para arrancar una sonrisa de los labios de Gulf.
La lectura y la música se fusionaron en una sola actividad. Mew le pedía a Gulf la lista de canciones que escucharía durante la lectura y las reproducía en su departamento; así se dieron cuenta de que también compartían gustos musicales. Era un solo ambiente, un momento especial que era capaz de desaparecer los muros y la avenida que los separaba, se sentía tan íntimo que era imposible no involucrarse un poco más.
Gulf comenzaba a amar su nueva rutina, once días habían pasado con once capítulos leídos. Se habían encontrado cada noche sin falta. No estaba seguro de qué haría después de llegar al capítulo final de ese libro, lo único que sabía era que no dejaría que esa conexión que estaban estableciendo se perdiera.
Una de esas noches al terminar su lectura algo cambió. Generalmente se despedían agitando una mano y las luces se apagaban, había una especie de límite invisible que ninguno de los dos se atrevía a cruzar. Las miradas eran directas, sus sonrisas más amplias, algo estaba naciendo ambos lo sabían, pero ninguno estaba dispuesto a asumirlo, al menos no en voz alta. Esta vez la despedida de Mew no fue lo que Gulf esperaba.
En lugar de agitar su mano, el chico tomó una hoja y después de vacilar un poco, terminó uniéndola al cristal de la ventana con un poco de cinta adhesiva. Después de eso agitó su mano y salió del salón. Los ojos curiosos de Gulf se posaron en aquella hoja donde estaba escrito: «Buenas noches, pequeño». Se emocionó como un niño recibiendo regalo doble de Santa Claus, en su corazón era navidad en pleno verano. Ese chico le daba a su vida calidez y lo hacía sentir especial.
Escribió un mensaje de vuelta: «Dulces sueños, chico lindo», y con los ojos llenos de futuro se fue a la cama.
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El chico de enfrente
FanfictionCon un extraño baile atrapó su atención, y con mensajes en la ventana le robaron el corazón. *Prohibida la copia, reproducción o adaptación de este libro. *Contenido LGBT+