Parte 12

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-¿Despidió el coche? ¡Era nuestro coche particular!

Luca se inclinó el sombrero hacia atrás, alzó los ojos hacia el cielo matinal y contó hasta diez. Parecía que hoy iba a necesitar toda su paciencia para tratar con Miranda.

Dirigió una mirada a las mujeres, que estaban en lo alto de los peldaños de entrada del hotel. Sólo Miranda lo observaba incrédula. Elena se examinaba las uñas en una muestra algo sospechosa de indiferencia. La doncella, como de costumbre, parecía aburrida.

Les había llevado tres monturas para cabalgar. Había pasado más de treinta minutos discutiendo en la cuadra sobre aquellos caballos para asegurarse de que fueran adecuados para unas damas. Suponía que debería haberles advertido que viajarían el resto del trayecto a caballo. Pero no lo había creído necesario. En esta parte del país, todo el mundo se desplazaba a caballo.

-No era su nada particular- indicó a Miranda, con la paciencia de nuevo bajo control-. Si pudieron usarlo tanto tiempo fue sólo porque intimidé al empleado de la estación para que les permitiera hacerlo, ya que uno de sus conductores las abandonó junto al vehículo. Tuve que amenazarle con partirle la cara si no accedía. Pero ese coche es demasiado grande para el caminucho que conduce al rancho. Además, William se lo llevó al amanecer, así que ya no está aquí.

-No pienso montar a caballo- replicó Miranda, con una mirada obstinada-. Tendrá que alquilarnos un carruaje.

Caramba, cuando sacaba el genio, lo sacaba. Era una suerte que fuera tan hermosa que un hombre pudiera disculpar algunos rasgos desagradables en ella.

-Es posible alquilar caballos- suspiró Luca-. También, alquilar carretas para transportar suministros. Pero me sorprendería mucho que hubiera un carruaje en todo el pueblo. Benton no es lo bastante grande para necesitarlo. Aquí la gente va andando a los sitios. Y, por último, el estrecho camino que conduce al rancho se aleja serpenteando de la ruta para evitar desniveles, y se tarda media día más en llegar, lo que significa tener que pasar a dormir al aire libre. Si vas a caballo, puedes ir en línea recta y llegar antes de que anochezca.

-Entonces tendrá que alquilarnos una carreta, ¿no le parece? - contestó Miranda.

Su explicación había sido razonable. ¿De verdad quería dormir a la intemperie junto a la carretera? ¿O era sólo terquedad? Algunas mujeres cuando adoptaban una actitud, se negaban a echarse atrás por ningún motivo, incluso cuando se demostraba sin lugar a dudas que estaban equivocadas.

-Ya lo he hecho para los baúles. De un momento a otro, el conductor vendrá a recogerlos y los entregará mañana.

-¿Cuál es el problema entonces? Iré en la carreta- insistió Miranda.

-No lo entiende- contestó Luca-. Eso significa un día más...

-No, es usted quien no lo entiende- le interrumpió-. No voy a ir a lomos de un caballo, ni hoy, ni mañana, ni nunca. Así que si no se puede disponer de otro medio de transporte, me quedaré donde estoy.

-No ganará esta batalla, señor Grisman Lee intervino Elena. Su tono contenía una evidente nota de humor, pero sólo ella sabía si era a costa de él o de su hermana-. Le dan miedo los caballos.

-¡No es cierto! - Miranda se volvió hacia su hermana-. Me niego a que me duela todo por haber ido montada a caballo cierto tiempo.

-Viajar en carreta no le gustará- indicó Luca-. Tampoco es nada cómodo. Ni dormir en el suelo en realidad.

-¿En el suelo? No diga tonterías. Dormiré en la carreta, por supuesto.

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