XXVII

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INNOCENCIA

Como una simple estacada,

encharcaste él abrigo de mi corazón,

pues de ti yo no dudaba,

cuando asegurabas no llevar caparazón.

Cómo paloma blanca,

llegaste volando a mi vida,

y como cuervo,

despareciste sin despedida.

Ahora, cómo gotas de agua,

se deslizan tranquilas y solas,

todas aquellas lágrimas

por tu culpa y tus rimas.

Tu perpetuaste mi condena,

tu me amarraste a esta cadena,

tu declaraste mi sentencia

y tu acabarás con mi inocencia.

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