Es hasta después de una semana que Kuroo comprende lo enganchado que está. Akaashi lo visita casi a diario y durante ese tiempo consigue terminar tres obras, cada una de las cuales, tras largos y vacilantes suspiros, Akaashi pide conservar. Kuroo intenta no pensar en las tres potenciales obras para su portafolio de graduación, en su lugar, se descubre a sí mismo dibujando cada vez menos en compañía de Akaashi y cada vez más a ambos sentados con una taza de té, mientras Kuroo habla sobre cualquier cosa y Akaashi corta sus monólogos de vez en cuando con sus propias historias. Kuroo hace esto porque Akaashi es un gran conversador, porque quiere conocerlo mejor y porque siempre que regresa al lienzo tiene que repetirse la regla absoluta de "no hacer alusiones vulgares a posar sin ropa".
Para finales de marzo, Kuroo aprende a reconocer a Akaashi por sus abrigos. Comienza a ir más a menudo a la Universidad, únicamente para alimentarse de su masoquismo, que consiste en rasgarse las entrañas con placentero dolor siempre que ve la blanca cabeza de Bokuto junto a Akaashi. Para su sorpresa, esto rara vez sucede. En general, los ve comiendo por separado: Bokuto, acompañado de chicos de su club, y Akaashi, solo o con una chica que Kuroo no conoce, pero que es impresionantemente similar a él. "Es sólo su amiga", le dice Oikawa un día, sin preguntarle siquiera hacia dónde mira, y Kuroo le cree. Cada vez que tiene la intención de invitar a Akaashi a comer con él, escucha un "¿Te gustaría comer con nosotros?" detrás suyo y ve a Matsukawa chocar los cinco con Hanamaki, celebrando otra broma sobre vírgenes inexpertos. Luego suspira y ahoga su dolor con una cajita de leche de la máquina expendedora.
Antes del ascenso creativo su vida era promedio, pero ahora tiene material de inspiración y un extra: un corazón rompiéndose desde dentro.
—Tienes problemas —Oikawa declara durante una de sus reuniones, mientras Kuroo vigila el familiar abrigo.
—Estoy de acuerdo —coincide Kuroo pensativamente—. He trabajado con él por un mes y ¿sabes de qué me di cuenta? De que tiene diferentes tipos de ropa para cada día de la semana. Pronto se convertirá en mi calendario personal: cuando lo veo con camisetas lisas recuerdo que es viernes.
—Definitivamente tienes problemas —se ríe entre dientes Hanamaki—. ¿Qué sigue? ¿Comenzarás a espiarlo en su casa?
Esa es la siguiente etapa, le dice un diminuto Yaku dentro de su cabeza. Kuroo le resta importancia: que se vaya al infierno, incluso si tiene razón. Ya fue a casa de Akaashi una vez, se quedaron trabajando hasta las once y Kuroo insistió en acompañarlo en el metro. Ahora sabe que hay cipreses cerca de su casa, que tiene cortinas de color berenjena brillante en el primer piso y que vive prácticamente en las afueras (a casi una hora en auto desde el departamento de Kuroo). El hecho de que Akaashi no se queje se siente como un disparo limpio directo a su agonizante sistema nervioso.
A medida que abril comienza, Kuroo aún no tiene idea de qué hará para su portafolio de graduación.
—Yo puedo posar desnudo para ti —se ríe por lo bajo Matsukawa y Hanamaki interviene de inmediato.
—¡Nosotros podemos! Vamos en paquete, de hecho.
—¿Tú por qué lo harías?
—¿Qué tal si te pellizca el trasero? ¿Qué harías?
—Gracias, chicos —Kuroo ríe—. De alguna manera lo lograré.
Con este "de alguna manera" pone fin mentalmente a la esperanza de aprobar sus exámenes y, en general, a su futura carrera como artista. No sabe cómo pedirle a Akaashi que devuelva los retratos, porque cada vez que el chico mira un trabajo terminado, algo surge en su mirada que podría llamar admiración (Kuroo está aprendiendo a reconocer esos fugaces destellos). Y, por el bien de ese brillo, está dispuesto a sacrificar cada retrato en el que invierte sus tardes.

ESTÁS LEYENDO
Obra Maestra
FanfictionUniverso alterno en el que Kuroo es estudiante en una academia de arte y Akaashi es un modelo demasiado ideal para este mundo. Este AU ni siquiera es sobre artistas, sino sobre cómo Kuroo tiene una vida miserable. Y sobre arte, porque Akaashi es art...