Parte 8

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Esa firmeza en su voz, la seguridad con que le invitaba a subir, su mirada, la forma en cómo delicadamente se mordía la uña del dedo índice, desencadenó un sinfín de nuevas sensaciones para él.

Por un lado podía notar una ligera rigidez en sus músculos, combinada con cierta parálisis facial involuntaria, de la que estaba profundamente agradecido. Sabía perfectamente que de no ser por eso, habría puesto la sonrisa más lamentable y ridícula que una persona en plenas facultades físicas habría podido poner. Y esa no era la peor parte, lo peor estaba dentro, si sus pulsaciones no estaban suficiente revolucionadas por el ejercicio físico que acaban de hacer, ahora podía sentir cada latido dentro de su pecho. Notaba un terrible sensación en su estómago, y por si todo no fuera suficientemente confuso, sentía una enorme felicidad mezclada con una excitación prácticamente incontrolable. Pero debía hacerlo, debía controlarse, no quería que ella pensara que era un novato sin experiencia, que solo babeaba por una chica mayor, aunque eso fuera cierto.

Y con un esfuerzo sobrehumano por no exteriorizar todo eso que sentía dijo:

- Vamos. -mientras dibujaba solo media sonrisa en su cara.

Ella había estado expectante de su respuesta, para ella tampoco era fácil, había sido muy directa, y sabía que un simple guiño, podía fundirla, o peor, paralizarla. Así que esperó detenidamente y en el momento que percibió una respuesta afirmativa, giró y abrió su portal. Si no lo veía podía mantener mínimamente el control, quería seguir manteniendo esa imagen de chica fuerte, madura y directa. Subieron por las escaleras, ese pequeño tiempo hasta llegar al piso, les ayudó a cada uno a mentalizarse para lo que iba a suceder.

Al fin llegó a su puerta, introdujo la llave, tenía las pulsaciones aceleradas, no había mantenido relaciones con nadie desde hacía bastante tiempo. Entrar era un gran paso, pero deseaba dar ese paso, avanzar, tenerle, besarle, tocarle, abrazarlo y sentirlo. Cerró los ojos y abrió la puerta.

Él seguía detrás de ella, estaba muy nervioso, pero no era el momento de echarse atrás, quería estar a la altura, sabía que ella tenía mucha más experiencia que él y no quería que eso se notara. Entró y puso sus manos en su cadera y le dio media vuelta. Ella se sorprendió, él no sabía de dónde salía tanta valentía, pero quería a aprovechar ese impulso. La tenía muy cerca, sus narices se tocaron, apretó su cadera contra él, ella cerró los ojos y soltó un leve gemido. Tenía unos brazos y unas manos muy fuertes, se sentía sujeta, sus tiernos pechos tocaron contra el pecho firme y duro de él, deseaba que la besara, deseaba ser suya.

Al escuchar ese leve gemido, algo en su interior lo empujó a ir más allá, soltó su cadera y puso las manos en sus mejillas, acercó su cara hasta él y la besó. En ese momento toda esa tensión que había sentido esas últimas semanas, mágicamente desapareció. Notaba su lengua retorciéndose en su boca, bailando y frotándose una contra la otra, su pecho ardía, podía notar un leve cosquilleo en sus dedos en contacto con sus mejillas.

Ella creía volar, y eso la salvó, porque no notaba sus piernas, creía sujetarse solo por sus fuertes manos, respiraba a través de él, su corazón bombeaba con fuerza. Solo quería besarle, pero entre beso y beso no podía reprimir una enorme sonrisa.

Él notaba como ella se deshacía en sus manos, soltó sus mejillas, cogió sus muslos, los separó y la subió para encajarla sobre su cadera. Ella enlazó sus piernas en su espalda y ahora era ella quien sujetaba su rostro y apretaba su cuerpo contra el de él.

- Allí, segunda puerta a la derecha. -dijo separando unos milímetros sus labios de su boca y señalando con el brazo hacia el pasillo.

Él obedeció, en ese momento habría hecho cualquier cosa, ni notaba ella, empezó a andar, no le hacía falta ni mirar por donde iba. Al llegar y sin dejar de besarle, ella abrió la puerta y entraron en el baño.

- Bájame y siéntate allí hasta que yo te lo diga. -dijo ella.

Él volvió a obedecer, la preocupación por que ella creyera que era un joven niñato, dócil y sin ningún tipo de experiencia había desaparecido. Ella metió la mano en la ducha y abrió el agua, le miró, sabía cómo debía hacerlo, sabía que quería hacer, quería volverlo loco. En ese momento, él era obediente y le gustaba, deseaba ser adorada, pero quería llevarle a tal punto de excitación que no pudiera ni obedecer y solo la poseyera.

Cruzó sus brazos y tiró de su top hacia arriba, sus voluminosos pechos rebotaban al quedar libres, él se quedó boquiabierto, nunca había visto algo parecido, hizo un enorme esfuerzo por cerrar la boca y no parecer bobo, pero era realmente difícil.

Ella le dio la espalda y tiró suavemente de la goma que mantenía su pelo recogido. Puso un par de dedos en su cadera y fue bajando muy lentamente su pantalón hasta que este llegó a sus tobillos y se lo quitó con las zapatillas. Él tenía delante su precioso y redondo trasero, ella había separado ligeramente sus piernas así que podía ver sus labios vaginales, quería levantarse, ir hacia ella, tocarla, besarla y lamer cada centímetro de su cuerpo. Pero le había dicho que no se moviera así que solo observó.

Entró en la ducha y se puso bajo el agua, que se precipitaba y mojaba su pelo, caía por su cuello e impactaba fuerte contra su pecho. Fue hacia la zona donde el agua no podía tocarla y desde donde él podía verla perfectamente y cogió la esponja y la lleno de jabón. La mezclo con agua y la apretó para que se generara mucha espuma. Él intuya lo que iba a continuación, y aun así no podía creerse estar viviendo todo eso. Ella empezó a frotar la esponja por todo su cuerpo. Empezó por su cuello, la pasó por en medio de sus pechos, bajó por su ombligo y fregó la esponja fuerte contra su vagina por lo que soltó un sonoro gemido.

Él nunca había tenido una erección como esa, sentía como su miembro literalmente palpitaba, no sabía cuánto tiempo podría estar allí sentado sin hacer nada.

- Desnúdate y entra, que voy a enjabonarte. -dijo ella mirándole a los ojos.

Él se levantó rápidamente, se quitó la camiseta, se desató el móvil del brazo y sin deshacerse los cordones tiró sus zapatillas hacia un rincón del baño. Se bajó los pantalones, y su miembro rebotó y apuntó directamente hacia ella. Se moría de la vergüenza, pero consiguió retener esa timidez controlada. Entró a la ducha y ella lo empujó hacia la pared, y fue pasando la esponja por todo su cuerpo.

Empezó también por su cuello, pasó la esponja suavemente por sus voluminosos hombros, y luego fue a parar a su recto pecho, era grande y fuerte. Fue bajando por su ombligo, no tenía unos abdominales muy pronunciados pero si estaba muy duro, siguió bajando y pasó la esponja por todo el contorno de su miembro. Él estaba deseoso, ella siguió bajando, pasó la esponja por sus fuertes piernas. Y cuando llegó a sus tobillos volvió a subir por la parte interior de sus piernas. Se detuvo y frotó con fuerza la zona entre sus testículos y su ano. Él no pudo controlar un fuerte gemido que le hubiera avergonzado si no fuera porque ella enrolló la esponja en su miembro y empezó a masturbarlo.

Ella quería darle placer pero no quería que terminara, así que solo lo torturaba levemente, iba muy, muy despacio, llegaba a la base de su miembro y volvía a subir, él cerró los ojos, casi no podía contenerse. Soltó la esponja y lo llevó al sitio donde caía el agua. Le besó con pasión, y eso fue demasiado para él, había estado quieto, había dejado que ella hiciera lo que quisiera, pero ya no podía aguantar más. Con sus dos manos la agarró del trasero mientras ella seguía besándole y la apretó fuerte contra la pared. Ella empezaba a ver que llegaba a donde ella quería, su entrepierna estaba deseosa de él, pero aún quería torturarlo un poco más.

Se arrodilló, agarró su miembro con una mano y con la otra sujetó sus testículos. Le miró a los ojos y abrió la boca para introducirse su firme miembro hasta el fondo. Él soltó otro fuerte gemido, nunca había experimentado una sensación así. Ella lo ordeñaba como si fuera un animal, con sus labios buscaba la base de su miembro y luego ayudada con un par de dedos succionaba con fuerza hasta que le salía todo el miembro de la boca.

Él hacía enormes esfuerzos por no estallar en su boca, podía notar un ligero cosquilleo previo al orgasmo, pero no quería terminar aun, intentaba controlarse pero era imposible. Ella se dio cuenta y dejó de torturarlo, deseaba ver como explotaba, pero aún no, antes quería verle perder el control quería que la sujetara con fuerza, y que la penetrara con violencia, quería sentirle muy dentro.

A través de la ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora