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Este día se cumple un mes desde la misteriosa desaparición del joven Na Jaemin y dos semanas de la extraña muerte de sus familiares. Las autoridades siguen desconcertadas por la cadena de sucesos desafortunados que encierran a la familia Na. Sin embargo, y con más razón, aún no desisten de su búsqueda por el chico.

La última vez que se vio al joven fue en-

—Bueno, sí, como sea. Qué triste por ellos.

Apagó el televisor mientras, con la otra mano, secaba su cabello con una toalla. No quería estar escuchando malas noticias de gente que realmente no le importaba. 

Personas desaparecían y morían todos los días, pero no siempre eran noticia. Aún así, no quería que nada arruinase su perfecto humor para aquella tarde. 

Su empresa estaba en auge y con ello también sus ingresos. Haber dado vuelta completa al anterior intento de imperio de su padre había sido la mejor idea que pudo tener. 

Y precisamente aquel día daría cierre a un importantísimo contrato con uno de los que podría ser uno de sus más grandes aliados, Moon Taeil. Un empresario internacionalmente reconocido por su diversidad de empresas y peculiar apoyo a temas artísticos, siendo la fuente y/o dueño de variedad de museos, teatros e incluso cines al rededor del mundo.

Si lograba que Moon firmase ese bendito papel, su victoria en el mundo empresarial estaría más que asegurada.

Todo el mundo por fin conocería a la familia Lee, no... a Lee Jeno. Uno de los empresarios más exitosos y jóvenes de Corea.

O eso pretendía ser.

Pero, como ya se ha enfatizado, gran parte de eso dependía del maldito garabato trazado por la mano de Moon.

ㅡ¡Xiao!

Unos pasos apresurados se escucharon segundos antes de que un hermoso hombre rubio de cejas pobladas apareciese por la puerta del cuarto del joven.

ㅡ¿Si, señor?

ㅡ¿El auto está listo? ㅡpreguntó el empresario, solamente haciendo contacto visual con el contrario a través del espejo que usaba para atarse la corbata. Tarea que falló miserablemente.

ㅡSí, señor ㅡrespondió sin másㅡ. ¿Me permite? ㅡañadió al ver el segundo fallido intento de su jefe de anudarse la corbata.

Jeno asintió.

El sirviente, a pasos largos, llegó a dónde se hallaba el menor, anudándole la corbata en un santiamén, y, sin hacer contacto visual con él, tomó valor para preguntar algo que le venía carcomiendo desde hacía días.

ㅡAh... ¿Señor Lee? ㅡel aludido profirió un sonido para que continuaraㅡ Qu-quería saber si... podía tomarme libre la noche de este viernes...

Jeno arqueó una ceja.

ㅡ¿Para qué? ㅡal ver que su sirviente simplemente se sonrojaba, cambió su preguntaㅡ Oh, ¿una cita?

DeJun tragó sonoro.

ㅡQu-quería invitar a alguien... a salir... al joven Liu... Liu YangYang, señor.

El pelinegro rio. Su corbata ya estaba atada, pero la distancia entre ambos se mantenía; nadie se movería hasta haber resuelto ese asunto.

ㅡ¿Hablas del joven sirviente de la casa Zhong?

El rubio asintió.

Jeno volvió a reír, palmeando un par de veces la cabeza de su subordinado.

ㅡVeremos qué dice Chenle al respecto, pero, por mi parte, tienes permiso.

DeJun levantó la mirada y sonrió, eternamente agradecido con su jefe.

Jeno, a pesar de a veces ser un maldito engreído y desinteresado por el resto, no era malo con sus trabajadores, menos con los que tenían tanto contacto directo con él. Le gustaba verlos felices y cómodos con su entorno y lo que hacían, en parte para evitarse darle a alguien el suficiente poder en su vida como para usarlo de arma en un ataque de venganza.

Tras haberle escrito punto final al tema, Xiao escoltó a su jefe camino al auto ya listo para él, el auto que lo llevaría al inicio de su real despegue empresarial.

ㅡBuen día, Suh.

ㅡBuen día, señor Lee ㅡcontestó el chofer.

Tras DeJun haber abierto la puerta para Jeno, este subió y el auto partió camino a uno de los tantos negocios bajo el apellido Moon: el museo de cera FullMoon, el más grande e impresionante de toda corea.

Moon Taeil había insistido a su ㅡprontoㅡ nuevo socio a mostrarle su más reciente adquisición. El museo había abierto unos meses antes, siendo una atracción relativamente nueva y muy bien aclamada. Al ser Jeno un gran admirador de las bellas artes, estaba más que encantado de contar con una visita guiada especial únicamente para él.

El camino fue relativamente rápido, el museo no quedaba demasiado lejos de su hogar, para su suerte, por lo que en pocos minutos se encontraron en el estacionamiento del mismo.

Suh aparcó y bajó del auto, abriendo la puerta de su jefe justo luego, permitiéndole bajar.

ㅡGracias, John ㅡagradeció el menorㅡ. Te llamaré cuando salga.

El estadounidense asintió y, con una corta reverencia, se despidió de su jefe, subiéndose de nueva cuenta a la camioneta y yéndose del lugar.

ㅡ¡Hey, Lee!

Jeno volvió a ver tras escuchar su apellido, sonriendo ampliamente al ver a su futuro socio, permitiendo a sus ojitos volverse un par de medialunas adorables.

ㅡBuen día, Moon. Muchas gracias por invitarme ㅡsaludó estrechándole la mano una vez el mayor había llegado hacia él.

ㅡNo te preocupes, y puedes decirme Taeil si gustas ㅡel menor asintióㅡ, ¿hay algún problema si te llamo Jeno?

ㅡNinguno ㅡsonrió.

ㅡ¡Espléndido! Bueno, ¿entramos?

Tras un nuevo asentimiento por el más joven, Moon dio media vuelta guiando a su invitado por la entrada al museo; siendo ambos seguidos por un par de ㅡsegún Jeno asumíaㅡ guardaespaldas o trabajadores del mayor.

El plan era una visita guiada y completa al museo, el cuál estaba completamente cerrado al público solo por dicho evento, luego pasarían a la oficina del empresario y hablarían del verdadero tema que los había reunido ahí. Firmarían, estrecharían sus manos y el imperio Lee comenzaría a tomar su verdadera forma.

Nada podía (ni debía) salir mal.

O así pensaba Jeno hasta que un susurro heló sus huesos a la mitad de su paseo:

Ayúdame.

ㅡAyúdame

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Wax [NM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora