I.- EN EL PRINCIPIO

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Lo único cierto es el pasado. Incluso los hechos que se desarrollan en el presente tienen cierto regusto a falacia, a ficción. Eso lo aprendimos todos en una temporada de nuestras vidas que marcó para siempre el final de nuestra niñez. No estábamos preparados. En esencia sentíamos miedo, en la práctica desplegábamos terror y en nuestra consciencia solo había espacio para el pánico.


En una ciudad maldita suspendida en el tiempo, todo parecía transcurrir de manera tal que nadie velaba por nadie. Frenéticos autómatas que construían sus vidas al borde de un escarpado precipicio haciendo lo imposible para mantener el equilibrio. Ellos preferían mirar hacia otra parte, buscando la persona más cercana, la cual estuviera cayendo en el agujero para devorarla cual carroñeros. No importaba quién era o qué hacía, si entrabas a la espiral de oscuridad, eres la nueva presa.


Así eran las personas y así lo reconocimos nosotros. Hay quienes parecen despertar del letargo y se encargan de llamar a conciencia, para que las demás personas se enteren de lo que en piloto automático están haciendo. Esas personas parecen tener un propósito mayor, uno que no reconoce fronteras. Son agentes de una fuerza infinitamente más grande. Son guerreros de élite que van por las calles sembrando en el acto una semilla que, eventualmente, no germina. La razón de esto es que los guerreros son propios de las guerras, y en las guerras siempre hay dos bandos.


Las personas con la capacidad de destrucción afinada son aquellas que militan en la contraparte en esta guerra que se suscita desde el principio de los tiempos. La eterna batalla librada en cada una de las personas y entre todos los demás seres vivientes. El fin último de todas las cosas es saber de qué lado estás, solo eso importa. Nosotros somos pasajeros, pero esto abarca las eternidades, todo concepto queda empequeñecido, toda intención queda eclipsada, cada palabra es inerte ante la magnitud del enfrentamiento de los dos colosos.


Aun así, se me ha permitido contar esta historia de hombres, dada a estos hacía mucho tiempo, aceptándola sin tener más opciones. Una historia de niños que fueron capaces de partir su alma solo para no caer. Una historia llena de derrota, dolor y sufrimiento, pero también llena de triunfo, unión y lealtad. Nuestra historia. Que nos hirió las carnes, nos partió los huesos, nos cercenó el espíritu, que nos enseñó a sufrir más y a querer mejor. Un cuento de vida y de muerte. Una historia llena de amor y odio.

EquinoccioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora