Día dos: Sirenas y tritones

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La guerra terminó bien, por decirlo así. Los Wen se rindieron en cuanto Wen Ruohan fue decapitado, y el heredero, Wen Xu, ni siquiera se resistió cuando lo apresaron. Nie Mingjue había sido el más insistente en no dejarlo vivo, pero, debido a que realmente no participó activamente, no había razón para hacerlo.

Wei Wuxian escoltó personalmente a Wen Xu al calabozo en el abismo más profundo de Qishan, que solía usarse como cementerio hace muchos años. Ahora solo parecía ser un terreno estéril con más oscuridad de la acostumbrada. Wen Xu, como descendiente de una medusa bioluminiscente, no tuvo problema al entrar ahí.

Detrás de ambos los seguían algunos soldados de Yunmeng que no estaban heridos. Las negociaciones terminaron rápidamente, y las decisiones tomadas no serían cuestionadas por nadie. Wen Xu había sido condenado por el Consejo Submarino Internacional.

—¿Qué pasará con los niños? —preguntó Wen Xu cuando Wei Wuxian cerró la celda del abismo. Sentía frío a pesar de su cuerpo, y no podía imaginar estar ahí más de un día sin volverse loco. El heredero Wen debería tener una mente fuerte para sobrevivir.

Wei Wuxian hizo que los guardias se fueran.

—¿Los niños?

—A pocas horas de aquí, a las afueras de Yiling, se dejó todo un contingente de larvas que se adhirieron ahí. Es común que toda la familia nazca ahí, debido a que es más cálido, sobre todo en verano.

Wei Wuxian alzó una ceja.

—¿Y no te importaba decirnos sobre eso?

—Yiling no fue zona de batalla, y pensé seriamente que los demás no dejarían que ellos nacieran, así que lo omití.

Wei Wuxian suspiró.

—¿Y por qué me lo dices a mí?

—Wen Ning me dijo que le ayudaste cuando estuvieron en el campo de batalla.

—Él nos ayudó primero.

Wen Xu asintió.

—Estoy seguro de que ya queda menos de la mitad —murmuró—. Pero me gustaría que los que nacieran, estuvieran a salvo. Cualquiera sabrá que son Wen, pero ni siquiera podrían participar en la guerra.

Wei Wuxian asintió.

—Haré lo que pueda, pero no tengo tanto poder.

—Gracias.

—No me lo agradezcas en absoluto.

Salió del abismo para encontrarse con más soldados. Después de dar la autorización para vigilar la entrada del abismo, nadó rápidamente hacia el antiguo castillo de Wen Ruohan, el Palacio del Sol. Había mucha gente, todos celebrando con algún tipo de néctar que él no había probado todavía. Saludó a algunas personas y siguió hasta que llegó al salón de reuniones, donde Jin Guangshan ya estaba hablando sobre la repartición de tierras.

—Quiero el área de Yiling.

Todos se quedaron callados. Jiang Cheng apretó su anillo y lo miró exasperadamente.

—Wei Wuxian, ¿todo está listo? —preguntó Lan Xichen, con esa sonrisa característica. Su aleta era blanca brillante con escamas limpias, aunque acababa de enfrentarse a una bestia marina.

—Si se refieren a Wen Xu, está encerrado. No saldrá. Hay cientos de guardias alrededor del abismo, pero no ha mostrado señales de querer escapar.

Jiang Cheng resopló.

—¿Por qué quieres Yiling?

—Está cerca de Yunmeng —miró fijamente a Jin Guangshan—. Además, la facción de Wen Qing está ahí. Ellos nos ayudaron, fueron espías, y no puedo esperar a que quieran tratarlos como prisioneros de guerra.

WangXian Week || EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora