Todas las noches antes de dormir, meditaba sin querer, toda su vida, por todo lo que había tenido que pasar, pero sobretodo pensaba en la mujer que tenía aferrada al corazón...su morenita, siempre sería la mujer de sus sueños, la que estaría presente en su mente y corazón.
Alguna vez creyó poder olvidarla, sin embargo nada lograba sacarla de su pecho, prueba de ello, se encontraba mirando ese techo en completo silencio y casi que en tinieblas, completamente derrotado y con su nombre grabado en la cabeza, como todas las noches. Ahora era la nana de sus hijas, la que siempre estaba cuando la necesitaba, muchos años después seguía esperando respuestas, explicaciones un "¿porqué?", Pero no se animaba a cuestionarla, ella quiso tomar un camino completamente alejado al suyo y aunque le doliera y le martillara había elegido los besos de otro hombre, ese muchacho que rondaba su hija era el recordatorio viviente, de que todo ese amor que le había perjurado tantas veces era una completa mentira.
-Ella nunca te amo, ¡maldita sea ya olvidala¡.-Se recriminó levantandose de la cama, no lograba conciliar el sueño y la mujer de cabello negro era la causante.-tienes que olvidarla.-Se repitió una vez más, con la esperanza de que su corazón lo escuchara.
Salió de su habitación en busca de la cocina, necesitaba algo que comer, quizás algunas uvas o cualquier cosa que pudiera encontrar, rara vez se levantaba pero esta vez era diferente, algo lo incitaba.
Por otra parte ahí estaba ella, sin poder dormir y pensando en él, su patrón, el hombre que llevaba marcado en la piel, aún no lograba entender cómo es que había llegado a ese lugar, como lograba mírarlo a la cara todos los días sin poder gritarle cuanto lo amaba porque sí, ese amor nunca la dejaría, se aferraba a ella cada vez más fuerte, era la nana, una empleada más ante sus ojos, y aunque se hacía el indiferente, sabía que aún seguía dolido por la manera tan cruel en la que lo había abandonado, era lo mismo de siempre, recuerdos, desvelos él, estar tan cerca y tan lejos a la vez, alguna vez se recriminaba en silencio por no haber sabido luchar por el amor que muchas veces le había gritado años atrás, por haber sido tan cobarde cuando él, le había entregado todo por hacerla feliz y ella que por miedo había rechazado.
-Nunca te va a perdonar.-Murmuró al silencio que reinaba en aquella habitación, que en ese preciso momento le parecía tan fría y solitaria.-por cobarde.
Se levantó con desgana de la cama tratando de entender porque no lograba dormir, se puso la bata y salió de la habitación rumbo a la cocina, quizás era ansiedad pero necesitaba tomar o comer algo, de lo contrario no estaría tranquila, se anudó la bata en al camino con pesadez, a esas horas de la noche seguramente nadie estaría despierto, excepto ella. Y él...¿Alguna vez pensaba en ella?. Descartó el pensamiento rápidamente.
Las luces de la cocina le advirtieron de que no era la única que no podía dormir, al parecer alguien más se le había adelantado. Suspiró con la idea de regresarse a su habitación, pero ya estaba ahí, además de que quizás podría ser alguna de sus niñas. Ingreso al lugar y para su completa sorpresa no era ninguna de las jóvenes si no todo lo contrario, el corazón se le aceleró mientras que paraba en seco, no sabía si huir sin que él pudiera escucharla o hacerle frente y hacer como si nada pasaba.
-¿Inés?.-Se giraba algo extrañado por la hora, la recorrió con la mirada sin poder evitarlo y un suspiro se le escapó, pocas veces le veía vestida de esa manera, pero esa vez era diferente, estaba radiante y más hermosa que nunca.-¿Estas bien?.-Preguntó al ver que no se movía, estaba muy quieta, como si de una niña pequeña se tratase.