||Respiración de fuego || [TankiroxTu] || Kimetsu no yaiba

Ｃａｐíｔｕｌｏ １

Yo, _____ Hayashi vivía en una pequeña aldea junto a mi familia. Era una vida tranquila, aunque todo se complicaba ahora, en diciembre. El frío hacía que trabajar en la calle fuera más complicado, y aún más en la tienda de mis padres, ya que estaba descubierta. Vendiamos todo tipo de plantas medicinales. LLevaba unos meses a cargo de la tienda, ya que mi padre estaba muy enfermo y mi madre debía hacerse cargo de él. Para mi no era un grave problema, ya que así mis conocimientos sobre plantas aumentaban además de que me reconfortaba poder ayudar a gente.

Tengo una gran vista y memoria, por lo tanto se me hacía fácil recordar las caras de los clientes que pasaban. Muchos jóvenes trabajaban duro, en especial uno que llamó mi atención. Sus ojos eran rojizos junto a su pelo recogido con una coleta. A veces iba acompañado, pero hoy estaba solo. Siempre le estaban pidiendo favores, lo cual me sorprendía porque además conseguía vender todo el carbón que llevaba en un solo día. Perdida en mis pensamientos, me di cuenta que llevaba tanto tiempo viéndolo que este se dio cuenta y, nuestras miradas se cruzaron.

-¿Hayashi? ¿Me escuchas? - Me dijo Miura preocupada, moviendo su mano delante de mi cara. Era una cliente habitual amiga de mis padres.

-Si... perdona. -dije avergonzada- estoy algo distraída.

-Sin problema -dijo con una sonrisa- pero deberías estar más atenta a tu trabajo y no mirando tanto a los chicos...

Al momento me sonrojé. Intenté cambiar de tema preguntándole que qué necesitaba.

Las ventas fueron bien el resto del día. La gente estaba preocupada y compraban muchas medicinas por el rumor de que existen los demonios que deboran carne humana. Yo no confiaba mucho, pero tampoco descartaba la idea. Mientras le daba vueltas al tema, estaba haciéndose de noche. Tenía que recoger y ordenar los productos.

-Onee-sama, papá y mamá te llaman -dijo mi hermano pequeño tirando de mi camiseta-.

-¿Ah sí? Pues tendremos que ver qué pasa -dije con una sonrisa cogiendo a mi hermanito en brazos-.

Entré a nuestra casa. Me acerqué al cuarto de mis padres intentando hacer el menor ruido posible. Dejé a Hiro en el suelo con delicadeza, a lo que Akane, nuestra hermana mediana se me acercó.

-¿Que ocurre Akane? - le dije susurrando y poniendo mi mano en su cabeza.

-Onee-sama... me dijiste que hoy me dejarías ayudarte con la venta -dijo con lágrimas en los ojos. -¿Es que no crees que lo pueda hacer bien?

-Lo siento... te prometo que mañana me ayudarás. Descansa y así tendrás muchas fuerzas para venir conmigo.-Dije acariciándola.

Akane se fue feliz agarrando la mano de Hiro y cuando desaparecieron de mi vista, me giré hacia la puerta. Me temía algo malo, pero aún así la abrí. Mi madre se encontraba sentada en el suelo junto a mi padre, que estaba acostado con los ojos cerrados.

-_____, necesito hablar contigo...-dijo mi madre. Apenas levantaba la vista.

-Mamá, ¿Qué ocurre? Pareces preocupada...-le pregunté intentando buscar su mano para tranquilizarla.

-Cariño, tu padre ya está muy mal, no sé si aguantará mucho más tiempo. Por más que intente buscar una solución entre los libros y medicinas no encuentro nada.-dijo temblando mientras lagrimas caían por sus mejillas- Pronto deberás buscar marido ya que si las hierbas no funcionan, el negocio caerá.

-Pero Mamá, ¡Solo tengo 13 años! -al entrar en pánico alcé un poco la voz.

-Hija, no podemos hacer nada más... tenemos que asegurarnos de que tengas un techo donde vivir.

Después de quedarme un rato mirando al suelo, salí corriendo de la sala y fuí a mi habitación.  Mi madre se quedó mirandome, parecía que iba a decir algo, pero no le dio tiempo."¿Este es el futuro que me espera?"... pensé, tratando de aguantar mis lágrimas. Intenté calmarme y salí a recoger el resto de cosas que quedaban. No podía dejar de darle vueltas al asunto, y, sin querer, tiré uno de los frascos de cristal al suelo. Este resonó por toda la plaza y me hizo salir del trance.

-Oh, mierd... -dije mientras me agachaba para coger los pedazos con cuidado, cuando una voz dulce se acercaba rápidamente.

-¡¿Estás bien, te has hecho daño?!