Parte 2

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Era un rancho pequeño según la mayoría de los criterios, pero todavía más según los criterios de Tejas. las fértiles llanuras al oeste , con medio kilómetro de recorrido de una corriente del río en el extremo nordeste de la finca, el San Patrik incluía tierras inmejorables, aunque no fueran muchas. El rancho, que contaba con menos de mil cabezas de ganado, tenía espacio para más, pero sus propietarios no habían aspirado nunca a ser unos «reyes del ganado».

En la actualidad había un único propietario. Karol había asumido la dirección del rancho tras la muerte de su marido. Había aprendido bien cómo había que criar el ganado y podría haberse encargado de todo con facilidad, salvo por algo: no tenai buenos peones que le hicieran caso.

Desesperada, se había planteado seriamente vender el rancho. Todos sus peones buenos se habían ido cuando su marido había muerto. Había hecho correr la voz en el pueblo de que buscaba personal, pero cualquier peón que valiera algo buscaba trabajo en la finca de los Grisman Lee. Los únicos dispuestos a trabajar para ella eran adolescentes inexpertos y jóvenes procedentes del Este que se habían dirigido al Oeste por alguna razón, pero a quienes había que enseñar todos los pasos de la cría de ganado.

Estaba dispuesta a enseñar. Pero ellos no lo estaban a aprender, por lo menos no de una mujer mayor a la que consideraban una segunda madre. Como un montón de jovencitos, la oían pero no la escuchaban. Sus instrucciones les entraban por una oreja y les salían por la otra. Cuando estaba a punto de rendirse y vender el rancho, había llegado Luca Grisman Lee.

Conocía a Luca desde hacía muchos años. Era el hijo de su vecino, Choi Grisman Lee, un ranchero con descendencia Coreana que sí aspiraba a ser conocido como un «rey del ganado». Choi poseía el mayor rancho de la zona y siempre estaba intentando ampliarlo. Habría llamado a la puerta de Karol si hubiera sabido que pensaba vender. Sólo que Ksrol no quería vender realmente, sino que creía que no le quedaba más remedio que hacerlo, dado lo mal que le habían ido las cosas tras la muerte de su marido. Pero Luca había cambiado su situación, y Karol seguía dando las gracias por la tormenta que lo había llevado al San Patrik hacía tres meses.

Había sido la peor tormenta del invierno. Y la única razón por la que Luca estaba cerca cuando estalló era que se había peleado con su padre y se iba de casa para siempre. Karol le había dado alojamiento aquella noche. Como era un hombre astuto, se había percatado de que algo no iba bien y a la mañana siguiente, durante el desayuno, le había sonsacado los problemas que tenía.

Karol no había esperado que le ofreciera ayuda, aunque debería haberlo hecho, pues Choi Grisman Lee podía tener muy mal genio, pero había educado muy bien a su hijo Luca.

Le estaba tan agradecida que, de haber sido veinte años más joven, se habría enamorado de él. Sin embargo, era lo bastante mayor, o casi lo bastante mayor, para ser la madre de Luca, y lo cierto era que, aunque nadie lo sabía, estaba enamorada de su padre. Lo había estado desde el día en que lo conoció hacía doce años, cuando Choi fue al rancho a darles la bienvenida a la zona a ella y a su marido, y les había regalado cien cabezas de ganado para ayudarles a poner en marcha su rancho en ciernes.

Choi era el hombre más atractivo que Karol había conocido en su vida, lo que, unido a su amabilidad aquel día, le había ido abriendo camino hacia un rincón de su corazón y se había quedado en él. Su marido no lo había sabido nunca. Choi no lo había sabido nunca. Nadie lo sabría jamás si podía evitarlo. Y, a pesar de que la mujer de Choi había muerto mucho antes de que ella lo conociera y de que su propio marido había muerto hacía poco, nunca había pensado hacer algo respecto a lo que sentía por ese alto tejano.

Choi Grisman Lee era demasiado imponente para ella, rico, todavía atractivo, con una personalidad destacada; un hombre que podría tener cualquier mujer que quisiera si se lo proponía. Mientras que ella era una pelirroja timorata que no había despertado nunca admiración de joven y mucho menos ahora que se acercaba a los cuarenta.

Luca era en muchos aspectos como su padre, demasiado guapo para su propio bien; a pesar de todo, Karol no tenía noticia de que hubiera roto ningún corazón por el camino, así que no creía que se aprovechara de su atractivo en ese sentido. Podía haber sido un poco pendenciero de muchacho, podía haber chocado con su padre bastante a menudo, pero era digno de confianza. Si decía que haría algo, pasara lo que pasara, lo hacía. Y, por supuesto, lo habían educado para convertirse en el mejor ganadero de los alrededores. Lo habían educado para hacerse cargo de la vasta finca HaengBog .

Luca no tardó demasiado en transformar el puñado de novatos con los que Karol no avanzaba en un equipo dinámico. Los peones lo admiraban, qué caray, lo adoraban. Sabía cómo tratar a los hombres, de modo que ni siquiera se sentían mal cuando tenía que reprenderlos. Estaban más que dispuestos a aprender de él, y lo hicieron.

Luca era ganadero hasta la médula. Lo lógico sería que montara su propio rancho en algún otro lugar. Claro que, de hacerlo, rompería los lazos con su padre, y Karol no creía que ésa fuera su intención. Al irse de casa intentaba decir algo a su padre. Daba tiempo a Choi para que entendiera lo que ese algo significaba y lo aceptara.

De todos modos, Karol era realista. Tres meses era tiempo suficiente para que alguien entendiera. Luca se iría pronto, a otro lugar o a casa para arreglar las cosas con su padre. Aunque esperaba que la dejara en buenas manos. Parecía dedicar mucho esfuerzo a preparar a su peón de más edad, Sam, para que se hiciera cargo de todo cuando él ya no estuviera. Uno o dos meses más y Sam sería un capataz excelente. No le cabía ninguna duda. Pero no sabía si Luca se quedaría ese necesario par de meses más.

Seguramente sí. La semana anterior, Karol se había torcido un tobillo y, aunque ya se sentía mucho mejor, no lo demostraba. Luca estaba preocupado por ella desde el accidente, y estaba bastante segura de que, en ese estado de ánimo, el joven se quedaría.

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