XXXV

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ADIÓS

Esos ojos, cedían a la gravedad,

Dejaban de parpadear,

Ocultaban su color,

Buscaban tranquilidad.

Esos carnosos labios,

Se cellaban para siempre,

Ocultaban lo que sienten,

Oscurecían al marchitar.

Es humilde corazón,

Dejaba de latir,

Oscurecía al sentir,

Que no llevaba razón;

Que no viviría cien años;

Que no encontraría la solución;

Que no la vería despertar todos los días;

Que no le prometería un amor eterno;

Que no le regalaría más rosas;

Que no llenaría su cuaderno,

Con poesías hermosas

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