CAPÍTULO TRES

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—¿Qué sabes sobre Bokuto, el del gimnasio? —Kuroo le pregunta directamente a Oikawa la siguiente mañana.

Se encontraron en la cafetería para desayunar. Oikawa luce desaliñado y de pésimo humor. En ese estado es mejor no acercársele, pero Kuroo ama tomar riesgos en la vida y, por lo tanto, se le une.

—¿Bokuto, del gimnasio? —Oikawa bosteza abiertamente y se rasca la nariz con un dedo, bajo su uña se pueden ver restos de arcilla seca. Kuroo sonríe, está claro lo que su amigo estuvo haciendo toda la noche— ¿No es el tipo que se molestó porque le dibujaste el trasero demasiado grande?

Kuroo reflexiona un segundo y luego niega con la cabeza.

—No, no es él. ¿Por lo menos lo conoces?

—¿Para qué lo necesitas? —repentinamente, Oikawa abandona la somnolencia y entrecierra los ojos traviesamente— ¿Ya no estás feliz con Akaashi? Ahora, en vez de líneas suaves, ¿necesitas un torso con músculos marcados para poder babear? ¿Por qué Bokuto?

—Oikawa —gruñe Kuroo levemente—, ¿puedes simplemente decirme y no hacer tu propia investigación policial? Además, ¡eres tú quién por lo general me manda modelos que se niegan a desnudarse!

—Si no te gusta, lo puedes mandar a su casa —Oikawa entrecierra los ojos aún más astutamente, se inclina hacia adelante y, con una energía sin precedentes para las ocho de la mañana, clava los palillos en su avena—. Si no fuera por Iwa-chan...

Oikawa deja escapar un suspiro desaprobatorio y salpica de avena por todas partes como un adicto a la heroína. Kuroo observa escéptico su desayuno de pescado con algas y, con un gesto infeliz, responde:

—Digamos que me gusta.

—Lo sabía —chapotea Oikawa.

—Digamos que guardo la humilde esperanza de hacer un excelente retrato de él, el segundo "Nacimiento de Venus"...

—Alto —Oikawa lo golpea con los palillos—, tampoco te excedas. No lo desnudarás, sólo te lo digo. No tienes el don natural de persuasión. Y contra su psicología las posibilidades son prácticamente cero.

"El hecho de que sea psicólogo no significa que sea un genio en aspectos de sentimientos humanos", Kuroo quiere decir, pero por alguna razón se muerde la lengua.

—Yo podría hacerlo —sonríe Oikawa con descaro—. Sólo una semana de meticulosa y paciente persuasión y, por favor, el resultado es obvio, al menos mirar, tocar un poco...

—Oikawa —sisea Kuroo—, me provocarás un ataque cardiaco.

Oikawa agita sus pestañas inocentemente.

—¿Y qué crees que intento lograr? ¡Muy bien! —tamborilea los dedos sobre la mesa y, en tono condescendiente, le dice— Si te olvidas de dibujar tu propia "Venus", te ayudaré... De cualquier modo, ¿para qué quieres a Bokuto?

—Sólo me preguntaba quién es. En ese tipo de cosas eres al primero al que le pregunto.

—Veamos —dice Oikawa en un tono pensativo—. Bokuto... del gimnasio... ¡Oh! Creo que sé de quién hablas. Sí, tú mismo lo conoces. Es difícil no recordarlo. Siempre está corriendo por los pasillos como un pájaro asustado, golpea pelotas contra la pared durante los descansos y le pega en la espalda a la gente notas como "Soy gay" o "Golpéame"... Y su peinado, es una verdadera pesadilla. Mechones decolorados parados.

Oikawa trata de retratar eso usando su propio cabello como ejemplo. Es desagradable, pero Kuroo se ríe de todos modos.

—Creo que te entiendo. Si lo veo, sabré quién es.

Obra MaestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora