Parte 24

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Elena estaba sentada en una de las mecedoras del porche y observaba asombrada uno de los ocasos más extraordinarios que había visto. Durante el viaje había presenciado unos cuantos bonitos, pero ninguno podía compararse con la espectacular puesta de sol de ese día. Lo que había empezado de color rosa y pasado a naranja se había convertido en rojo vivo y cubría por completo el horizonte. Incluso el tamaño del sol, antes de desaparecer del todo, había sido el más grande que había visto nunca.

Sabía que su tía estaba en casa y que debería entrar para reunirse con ella, pero se resistía a perderse ni siquiera un momento de aquel ocaso. Así que se alegró cuando la puerta se abrió y, al volverse, vio que su tía se reunía con ella.

Estas aquí dijo Karol, y se sentó en la mecedora que había a su lado.

¿Te puedo llamar tía Kar? preguntó Elena, vacilante. Sé que tus amigos te llaman Kar, pero  me resulta extraño.

Puedes llamarme como quieras, cielo. Aquí no somos nada ceremoniosos.

Ya me he dado cuenta. De hecho, me gusta. No me retrasaré para la cena, ¿verdad?

No, en absoluto. En todo caso, hoy cenaremos tarde suspiró Karol.

Cuando había abierto la puerta, tenía el ceño fruncido y una expresión muy cansada. Se había sacudido ambas cosas de encima por un momento al ver a Elena allí y la había saludado con una sonrisa, pero volvía a parecer agotada.

¿Pasa algo? preguntó Elena casi con miedo; porque conocía los planes de su hermana.

No empezó a negar Karol pero, acto seguido, suspiró de nuevo. Bueno, sí. Rosa acaba de echarme un rapapolvo. Me temo que tu hermana no le cae bien. Y mi sirvienta se niega a limpiarle la habitación, se niega a acercarse a ella, de hecho. He tardado treinta minutos en calmarla, y casi otros tantos en convencer a Rosa de que subiera una bandeja a Miranda, como tu hermana ha pedido, porque al parecer no quiere comer con nosotros esta noche. Por eso cenaremos tarde.

Elena se recostó en la silla y suspiró a su vez.

No suelo dar explicaciones, pero eres de la familia, además de nuestra tutora, así que tienes derecho a saber algunas cosas sobre nosotras. En primer lugar, Miranda y yo no nos llevamos bien. Nunca lo hemos hecho y nunca lo haremos. Supongo que lo deducirías al oír ayer nuestra pelea. Me ha amargado la vida desde que tengo uso de razón.

Porque era la preferida de Max.

Sí, y casi siempre me lo ha restregado por las narices a lo largo de mi vida. ¿Cómo lo...? Elena empezó la pregunta, pero se detuvo. Da lo mismo. Estabas allí cuando éramos pequeñas y seguramente lo viste por ti misma.

Ésa fue la razón principal de que me largara lo antes posible, cielo. No quería veros crecer con el mismo resentimiento que hubo entre mi hermana y yo.

¿Tienes una hermana? Elena se mostró sorprendida.

La tenía la corrigió Karol. Murió cuando teníamos catorce años. Éramos gemelas, y ella era la preferida de Max, que sólo tenía dos años más que nosotras. Los tres deberíamos haber estado muy unidos. Pero ninguno de ellos parecía poder compartir sus sentimientos con más de una persona a la vez. Pronto establecieron una relación muy estrecha. Eran inseparables, lo hacían todo juntos y siempre me excluían. Y como en tu caso, me lo restregaban por las narices. No eran muy amables.

Lo siento.

No, soy yo quien lo siente, porque tenía miedo de que vivieras lo mismo con Max, sólo que en una relación de padre a hija, y parece que fue así. No fue culpa tuya, por supuesto. Espero que no creyeras nunca que lo era.

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