Día tres: Familia

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Hay noches en las que Lan Sizhui se despierta agitado. Al principio, no entendía por qué, simplemente lo aceptaba. Cuando era niño, era bastante común que se enfermara o tuviera pesadillas si había pasado algo potencialmente traumático durante el día. Por ejemplo, que Hanguang-jun se hubiera ausentado en una cacería nocturna por más de tres días; o que Lan Jingyi no hubiese asistido a sus clases durante una semana entera. El miedo a perder había estado ahí, siempre, y nunca había comprendido la razón detrás de ello. Había asumido que se debía a la pérdida de sus padres, de quienes no sabía nada. Que, aunque no pudiera recordarlos, su mente todavía jugaba con él y hacía los escenarios terribles en sus sueños.

Después de conocer al sénior Mo, los sueños habían aumentado. Sin embargo, había algo diferente a sus pesadillas; más tarde descubrió que se trataban de recuerdos. De una infancia perdida, solo retazos de lo que fue. Había soñado con túnicas blancas en un mercado, con comida picante que hacía que uno llorara por distintas razones, con manos cálidas y arrugadas, con manos frías y duras que, todavía, lo acariciaban con cariño. Lentamente, un rompecabezas se fue armando en su cabeza hasta el día que charló con el sénior Wen.

Así, resolvió su pasado, después de una larga sesión de plática con Hanguang-jun, el sénior Wei y su tío Ning. Todas las incógnitas fueron respondidas, incluyendo el nombre de sus padres biológicos. Ya había pasado un tiempo desde que eso ocurrió, por lo que asumió que las pesadillas y la sensación inminente de que perdería a alguien se iría por completo.

Hasta esa noche.

Sacudió sus manos en un intento de distraerse, pero su pecho seguía sacudiéndose con fuerza, y sus latidos no se calmaban. Había un silbido en sus oídos, y el olor de un humo inexistente lo estaba ahogando. Estaba seguro de que estaba llorando, porque su visión era nublada. Había voces alrededor de él, pero no podía entenderlas del todo. La imagen en su cabeza estaba estampada, sin desvanecerse ni un poco.

Fuego. Recordaba fuego, por alguna razón. Su vista era diferente, más baja. Miró hacia arriba y reconoció el antiguo cuerpo del sénior Wei. Los gritos de un montón de gente se escucharon, y, ahora, él podía comprender que era el asedio a los Túmulos Funerarios; el día que el sénior Wei fue asesinado. Pero no entendía por qué lo recordaba ahora. Nunca lo hizo antes, su mente bloqueó cualquier recuerdo que tuviera que ver con esos últimos días.

El sénior Wei, no, su Xian-gege, lo cargó con una fuerza sobrenatural. Se escuchó preguntar por los demás. Su abuela, un tío cuarto y su tía Qing. Xian-gege susurró palabras tranquilizantes antes de correr en alguna dirección aleatoria de los Túmulos Funerarios. Luego, se vio a sí mismo ser depositado en el tronco de uno de los árboles huecos que no estaban en el área de fuego.

—Xian-gege —susurró, aterrorizado, y tomando con fuera la túnica del adulto, una túnica que ya estaba hecha jirones—. ¿A dónde vas?

Su Xian-gege parecía herido, vacío; pero todavía le sonrió suavemente, dulce, reconfortante.

—Xian-gege tiene que ir y hablar con unas personas. No te preocupes, A-Yuan. Tú espera aquí, ¿bien? Sé bueno y espera a que yo regrese por ti. No te muevas, no hagas ningún sonido hasta que me veas aquí.

Él asintió, a pesar de que quería decirle que no, que se quedara. Quería decirle tan desesperadamente que no quería estar solo, que no quería perderlo también, que, si se iba, moriría. Pero no pudo, porque era un sueño, un recuerdo nada más. Xian-gege le sonrió de nuevo, besándolo en la frente. Se irguió y lo vio tomar a Chenqing con fuerza, antes de suspirar y volver a verlo.

—A-Yuan, una última cosa —dijo—. Si, de casualidad, ves a tu hermano Rico, puedes ir con él.

Lan Sizhui estaba sorprendido, pero su versión joven se animó ante la mención.

WangXian Week || EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora