Salto de Tiburón · parte 2 // AU

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Tan solo tres semanas después, Flavio estaba seguro de que se estaba enamorando. Samantha escribía y sentía la música de una forma preciosa, le hacía reír hasta dolerle los mofletes y no se cansaba de dibujarla. Mentiría si dijese que la mitad de sus últimos esbozos no eran de ella. Su cara haciendo aquella mueca tan característica en momentos de desenfreno. El tatuaje de la pluma y la constelación de lunares de su espalda que pudo ver gracias a un día especialmente caluroso. O toda ella, reposada en una silla plegable observándole des de su balcón mientras hablan por el móvil.

Y es de locos cuanto puede conocerte alguien en tan poco tiempo.

Y seguramente ayudó mucho aquella primera videollamada, una tarde lluviosa que les impidió verse cara a cara. Ambos con un par de copas de más, el alcohol en sus venas alentando sus palabras sinceras y dejando caer sus murallas. La noche en la que le explicó des de su peor borrachera a sus mayores miedos, sueños y aspiraciones.

Cuando descubrió que Samantha trabajaba en hoteles, aunque preferiría poder vivir de su música. Seguido de un magnífico discurso, casi dejándose la voz, explicando cómo nadie veía ese tipo de carreras como algo viable. Se notaba que el tema le tocaba la fibra, seguramente acostumbrada a ello. Flavio no lo entendía, ¿quién sería capaz de oírla o leerla y no ver su talento?

Su discurso puede que suene como lo más aburrido del mundo, y si fuera cualquier otra persona seguramente lo hubiese sido. A Flavio le encantó, aunque solo la escuchaba a medias, demasiado ocupado en memorizar el brillo de sus ojos y el lugar exacto del lunar encima de su labio para poder dibujarla después.

Averiguó que ambos eran almas independientes que soñaban con ver mundo. Y nunca había tenido tantas ganas de coger un avión como en aquel momento, sabiendo perfectamente que ni siquiera podían salir más de lo estrictamente necesario, solo para poder perderse en rincones remotos con ella.

No recuerda quedarse dormido pero secretos a voces y carcajadas susurradas debieron acunarlo, porque lo próximo que recuerda es un dolor de cuello que no se le iría en días, una copa en el suelo y unos molestos rayos de sol colándose entre las rejillas de la persiana del salón. Su portátil en la mesa con el Skype abierto, y ella dormida al otro lado de la pantalla.

Flavio podría haber hecho una colección y un disco enteros solo retratando su lento despertar. Abriendo sus ojos a medias evitando la luz, quitándose las legañas, colocándose bien los aparatos auditivos y su increíble sonrisa al darse cuenta de que le observaba. Si de verdad lo hizo más tarde, mientras ella se encontraba absorta en una clase de guitarra, bien, eso queda entre él y su cuaderno.

Otra faceta de Samantha que a Flavio le encantaba inmortalizar era la apasionada. La que se levanta por luchas sociales, la de las poesías, la que desgarra la voz a golpe de guitarra, la que aspira a llegar lejos. Y de manera parecida; la que ríe más que respira, la que la convierte en una bola hiperactiva de nervios incapaz de ocultar sus sentimientos, la que vive como si no fuera a despertarse al día siguiente.

Porque en esos momentos sus ojos eran algo más brillantes, reforzaba sus argumentos con gestos manuales, y el mundo parecía girar a su alrededor. Lo mejor de todo, ella no lo veía. Flavio se enamoraba un poquito más si cabe cada vez que la veía así.

***

Ya fuera por la distancia que les separaba, o su horrible tendencia de omitir sentimientos, Samantha no fue consciente de todo lo que sentía hasta domingo por la tarde. Y es que, si sus amigas tenían un superpoder, era saber lo que le pasaba antes que se diera cuenta ella misma. Flavio había sido una gran distracción aquellas semanas, pero Samantha las echaba terriblemente de menos, y entre anécdotas, risas y lágrimas una hora se convirtió en tres. Les había contado que se estaba hablando con su vecino, pero había acallado cualquier acusación de enamoramiento, achacando todo a estar encerrados solos y que ambos necesitaran a alguien.

Forelsket {flamantha}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora