Abreúl, 1980.
Joaquín.El sonido de las campanas de la iglesia eran mi despertador de cada mañana, usualmente me molestaban pero hoy estoy algo melancólico y quiero atesorar tantos recuerdos como me sean posibles.
Ayer me enteré que mi padre y tío viajarán a una ciudad algo lejos de nuestro pueblo y después de llorar por media hora creyendo que no los vería de nuevo, me enteré que también nos íbamos mi madre, hermana, y yo. Hace tiempo quería salir de este hermoso pueblo, mis amigos son geniales, la gente aquí me quiere a pesar que antes me miraban como si fuera un bicho raro.
Estoy feliz por todo lo que va a venir, espero que nos vaya bien en la ciudad.- ¿Por qué no van a despedirse de estos viejos rincones? Seguramente lo extrañarán estando en la ciudad - mamá rio. Renata, quien es mi hermana, y yo, habíamos terminado de empacar así que ahora daríamos un último paseo por nuestro pueblo.
Entré a mi cuarto, me puse un vestido crema floreado y le robé un poco de perfume a mamá, el que olía a lavanda. Me puse los tacones negros que mi abuelo hizo para Renata pero que por suerte me quedaron a mí y sobre mi cintura amarré una chaqueta de mezclilla que mi abuela consiguió para mí.
Cuando era más joven y salía a caminar vestido así, la gente solía mirarme mal pero con el paso del tiempo todos comenzaron a verlo normal, siempre me ha encantando la ropa de mi hermana y madre, los vestidos, las faldas, los tacones y sus ricos perfumes son lo mejor. No soy como papá, no uso atuendos varoniles de granjero ni trajes de ceda a los que ni soñando podríamos acceder.
Mi vida aquí se había acomodado tan bien que, siendo honesto, me daba un poco de miedo abandonarla.
¿Les cuento algo? Aquí tuve mi primer amor, era una chica linda, era mi vecina y luego se fue a la ciudad, a ella no le importaba si usaba "ropa de mujer", me quería por mi estilo. Los vestidos siempre han sido lo mío.Renata y yo terminamos el paseo y caminábamos de regreso tomados de la mano brincando en las banquetas mientras comíamos un helado de leche, de esos que nuestro pueblo hacía tan bien.
- ¿Cómo crees que sea la ciudad? Ni siquiera sé cómo se llama - decía con un acento granjero que a veces le salía.
- Grande.
- No te ves emocionado, Joaquín - se detuvo frente a mí y limpió mi mejilla manchada de helado.
- Lo estoy, pero tengo miedo - caminamos de nuevo y entre el nudo de mi chaqueta y el vestido metí mi servilleta sucia para tirarla después. - miedo de no encajar, miedo de que papá y el tío no consigan un trabajo, miedo de que mamá se deprima o de que mis abuelos quienes se quedan aquí, enfermen y no estemos para ellos - soltó mi mano.
- Yo no tenía esos miedos pero creo que ahora los tengo también - abrió la puerta de la entrada - estoy segura que, en algún rincón de la gran ciudad, hay alguien esperando nuestra llegada. No tengas miedo a no encajar, siempre me tendrás a mí - entramos a la casa y me abrazó, daba los mejores abrazos y siempre me hacía sentir mejor.
- Bueno niños, es hora, tomen sus cartones, sus esperanzas y sus piernas y suban a esa camioneta, que la ciudad nos espera - decía mamá mientras acomodaba sus cajas llenas de pertenecías en la parte de atrás de aquella camioneta, sabía que ahí también iría yo cuidando que ningún cartón se cayera. Nos esperaba un largo viaje, nos esperaba una nueva vida y una nueva oportunidad.
Ciudad de México, 1980.
Emilio.- ¿Necesitas que te lleve a la escuela? - preguntaba mi padre mientras mamá terminaba de arreglarle la corbata y mi hermana peleaba con mi hermano.
- No, gracias - tomé mi mochila - me iré en bicicleta con unos chicos de mi escuela que viven cerca. - todos me desearon un excelente día y yo hice lo mismo. Me fui, no había chicos con los que me iría, soy alguien solitario realmente, tengo un par de amigos pero no viven en nuestro barrio.
Las calles estaban igual que siempre, autos que contenían dentro a señores en traje y corbata cargando enormes portafolios que seguramente estaban llenos de estrés y sobreexplotación, niños corriendo hacia el preescolar mientras sus madres los perseguían, camionetas llenas de personas que se mudaban a la ciudad. Nada era diferente aquí, la rutina reinaba, pero hoy al bajar por la avenida principal vi una camioneta azul con cajas atrás, había alguien entre ellas, seguramente venían llegando de algún pueblo de adelante. El tráfico se hizo y yo aproveché para cruzar con mi bicicleta y la imagen que tuve al acercarme ahí, fue la de un chico con un vestido de flores rodeado de un adorno de rosas y cajas con ropa saliendo de ellas. ¿Qué chico usa vestidos?¿qué chico usa vestidos floreados?
Llegué a mi escuela y como cada día entré al salón, la educación no era un privilegio pero parecía serlo, estaba rodeado de gente arrogante con aires de superioridad y ganas de todo menos de avanzar. A veces desearía huir de esta ciudad.
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Niño de un millón de flores
Historia CortaAunque hueles a verano, eres primavera. • Emiliaco •