XLIII

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ÉBRIA

Repetí mil y unas veces mis herrores,

Recaí entre tus brazos atroces,

Te esperé a ti, a tus carícias y rozes.

Sentí mi alma despedazada,

Como la sangre helada me quemaba y quemaba.

Sentí lágrimas secas en los ojos,

Agua y más agua.

El dolor escocía en mis heridas envenenadas,

Colores rojos y más espadas.

Mis uñas cabavan pozos en mis palmas,

Dolores y más desgracias.

Mis pies caminavan ébrios sobre el asfalto,

Caídas mas ninguna de ellas vencidas.

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