Parte 3

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Él seguía frente a la venta, trataba de conservar ese breve instante, buscaba la manera de captar cada detalle, pensaba en la idea de olvidar el más mínimo fragmento en el futuro, y luchaba firmemente para que eso no ocurriera.

Se dio cuenta de que estaba en la ventana con el pecho descubierto, que solo llevaba un fino pantalón, y tenía una erección como nunca había tenido en su vida, así que decidió apartarse de la ventana para que nadie lo viera.

Lo que acababa de ver se repetía en su cabeza como si de un GIF se tratara, se sentó en el suelo de su habitación, en la esquina opuesta de la ventana, no iba a volver a bajar esa ventana en su vida.

Tenía las pulsaciones desbocadas, la piel le ardía, podía notar un hormigueo en su estómago, y tenía tal erección que casi le dolía, todo era muy nuevo para él. Ella era consciente de él, y no le importaba, al contrario quería que la observara, nunca pensó en esa posibilidad, nunca se había planteado el que ella aceptara eso. Había estado tan preocupado por no ser visto que no había sido una opción.

Ella había estado tirando cosas a su ventana, ¿Se habría vestido así por él? ¿Habría visto su enorme erección? Sus emociones se habían descontrolado completamente, se tapó la cara, sentía una profunda vergüenza, mezclada con una felicidad y un deseo totalmente nuevo para él. ¿Por qué había ido hacia dentro, estaría tocándose?

Era un completo inexperto, si bien era cierto que en alguna etapa en los iniciosde su adolescencia había experimentadoconsigo mismo masturbándose, siempre había notado esa falta de inspiración o deseo. El sexo no era algo a lo él había dado mucha importancia en su pasado, así que la experiencia en ese sentido con alguna chica era cero. Era joven, solo tenía diecisiete años, él no había sentido una especial curiosidad hacia ese mundo a diferencia de sus amigos. No sabía cómo se comportaba una chica en este aspecto, no sabía si podían estar igual, más o menos interesadas en el sexo como un chico.

Eso era demasiado, pensar en que ella podía estar en su piso tocándose por verle, provocó que no pudiera controlar las ganas de tocarse. Seguía allí en un rincón de la habitación, apoyado en la pared, pero nada le importaba, se bajó los pantalones. Estaba duro como una piedra, incluso pensó que estaba más grande de lo normal. Agarró su miembro, y en el momento en que sus dedos hicieron contacto con su miembro, recordó cómo volaba su camisa, como podía intuir perfectamente esos pequeños pezones que parecían estar muy duros. Como al desabrocharse el botón, pudo ver perfectamente su canalillo, deseaba pasar su lengua por ese fino espacio, quería meter su cara entre esos dos pechos y vivir allí para siempre.

Con todas esas imágenes y pensamientos en la cabeza, cuando empezó a masturbarse, notó como otra vez sus pulsaciones bailaban sin sentido. Notaba ese descontrol delicioso, tan extraño en él. Empezaba a entender la fascinación de la gente por el sexo. No pudo disimular una sonrisa, nunca había experimentado de verdad lo que era el placer.

Todo terminó más rápido de lo que él hubiera deseado, no recordaba la última vez que se había masturbado así que todo era nuevo para él y ni lo vio venir, su excitación era tal que a los pocos minutos empezó a correrse, empezó a gemir y al darse cuenta de que podían oírle se tapó rápidamente la boca. La corrida salió disparada hacia su vientre.

El miedo porque lo hubieran escuchado volvió a cambiarlo todo, se limpió con unos calcetines que tenía en el suelo, cerró las luces y se metió en la cama cubierto con la sabana.

<<Soy patético>> pensó, recordando avergonzado todo lo que había pasado y lo que acababa de hacer. Pero no podía estar más feliz, sentía una deliciosa sensación en todo su cuerpo, estaba muy cansado y se durmió sin darse cuenta.

Ella se despertó al día siguiente, se sentía aliviada, hasta ese momento no se había dado cuenta de lo oprimida que se había sentido esos últimos días. No entendía como tan siquiera había dudado entre apedrear su ventana, se enorgullecía de haberlo hecho al final, ese simple gesto la había liberado completamente. Pensaba en lo sencillo que había sido todo y la importancia que tenía ese gesto, ya no iban a esconderse, las cartas estaban sobre la mesa. Se daba cuenta de que había estado disfrutando de ser vigilada a escondidas pero que había una parte de ella que siempre había temido por la reacción de él, y con lo de la noche anterior le había quedado claro que él estaba allí para verla y que eso no iba a cambiar.

Seguía revolcándose entre sus sábanas, tan feliz que no recordaba la última vez que se había sentido así, un fragmento muy pequeño de un sentimiento triste cruzó su mente. Se le puso la piel de gallina y sus ojos intentaban retener una pequeña lagrima. Era feliz de estar feliz, lo había pasado muy mal en el pasado, y ahora tampoco es que hubiera pasado nada extraordinario, pero valoraba esas pequeñas alegrías que le estaba dando la vida, le importaba muy poco el futuro o como podrían acabar las cosas ahora, a base de golpes había aprendido a valorar esos pequeños instantes de felicidad y eso la reconfortaba.

Decidió que era hora de levantarse, fue directa a la ducha, se desnudó y dejó caer agua fría sobre su piel, aún seguía muy sensible de la noche anterior, recordó como imaginaba que él se tocaba, la fuerza del orgasmo, como la cubrió entera y como la dejó completamente agotada, no recordaba muchos orgasmos así.

Salió de la ducha y fue a comer algo, el desgaste la noche anterior había sido tal que tenía la sensación que hacía días que no comía nada, se dio cuenta de lo fatigada mentalmente que había estado hasta la noche anterior, no había otra explicación para el agotamiento que había sentido después de correrse, se había liberado.

Tenía ganas de salir y verlo otra vez, pero hoy quería arreglarse un poco, se sentía bien, se sentía guapa y quería que él lo viera. Tampoco quería pasarse, así que simplemente se puso una camiseta y un pantaloncito corto.

Salió al balcón, estaba un poco nerviosa, no quería parecer desesperada así que alargó el momento, buscó un cigarro, se apoyó como era costumbre en la barandilla y lo encendió. <<Ya queda poco>> pensó, inhaló con fuerza el humo del cigarro, cerró los ojos y expulsó todo el aire que tenía dentro cerró los ojos y fue a buscarle. Su ventana seguía abierta tal y como la había dejado esa noche.

Esta vez él también estaba apoyado en la ventana, observándola paciente, estuvo un buen rato esperando hasta que al fin la vio. La vergüenza y el nerviosismo desaparecieron al verla salir por el balcón, había limpiado todo el marco de la puerta. Ya no solo por la imposición de su padre, quería que ella lo viera bien a él también. Ella estaba radiante, se la veía feliz, eso le arrancó una sonrisa estúpida que fue incapaz de disimular.

Ella no esperaba verle en la ventana vigilando por si salía. Se ruborizó un poco, pero vio que él sonreía, le pareció la cosa más dulce del mundo. Respiro con tranquilidad, se sentía muy especial en ese momento, volvió a cerrar los ojos y dejó su mirada fija en el infinito.

- Martí, mira qué dicen en la tele, en diez días levantan el confinamiento. -gritó la madre de él desde el comedor.

A través de la ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora