Parte 11

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Ella seguía sin poder articular palabra, allí en su lado de la cama, tenía la sensación de que se movía a cámara lenta, podía ver como cogía su ropa, como se vestía, como salía de la habitación, escuchó cómo se acercaba a la puerta, como la habría y finalmente como la cerraba para dejar su piso, pero fue incapaz de hacer nada. Habría podido reaccionar en cualquier momento, habría sido muy fácil, solo tenía que decir algo, lo que fuera, pero el miedo la había paralizado. Otra vez cautiva de un amor irreal, él no era quien ella creía, se sentía engañada, y más que rabia era tristeza, como si todo ese tiempo pasado, no le hubiera valido para nada, había vuelto a caer con la misma piedra.

Acercó sus piernas a su pecho y las abrazó con fuerza apoyando su espalda en la pared, mantuvo esa posición varios minutos después de escuchar como se había ido, una y otra vez, repasaba sus últimas semanas, la primera vez que se dio cuenta de que él la observaba, como empezó a salir aun siendo consciente de que él estaba allí, lo bien que se sentía y cómo poco a poco se había vuelto una costumbre. El día en que le miró directamente y pensó que nunca más volvería a subir esa persiana, como le costó varios intentos acertar a su ventana con pequeñas piedrecitas que había sacado de las macetas de sus plantas. Como él acabó subiendo la persiana y el peso que se sacó de encima. Los momentos en su habitación y en su ducha, los guiños, salir a correr con él. La noche anterior...

Todo eso le había hecho tanto bien, que ahora dolía demasiado, no estaba cómoda en la cama, recordándole, pensando en que hacía pocas horas, habían dormido juntos justo allí mismo, así que se levantó y fue hacia el comedor, seguía cansada, así que intentó dormir un poco, pero esta vez en el sofá.

Pasó los siguientes días, sin mucha actividad, intentaba no entrar mucho en su habitación y hacía vida en su comedor. Dormía mucho, dejó de salir a correr, y al dejar de fumar, no había razón para salir al balcón. Una mañana el timbre sonó.

- Judit, soy Marga. –dijo su amiga por el telefonillo.

- Te abro. –respondió.

- ¡Hola! –dijo al abrir la puerta

- Buenas Marga, ¿Qué haces aquí? –preguntó Judit intentando fingir la mayor de sus sonrisas.

- Pues nada estaba por aquí, he ido a ver a mi tía que vive cerca, oye ¿Qué es esa cara, que ha pasado?

- Nada, estoy bien no importa. –dijo intentando desviar la conversación.

- ¿No quieres hablar del tema o es que realmente no es nada?

- Nada es solo, el otro día se acabó lo de Martí...

- ¿El chico?

- Sí, la cosa avanzó, nos vimos, salíamos a correr, un día le invité a subir, lo hicimos...

- ¿Sí, y que no fue bien, no te ha vuelto a decir nada más?

- No, no es eso, sí, estuvo muy bien de verdad, pero a la mañana siguiente me enteré de que tenía diecisiete años y...

- ¿Y?

- ¿Cómo que: "y"? Es un crío Marga, va al instituto, ¿Qué hago le paso a recoger y le llevó el bocadillo? Me preguntó si se había terminado y bueno, no dije nada, y se fue enfadado.

- ¿A ver te mintió sobre la edad que tenía?

- No.

- ¿Es maduro? ¿Al hablar con él parecía que era menor?

- La verdad no hablamos mucho...

- Judit, cariño te quiero mucho, pero has hecho lo mismo que con Luis. Y sí, en esa ocasión él tenía gran parte de culpa, pero tú le idealizaste, creíste que era como tú querías que fuera, y ahora te ilusionaste con este chico, no sé si es buen chico, o si no, si es maduro o es un crío de teta, y por lo que me cuentas, creo que tú tampoco lo sabes, ¿Le diste oportunidad a que te contará cosas de él, o al menos para conocerle? Y no me malinterpretes, eres una mujer adulta, si te lo querías tirar, te lo subes a casa y te lo tiras, eres libre de hacer eso, y estoy de tu lado pero, ¿No crees que igual has podido ser algo injusta con él?

A través de la ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora