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—Según tu punto de vista gatuno, ¿soy un ser humano aburrido?
Me ignora. Está demasiado ocupado lamiéndose la pata. Acicalarse parece más interesante que darle un poco de charla a quien lo rescató de la calle.
Paso ambas manos por mi pelo, estirándolo hasta que me duele el cuero cabelludo antes de escribir:
Me considero interesante. Al menos en un nivel promedio. Tengo amigos y estoy estudiando en la universidad. A veces voy a fiestas. Me gusta pescar y ver películas de terror. Pruebo recetas nuevas, me encanta el baile de salón y con los videojuegos siempre estoy hablando con gente de otros países. Tengo historias dolorosas para contar, y también mis manías.
¿No fui suficiente? ¿Mi rutina te aburrió? ¿Te cansó que te hablara siempre de las mismas personas y los mismos problemas? ¿Te hartaste de mi voz y creíste que ya no tenía nada para decir? ¿Creíste que ya no tenía más opiniones que dar o ya no te importaban?
¿Encontraste a alguien más? ¿Me dejaste por eso?
Tal vez no te gustó que algunas noches decidiera quedarme en casa y te pidiera irnos a dormir temprano (aunque solo fuera porque quería abrazarte siendo consciente de que lo hacía y no porque estaba cansado).
Puede que mis amigos no te cayeran bien o que los tuyos no me entendieran y sospecharan de mí por alguna razón. Eso explicaría por qué a veces sentía que te alejaban. O tal vez te dejabas alejar porque estabas aburrida y solo estoy culpando a terceros para no reconocer que me volví un problema inútil para ti.
—Esto es deprimente —susurro.
El gato maúlla en concordancia.
Maldita bola de pelos.
—Sigues sin ayudar, amigo —le digo acariciando su cabeza antes de ir por el vodka de emergencia.
Si voy a deprimirme, lo haré como las películas mandan.
