① LUNA LLENA

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     El paisaje natural es mi único respiro de alivio en la monotonía de mis días. Es tanto lo que lo disfruto, que a veces pierdo la noción del tiempo, y hoy no fue la excepción. Por embobarme con el crepúsculo, ahora conduzco mi viejo cacharro entre las penumbras de la noche, en medio del bosque.

     —Ojalá el tanque rinda hasta la próxima gasolinera, o de lo contrario tendré que acampar aquí.

     Apenas lo sugiero, y justo sucede, mi camioneta rimbomba y se para por completo.

     —¿Es en serio?... maldición —tomo mi mochila súper equipada y salgo del auto—. Bueno, al mal paso... darle prisa —resoplo encendiendo una linterna—. Necesitaré leña para una fogata, y tal vez con un poco de suerte encontraré algunos frutos maduros y comestibles.

     Aventurándome en los árboles, decido trepar a uno para ubicar mejor mi posición, y es en ese instante que lo imposible ocurre ante mis ojos.

     Un coloso metálico corre a través de las rocas, deteniéndose frente a otro ser de menor tamaño y delgadas extremidades, pero de su misma índole o material. El gigante convirtió su brazo derecho en un mazo, y lo alzó contra el ser que había acorralado. Sin embargo, una larga y gruesa línea blanca contuvo su golpe.

     Yo no supe qué pensar y guardé silencio, pero en un segundo presentí que el grandote peligraba, ya que su presa sonrió con malicia; una malicia sucia, pedante, despreciable; a la vez que preparaba una de sus zancas para atacar el desprotegido pecho de su oponente. Entonces, saqué mi pistola de bengalas y le disparé en la cara a esa perversa sabandija tramposa; quizá impulsada por el odio que me generó su desagradable mueca burlona y cruel.

     Mi irrupción surtió efecto, cegándola temporalmente; mas intentando huir, tumbó a su agresor rociándole el rostro y las manos con una sustancia blanca, al parecer, de carácter pegajoso. Después de eso, me mantuve oculta, mientras que la bestia patona vociferó furiosa, y se transformó en una especie de helicóptero negro, marchándose del lugar a vuelo zigzagueado.

     —Al fin se largó. —Descendí del árbol y me acerqué con cautela al enorme desfallecido—. Ammm... ¿Hola?

     Noté que no se movía, así que en mi curiosidad acabé por arrimarme a su cabeza, e inspeccionándola, me percaté que quedaba a mi alcance esa plasta blancuzca; la cual le tapaba lo que, deduje, serían sus ojos. De manera que, en un brío de estupidez, me compadecí del tipo y me dispuse a retirarle esa telaraña con mi machete.

     —Creo que está inconsciente —supuse acariciándole una mejilla—. ¿Qué serás?

     Cavilando, pronto mi estomago hizo lo suyo gruñéndome, por lo que opté por alejarme del musculoso de hierro; no obstante, sentí pena de abandonarlo atado. No lucía tan agresivo ni ruin a esa distancia, por el contrario, poseía un encanto simpático.

     —Soy una chiflada, ni siquiera sé qué me instó a socorrerte, robot... ¿alienígena?, sí, eso es lo más coherente... porque dudo que seas de manufactura humana, o producto del azar —suspiré—. Bueno, muchachote, como mínimo te liberaré de esa mezcla chiclosa y me iré. No me vayas a asustar despertándote de la nada, ¿de acuerdo?

     Cae más rápido un hablador que un cojo, ya que terminé asentándome a su lado. Culminado mi labor altruista, pretendí descansar en mi seudo-casa de campaña improvisada, pero antes de que me guareciese en ella, un balbuceo me forzó a girar; y entreabriendo su ojo, el hombre de hojalata parpadeó confuso.

𝖀𝖓 𝕸𝖎𝖑𝖆𝖌𝖗𝖔 𝖕𝖆𝖗𝖆 𝕭𝖗𝖊𝖆𝖐𝖉𝖔𝖜𝖓 ~ {𝔗𝔉 𝔓𝔯𝔦𝔪𝔢}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora