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Las películas románticas siempre te parecieron mejores versiones de los cuentos de hadas que las de Disney

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Las películas románticas siempre te parecieron mejores versiones de los cuentos de hadas que las de Disney. Tenían esa misma tontería de romance y problemas que los cuentos de hadas, pero solían ser un poco más realistas y no había nadie cantando con animales en medio de un bosque. (Gracias a Dios por eso).

Para algunas personas que te conocían bien, especialmente aquellas que sabían sobre tu alter ego que moraba las calles de la ciudad y pateaba traseros con cierto vigilante que se asemejaba a Caperucita Roja (si Jason te escuchaba decir eso, te asesinaría), era raro el hecho de que te gustaran las comedias o historias románticas.

No tenías pinta y tus comentarios nunca indicaban que encontraras satisfacción en historias de amor tan tontas, pero no eras de mostrar muchas emociones, de todas maneras.

Pero, sí, te gustaban las historias de romance porque te daban un sentido de normalidad que tu vida no tenía y que sabías jamás tendría y, por supuesto, te hacía pensar en si algún día encontrarías a esa persona como lo habían hecho Bruce, Dick y hasta Damian (sí, eso fue una sorpresa para todos, pero Rachel sabrá lo que hace).

Así que cuando te lastimaste una pierna en patrullaje, por calcular mal una distancia, Alfred y otra doctora que atendía vigilantes, decidieron que tenías que tomarte un tiempo para descansar y recuperarte porque habías estado súper cerca de romperte la pierna.

Y Jason, siendo el dolor de trasero que es, cuando escuchó eso se puso en “modo amigo responsable” (cosa que solo hacía cuando menos querías) y junto a Alfred y Bruce y el resto de la Batfam conspiró para que no te quedara de otra que quedarte en casa unos días haciendo absolutamente nada.

No negarías que te agradaba la idea de que te trataran como una reina, pero también te frustraba la idea de no poder patrullar o que todos a tu alrededor te trataran como si fueras una bebé. Especialmente Jason quién era el peor de todos, ya que no te dejaba moverte del sofá ni para acomodarte.

Solo querías que aquella tortura se acabara lo antes posible, porque Jason estaba siendo un dolor de cabeza y tú odiabas cuando se ponía así. Por eso, y como no te dejaba ni respirar sola, decidiste que malgastarías tus días de recuperación viendo TV y películas románticas. Y de paso soñar con tu propio príncipe azul y una vida que jamás tendrías.

Al principio creíste que si las veías cuando Jason estaba cerca sería una buena venganza porque ningún hombre en el mundo disfrutaba de ver esas cosas, pero, como casi siempre pasaba, el infeliz te sorprendió.

Jason no era cualquier hombre en el mundo, pues le gustaban las historias románticas, por más canciones y mentiras que tuvieran. Estabas sorprendida y confundida al mismo tiempo, pero digamos que, desde Red Hood, tu mejor amigo de toda la vida nunca paraba de sorprenderte. (Además de que eso explicaba porque tenía tantos libros de Jane Austen en su librero).

Como fuera, tu plan no funcionó y en los días que pasaste atada a tu cama porque Jason no quería que te lastimaras de nuevo (ni para ir al baño) te la pasaste viendo viejas y nuevas comedias románticas en la TV. Jason a veces se sentaba en la cama contigo a verlas y otras veces simplemente tenía mejores cosas que hacer, pero a la hora de la cena, te preguntaba por las que habías visto.

Entonces todo eso te llevaba a este momento. Era una noche medio lluviosa y como Jason había dicho muy claramente hacía unos días, no podías salir a patrullar, decidiste que verías una película en la sala en vez de leer clásicos en tu cama.

Estabas aprovechando, además, que Red Hood estaba afuera haciendo el patrullaje de siempre y podías moverte a dónde quisieras (cojeando por supuesto), pero al menos no corrías el riesgo de que te encontrara en medio del pasillo y te tomara como un saco de papas sobre su hombro y te regresara a tu habitación. (Honestamente pensabas que todo lo hacía porque se sentía responsable, pues lo conocías lo suficiente para saber que él no se preocupaba mucho por los demás, bueno, creías conocerlo, pues luego de las películas, no estabas tan segura).

Luego de hacer palomitas y poner la película, te sentaste en el sofá del apartamento que Caperucita Roja y tú compartían desde hace unos años (en venganza Jason te decía Fea Durmiente, porque te gustaba dormir demasiado, aunque estabas segura de que no eras fea) y pusiste tu pierna vendada sobre la mesa de café.

En el trascurso de la noche viste unas cuantas películas y como estabas acostumbrada a estar despierta las seguiste viendo hasta que tu compañero de piso apareció por la ventana de la sala un tanto empapado por la lluvia y visiblemente cansado (incluso si no veías nada por el casco rojo).

-¿Mala noche?

-Argg, más o menos.- dijo sin muchas ganas y al parecer estaba demasiado cansado para darse cuenta de que estabas fuera de la cama o que estaba empapando levemente la alfombra.- Voy a darme una ducha.- y con eso desapareció y tu regresaste a la película.

Cuando lo volviste a escuchar, la película estaba en una escena crucial, ya saben, esa parte en donde uno de los protagonistas caga todo y cuando se da cuenta es probablemente tarde y necesita correr para arreglarlo. Sonaba súper cliché, pero siempre caías por tonterías como esas. Jason no dijo nada y simplemente se metió a la cocina y luego regresó a la sala mientras bebía una botella de agua.
Al mirarlo, encontraste con que su cabello negro estaba medio mojado por la ducha, sus ropas eran (o eso esperabas) limpias y cómodas y que tenía algunas vendas en los brazos y uno que otro golpe menor en la cara, pero eso era normal.

Se tiró junto a ti en el sofá, haciendo que chillaras y temieras por tu vida, pero luego de darle un leve golpe en el brazo y que el infeliz se riera levemente, regresaste a la película.
No pasaron ni cinco minutos cuando te distrajo de nuevo. No era como que te molestara. Jason era una obra de arte (cosa que jamás dirías en voz alta) y tú meramente una observadora.

-¿Comiste palomitas sin mí?- su tono era casi como si de verdad estuviera herido.

-No es como si tu compartieras cuando las haces.- él sacó un gritito de ofendido y tú simplemente rodaste los ojos.- No seas infantil.

-Así me amas.- y carajo, probablemente era cierto.

Se quedaron callados de nuevo hasta que Jason tiró la botella dentro del envase de las palomitas y se acostó en el sofá hasta que su cabeza estuvo en tu regazo. La acción en sí te sorprendió por un segundo e hizo que te tensaras, pero luego de que se acomodara y exhalara tranquilo, decidiste regresar a la película e ignorar el hecho de que estaba demasiado cerca. No eran niños, eran amigos, no había razón por la cual ponerse nerviosa. Bueno, dile eso a tu corazón acelerado, cariño.

-¿Puedes acariciarme el cabello?- cuando lo miraste de nuevo, el pelinegro te estaba dando una mirada que se parecía a la de un cachorro suplicante y con sueño. Un bostezo lo confirmó, pero él no dejó de esperar tu respuesta por eso.

-Solo si te callas y me dejas ver la película.- le dijiste de mala gana, para hacer como que nada de lo que estaba pasando te estaba afectado de ningún modo.

-Prometido.- dijo y entonces tomó tu mano luego de buscar a ciegas y la puso él mismo sobre su mata de cabello negro.

Regresaste a ver la película luego de hundir tus dedos en su cabello y verlo relajarse y acurrucarse un poco más, aunque, como ambos sabían, Jason era demasiado grande para el sofá.

Durante el resto de la película, permaneciste en silencio acariciando el cabello suave y húmedo de tu compañero de piso, mientras él se quedaba dormido poco a poco en tu regazo. Sabías que el acto lo relajaba, pues Jason no dormía muy a menudo y cuando lo hacía despertaba con pesadillas.
De todas maneras, no viste mucho de la película, pues te entretuviste observándolo y sintiendo toda la tranquilidad que, sin saberlo, le estabas proveyendo al pelinegro en tu regazo.

Si tan solo tu vida fuera una comedia romántica, entonces quizás podrían ser algo más. Pero eran vigilantes, caballeros de la noche, luchadores contra el crimen. No dos actores en una historia parecida a un cuento de hadas.

Ni tampoco Jason era un príncipe azul o tu una damisela en apuros.

Caperucita Roja y la Fea Durmiente || Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora