02. Estrellas en tus ojos

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Un cielo repleto de estrellas le dio la bienvenida a su hogar. A pesar del cansancio que tenía encima se sentía sumamente dichoso, el ensayo había salido mucho mejor de lo que todos esperaban, y eso solo significaba que el día que abriera el telón por primera vez la obra sería todo un éxito. Sus ilusiones brillaban casi tanto como aquellas estrellas.

Sostuvo al gato en sus brazos y se sentó sobre el piso de madera frente al ventanal, decidió no encender luz alguna para poder admirar ese bello paisaje en su total esplendor. Tomó algunas fotografías y pronto se dio cuenta de que ninguna de ellas reflejaba lo asombroso de los astros y se rindió en su misión, guardaría esa imagen en su memoria.

Estaba tan perdido en el espacio que no notó cuando la luz del departamento de enfrente fue encendida, sino fue hasta que su gato comenzó a mirar con curiosidad en esa dirección, que se percató de que aquella habitación estaba completamente iluminada y podía ver como una figura masculina se paseaba por todo el salón. Por fin tendría vecinos.

Su atención dio paso a la curiosidad. Era obvio que el nuevo vecino no había notado su presencia, por lo que podía ver cómo se movía con total libertad adueñándose del lugar. Cargaba cajas de un lado a otro, arrastraba los muebles por el piso para buscar su mejor ángulo y Gulf sintió pena por los vecinos que vivían debajo de él, eso no lo haría acreedor a un pastel de bienvenida.

Su estómago sonó haciéndole notar que la curiosidad no es alimento, y debía dirigirse a la cocina si su intención era no morir de inanición a causa del nuevo vecino. Se puso de pie y caminó hasta la entrada donde presionó un botón que hizo que todo el departamento se iluminara con una luz tenue y cálida.

Mientras regresaba sobre sus pasos con la intención de encender el tocadiscos, se percató de que aquella figura masculina estaba estática frente a la ventana observando su departamento. Gulf había puesto mucho empeño en la decoración: sus muebles iban desde el azul, hasta el morado, pasando por el verde y el café haciéndolos resaltar con paredes escandalosamente blancas, y de ellas colgaban pinturas, retratos y paisajes; la mayoría eran de artistas no reconocidos, aunque no por eso eran de menor calidad.

Él sabía lo mucho que puede costar que un trabajo sea valorado, así que apoyaba a los nuevos talentos dándoles una oportunidad, como alguna vez lo hicieron con él.

Todo su esfuerzo y dinero invertidos estaban siendo por fin apreciados por alguien que no era su gato, los ojos del vecino bailaban curiosos por el departamento observando cada rincón sin autorización, pero eso era lo que menos le importaba.

Gulf dibujó una delicada sonrisa en su rostro y alzo la mano a la altura de su cara en forma de saludo, el chico de enfrente imitó el gesto añadiendo un ligero balanceo de su mano de un lado a otro y se alejó repentinamente. Tal vez eso de que un vecino puede llegar a ser tu cómplice y amigo solo pasaba en las películas.

Le restó importancia al asunto y como cada noche dejó que la música inundara sus oídos y sus pies se llenaron de vida. El felino se acercó hasta él y se sentó mirándolo fijamente. Su baile nocturno se había vuelto una rutina para el pequeño gato y ahora le exigía una pieza, la que Gulf como todo un caballero le solicitó inclinándose un poco hacia adelante y ofreciendo su mano.

-Me concederías esta pieza, adorable Ju -pronuncio con galantería y alzó al gatito en sus brazos.

Puso al felino contra su pecho y tomados de las manos comenzaron a danzar con la gracia que lo caracterizaba, ese día había sido adulado y lo llenaron de cumplidos por sus exquisitos movimientos, eso subió su ánimo. Le alegraba que reconocieran el esfuerzo y las horas extra de práctica.

El crescendo de aquella melodía lo hizo aumentar la velocidad de sus giros, y con eso solo logró marear al pobre gatito, que al detenerse seguía moviendo los ojos de un lado a otro. Lo abrazó con ternura proporcionándole estabilidad para que se recuperara más rápido, y cuando miró hacia el frente, ahí estaba otra vez.

El vecino nuevo con una sonrisa que abarcaba toda su cara mientras aplaudía fervorosamente, había estado observando todo su baile y, aunque Gulf estaba acostumbrado a que miles lo miraran bailar, sus ojos le provocaban un sentimiento diferente y extraño, de pronto se sintió algo avergonzado.

También encontró graciosa la situación, seguramente el chico nuevo se estaba preguntando con qué clase de trastorno estaba diagnosticado Gulf. Éste le devolvió la sonrisa e hizo una reverencia de agradecimiento sosteniendo un vestido imaginario.

En ese momento el chico miró su celular y se alejó de la ventana nuevamente sin despedirse, movimiento que Gulf imitó y salió hacia la cocina.

Antes de ir a dormir tomó una hoja de papel y un marcador con el que escribió su nombre, con letras lo bastante grandes como para que fueran vistas a la distancia. Pegó aquella hoja al cristal con ayuda de un pedazo de cinta adhesiva y se marchó escaleras arriba. Durmió con una sonrisa en los labios sin saber exactamente el motivo, lo único que había sido diferente en su día era el chico de enfrente.

Con los primeros rayos del sol saltó de la cama listo para un nuevo día, había despertado con bastante energía y no podía esperar a llegar a la academia para sacarla a través de sus movimientos.

Bajó la escalera y sus ojos se posaron directamente sobre la ventana del vecino en la cual un rectángulo blanco resaltaba. Apuró sus pasos hasta estar todo lo cerca que podía de aquel papel y su rostro se iluminó cuando leyó el nombre del chico ahí. Ahora sabía que se llamaba Mew.


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El chico de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora