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Matthew.

Es genial sentirse el amo de todos. Sentir que tienes el poder de mandar y que los demás obedezcan sin objeción alguna. Y yo, apenas un chico de 19 años, tenía a todos comiendo de la palma de mi hermosa mano.

—Búscame una cerveza, muero de sed.—le dije a un nerd que estaba bailando como estúpido cerca de mí. ¿Qué hizo? La buscó.

—Ya, vete.—le dije cuando ya tenía la cerveza en la mano y él aún no se marchaba.

—S-ssí, dis-disculpa—dijo el chico y se marchó. Además de feo también tartamudo.

—¡Matthew!—dijo una chica que no conocía mientras se acercaba a mí.

—¿Hola?—dije confundido.

—Soy Penny...estuve contigo hace un par de noches—dijo apenada.

Ah, sí la conocía. ¡Ups!

—Ahh, hola. ¿Qué tal?—pregunté sin mucho interés.

—Yo, muy bien—y sí que estaba muuuy bien—¿Ya conociste a la chica nueva?

Claro que la había visto, pero no me acerqué a ella por el hecho de que no me interesaba en lo absoluto. Así es, cuando algo no me interesa simplemente no lo tomo.

¿Cómo se llamaba? Acril...¿April? No, muy feo. Abril, creo que es Abril.

—Abril, ¿No?—dije.

—No, April—dijo como si fuera obvio.

Yaaaa...el nombre feo sin mucha gracia.

—Ah, sí. Ya la vi, ¿Por qué?

—Pensé que irías por ella como de costumbre. Lo haces siempre con las chicas nuevas—dijo sentándose en un banquito a mi lado.

—¡Oye! No lo hago siempre...se están inscribiendo puras feas. Es una tortura—dije con cierto pesar.

Aunque esa chica...April, sí, ella, no era para nada fea. Hasta tenía esa chispa de intriga que tanto me encanta de las mujeres.

Podría ser un bizcochito más de la lista...

Como me aburrí de hablar con Penny me dirigí al centro de apuestas donde se encontraban Gregory y Adam. Me uní a la apuesta, la verdad era pésimo en ellas, pero sabría manipular muy bien a ésos dos para que terminaran peleándose.

Y así fue, perdí 500$ pero ver a Gregory darle unos buenos puñetazos a Adam fue lo mejor de la noche. Ó eso creí hasta que vi a una hermosa chica con la que había pasado un par de noches inolvidables y todos creían que era una sumisa mojigata, cuando en realidad sólo la conocía yo. Me acerqué a ella y ver sus ojos grises fue, sin duda, maravilloso.

—Ése vestido te queda precioso, Emma—le dije tomando su mano y depositando un tierno beso en ella.

Cabe destacar que a Emma sí la quise, no tanto y a mi manera, pero la quise.

—Gra-gracias, Matt—dijo sonrojándose.

Me encanta cuando tartamudean nerviosas por mí.

FOSTER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora