CAPÍTULO SEIS

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—¿Vive contigo...? —dice Oikawa la mañana siguiente, intentando ordenar las palabras— ¿porque rompió con su novio?

—Sí, y te lo ruego, Oikawa —gruñe Kuroo en su oído—, ¡no te atrevas a convertir esto en un chisme universitario!

—Seré una tumba —le promete solemnemente, y luego entrecierra los ojos con picardía—. ¿Durmieron en la misma cama?

—Muérete.

Akaashi aún dormía acurrucado en el sofá cuando Kuroo salió del departamento, dejando un montón de notas pegadas por todas partes: en el refrigerador sobre el desayuno, en el lavamanos del baño sobre la falta de agua caliente y en la puerta principal sobre las llaves de repuesto. Ya en la Universidad, esconde debajo de un libro su celular con los mensajes que le ha enviado a Yaku y se arrepiente de haberle contado a él y a Oikawa sobre lo sucedido. Yaku le dice que no se le ocurra tomar ventaja de su posición como la Madre Teresa de Calcuta con el fin de hacer realidad sus sucias fantasías. Oikawa le aconseja lo contrario.

—Ahora tienes que decirle que estás enamorado.

—Oikawa, un día te mataré.

—¿Por mis palabras llenas de verdad? —rueda sus ojos— ¡Vamos! Esto no pasa todo el tiempo. Aprovecha tu momento antes de que Akaashi encuentre a alguien más o se reconcilie con Bokuto.

—No haré eso —dice Kuroo apretando los dientes, asombrado de la nobleza que descubrió en sí mismo la noche anterior.

—¿Por qué?

—Porque... ¡Oikawa, no lo has visto! Está afectado. No voy a coquetear con alguien que acaba de terminar una relación de años justo ayer.

Oikawa mastica pensativo la tapa de su bolígrafo y se encoje de hombros.

—Tú mismo dijiste que fue por mutuo acuerdo. Entonces, ambos sabían lo que estaban haciendo. Es una tontería suicidarse por lo que haces a conciencia, ¿no?

Kuroo lo ignora, arrepintiéndose seriamente de haberle contado todos los detalles de la separación de Akaashi y Bokuto. ¿Y a quién le ha dicho? ¡Al chismoso más grande del campus! Ya puede empezar a preparar su ataúd: las posibilidades de que todos en la Universidad no estén enterados sobre la ruptura para la hora del almuerzo son cero, si no es que un número negativo.

Sin embargo, nadie se entera. Oikawa mantiene la boca cerrada durante el almuerzo, mientras Kuroo continúa buscando sin éxito la cabeza de Bokuto. Lo sigue haciendo incluso cuando se detiene en la cafetería de camino a casa. Ahí, Kuroo pide dos cafés para llevar, uno para él y otro para Akaashi.

—Deberías fijarte, quizá esta vez no olvidaron pegar la predicción —comenta Oikawa.

Kuroo levanta el vaso.

—Oh, aquí: "Tu felicidad está cerca, no la dejes escapar". Espera... Este no es mío —suspira, baja el vaso de Akaashi y mira debajo del suyo, pero está indignantemente vacío—. Otra vez no hay nada en el mío.

—Parece que alguien no tiene futuro —se ríe Oikawa—. O tal vez es el karma. Sea lo que sea, eres un idiota.

Kuroo le habría tirado su café encima, pero hubiera sido un desperdicio, así que le permite hacer un par de bromas más sobre su catastrófica mala suerte, esperando sinceramente que a Akaashi le gusten los mocachinos fríos.

Sin embargo, Akaashi no está en casa. Todas las notas están intactas, exceptuando la que está pegada en la puerta principal. Tiene escrito en letra cursiva "Volveré pronto". Kuroo deja su mochila y los cafés, mira alrededor de la habitación, tratando de descubrir qué es lo que está fuera de lugar, y por fin se da cuenta: todo está obscenamente limpio. El sofá cama se encuentra cuidadosamente arreglado, todos los bocetos están apilados sobre la mesa, las pinturas, tizas y botes de tinta están guardados dentro de cajas, y es claro que han pasado un paño húmedo por los estantes.

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