XXI

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HERIR

Grandes espinas se clavaban

en mi corazón ya partido,

que sin piedad esperaban

no escuchar otro latido.

Buscaba desesperada

un camino por el cual salir

de aquella perturbadora mirada

que tanto me hizo sufrir.

Los llantos no cesaban,

y las lágrimas acumuladas en mis ojos

gritaban por la liberación que tanto deseaban.

Entre todas aquellos corazones,

apenas destacaba uno,

que con sus rojizos colores,

quisiste herir por ser moribundo.

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