09. Una simple casualidad

2.5K 423 121
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Otro domingo había llegado. Para mala suerte de Gulf la academia se encontraba cerrada esos días, por lo que tendría que buscar alguna actividad que lo mantuviera alejado, aunque nada llamaba su atención por el momento. El exceso de prácticas que tuvo toda la semana comenzaba a ser manifestado por su cuerpo, la carga extra de trabajo se traducía en cansancio y poca energía para hacer algo más que respirar o caminar al baño.

Movió el sofá de lugar a un punto en el que no tuviera acceso a la vista del apartamento de enfrente y se recostó sobre él. Todas las mañanas se daba cuenta de que una hoja nueva había sido añadida al cristal, ignoraba lo que decían pues no tenía el valor de acercarse y ser descubierto. Esa mañana ya sumaban siete.

La lectura del libro también se suspendió y no le apetecía terminar de leerlo solo, así que le hizo un espacio en su librero y lo enterró ahí. Tal vez algún día podría terminar de leerlo. Se planteaba seriamente la idea de comprar cortinas oscuras y gruesas, solo para tener un poco de intimidad, ya que no podía bailar en su salón por miedo a encontrarse con una escena no apta para todo público del otro lado de la ventana.

Estaba perdiendo poco a poco lo que tanta felicidad le había dado.

El sonido de su estomago le recordó que no había ingerido alimento en todo el día y el reloj ya marcaba las seis menos quince de la tarde, con lentitud y arrastrando los pies se dirigió a la cocina, al abrir la nevera se encontró con botellas de agua y una solitaria manzana. Esa semana no había ido de compras y, aunque no estaba dispuesto a cocinar algo muy elaborado, no se conformaba con la fruta.

Abrió el refrigerador un par de veces más con la esperanza de encontrar algo diferente, y cada vez que lo hacía la manzana se volvía menos apetitosa. Resignado puso agua al fuego para preparar una nada saludable sopa instantánea y mientras ésta hervía regreso al sofá en el que se tiró sin ningún cuidado.

Se preguntaba por qué no se le ocurrió mover el tocadiscos de sitio también, ahora no podría escuchar música, definitivamente mañana tendría que poner cortinas o cubrir con pedazos de periódico aquel cristal. Todo sonaba a una buena opción.

La tetera silbó y Gulf volvió a la cocina lentamente como si de sus pies estuvieran sujetos dos grilletes de veinte kilogramos cada uno. Incluso al felino le molestaba su lentitud. Estaba por verter el agua caliente en el vaso de unicel cuando el timbre resonó en todo el departamento. Puso el agua caliente a un lado y llevó sus grilletes a la puerta.

Al abrirla su rostro se desencajó. Frente a él se alzaba la perfecta figura de Mew que sostenía una botella de vino y algo que olía muy bien dentro de recipientes de plástico. La mirada que le dirigía a Gulf era algo insegura, quizá esperaba un mejor recibimiento.

-¿Qué haces aquí? -intentó sonar sereno y algo amistoso al darse cuenta de que lo había extrañado tanto.

-No nos hemos visto hace días, me pareció una buena idea cenar juntos. ¿Qué dices? -una brillante sonrisa surcó su rostro y para Gulf fue imposible negarse a tan dulce petición.

El chico de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora