Parte 8

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Elena estaba abatida. No estaba acostumbrada a hacer un ridículo tan grande, y a hacerlo aposta. Era cierto que solía empezar causando mala impresión a cualquiera que tuviera posibilidades de convertirse en un amigo o un pretendiente, lo suficiente para que esa persona considerara que no valía la pena conocerla.

Era su táctica defensiva para asegurarse desde el principio de que su hermana no se pusiera celosa. Y llevaba tanto tiempo poniéndola en practica que le salía de modo automático.

Se había esforzado en hacerlo con Luca Grisman  Lee el día que las encontró. Debería haber bastado el hecho de acusarlo de tener intenciones nefandas cuando no dudaba en absoluto de que había ido a rescatarlas. Era evidente que se había sentido insultado y que desde entonces la había evitado: no le dirigía la palabra y ni siquiera miraba en su dirección. El resultado perfecto. Pero no había contado con el efecto que él tendría en ella.

Tenía que admitirlo: le gustaba, y demasiado. La atracción inicial que había sentido por él no disminuía con ese distanciamiento como debería. Pensaba en él sin cesar, esperaba oír el sonido de su voz, alcanzar a verlo cuando cabalgaba junto al coche; todo lo que no debería hacer, pero no parecía poder evitarlo.

Miranda no se había percatado aún de su interés por Luca porque la consumía su propio malestar. Pero si pensara, ni que fuera un segundo, que a Elena le gustaba, procuraría conquistarlo, no para quedarse con él, claro, sino sólo para fastidiarla.

De modo que Elena no tenía por qué aumentar la aversión de Luca hacia ella: éste ya le tenía bastante. Lo que ella debía hacer era quemar todas sus naves para asegurarse de que nunca hubiera la más remota posibilidad de que él pudiera ser suyo. Porque aunque perdiera el juicio por completo y le hiciera saber que le gustaba, sabía que no podía competir por él con su hermana.

Miranda intentaba todo lo habido y por haber para conseguir lo que quería. Si lo que quería era un hombre, incluso dormía con él, aunque sólo fuera una vez, para que sintiera devoción por ella. Lo había hecho antes, y se había asegurado de que Elena lo supiera si se trataba de un hombre por el que Elena había mostrado algún interés. Así que hasta que Miranda estuviese casada y se marchara a vivir lejos de ella, no podría empezar a pensar en casarse a su vez.

De modo que había vuelto a hacer el ridículo, y ahora se sentía triste y avergonzada por ello. Y esa vez ni siquiera había sido queriendo. Chocar con Luca aquella tarde no había sido sino un accidente. Pero estar a punto de disculparse por ella había disparado la alarma en su interior. No quería que pensara sólo que era torpe. Eso no era un rasgo lo bastante malo para provocar una aversión extrema. Aunque sí otra acusación injustificada.

Al menos, podía haber sido algo más ingeniosa. Acusarle de ser perverso con los débiles era más que absurdo. Demostraba lo nerviosa que se había puesto al encontrarse tan cerca de él que ni siquiera podía pensar con claridad.

Habría dicho entonces que no podría estar más avergonzada. Pero, quién lo iba a decir, él se enfrentaba a algo de peligro durante aquel atraco abortado a la diligencia y ella perdía todo su sentido común. Ni tan sólo estaba segura de qué era peor, si tener miedo por él o comportarse como una idiota debido a ello.

Estaba abatida por completo. Y encima, tenía que cenar con él justo esa noche, cuando se ponía colorada cada pocos minutos porque no podía dejar de pensar en su ridículo comportamiento. En cualquier caso, era inevitable, por lo menos esa noche. El pueblo era pequeño y sólo había un restaurante en el único hotel, y nada más que una mesa vacía en él; además el comedor estaba cerrando (el cocinero ya se había ido a casa), de modo que no podía poner ninguna excusa para volver más tarde a cenar, ni él tampoco.

Por lo menos no tuvieron que oír la habitual serie de interminables quejas de Miranda mientras comían. Había estado dormida todo el rato que duró el atraco, de modo que no sentía ninguna inquietud por ello porque no se había enterado hasta después, cuando estaban a mitad de camino del próximo pueblo y, en cierto modo, se hallaba de buen humor por ello. Y que Miranda estuviera de buen humor significaba que coquetearía con todos los hombres que tuviera cerca.

Elena encontró la comida insípida, apenas podía tragarla. Se le habían despertado tantos sentimientos encontrados que empezó a dolerle la cabeza. Una cosa era saber lo que podía pasar y otra muy distinta estar ahí sentada viendo cómo Miranda captaba la atención embelesada de Luca. Hasta el pobre William  se puso de lo más nervioso con las sonrisas de Miranda. A Elena se le revolvía el estómago.

El dolor de cabeza era una buena excusa para marcharse, y la utilizo. Y qué si se iba a dormir hambrienta. Tendría suerte si conseguía dormir algo.

En realidad, nadie salvo Mara la oyó disculparse ni se percato de su marcha; se la daba muy bien pasar desapercibida. Logró llegar a la habitación que compartía con su hermana y su sirvienta a pesar de que la luz del pasillo se había apagado. Y estaba demasiado triste para encender la lámpara de la habitación. Se deshizo el moño para soltarse el pelo, colocó las gafas en la mesa más cercana, dejó caer el vestido al suelo y se metió en la cama para aliviar sus penas.

Tal cantidad de sentimientos diversos tenía, de hecho, una ventaja: la agotaba más de lo que pensaba y, gracias a Dios, se durmió enseguida. No había esperado hacerlo. Y no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, sólo sabía que estaba profundamente dormida cuando la había despertado de golpe una voz sorprendida que había gritado: «¿Pero qué...?»

Desde el inicio del viaje , se había acostumbrado a que la despertara Miranda, que no era nada considerada con los demás, cuando se iba a dormir. Pero no era Miranda quién estaba de pie junto a la cama. Elena reconoció aquella voz grave, y estaba lo bastante sorprendida para chillar:

 Elena reconoció aquella voz grave, y estaba lo bastante sorprendida para chillar:

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¡Salga de mi habitación!

Él había tenido tiempo de recuperarse.

Ésta es mi habitación dijo Luca con calma, incluso con algo de ironía.

Oh. Volvía a estar avergonzada; era una mala costumbre que estaba adquiriendo. Entonces debo disculparme.

No se moleste soltó Luca.

No lo haré replicó, y añadió con frialdad: Buenas noches.

Durante esa breve conversación, Elena se había dado cuenta de dos cosas: Luca había abierto las sábanas ante de percatarse de que ya había alguien en la cama, y la habitación seguía a oscuras. Como ella, no había encendido la lámpara para meterse en la cama. Eso significaba que podía irse sin que pudiera verla bien y esperaba no tropezar al salir.

Era un buen plan, que llevó a la práctica de inmediato. Pero no había contado con que él alumbrara una de las cerillas que estaban junto a la lámpara de aceite más o menos al mismo tiempo que ella empezó a moverse. Esperaba que tuviera la mirada puesta en la lámpara para encenderla y no en ella. No se detuvo a averiguarlo y salió con rapidez de la cama para cruzar la puerta y darse de bruces con William , que iba a entrar.

Chocó con él, murmuró un rápido «Perdón, lo siento», pero no se detuvo. ¿Podría estar más acalorada? Seguramente no. Y no se calmó una vez segura detrás de la puerta adecuada, unos metros más allá del pasillo. Lo único que podía agradecer en ese momento era que la habitación seguía vacía, de modo que no tenía que explicar a su hermana ni a la doncella qué hacia corriendo por el hotel en ropa interior.

Hoy estoy bastante contenta y eso me ánimo a escribir varios capítulos.....espero que les guste.
Luca logró ver a Elena sin gafas ????

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