Ciudad de México, 1980.
Septiembre.
Joaquín.A veces me preguntaba cuál era mi propósito en la vida.
Vestir a la moda, quizás. Imaginen que reí.
Cada uno piensa diferente al resto, a veces congeniamos pero nunca somos iguales. Cada uno tiene dentro un problema y afuera un solución, a lo mejor es al revés.
Hoy me arrebataron la vida y no tuve miedo.
Hoy me negaron probarme el nuevo vestido que mi madre había hecho para mí porque no me dejaron llegar a casa y no tuve miedo.
Hoy me quitaron miles de risas que venían después y no tuve miedo.
Hoy me quitaron la oportunidad de mañana despertar y no tuve miedo.
¿Por qué no tuve miedo?
Porque
soy
libre
al
fin.Porque ahora puedo caminar entre la gente y ellos no van a huir.
Porque ahora puedo correr por el parque sin que los guardias quieran arrestarme por usar vestido fingiendo que participé en un crimen.
Porque los tacones no van a matar mis pies nunca más al subir la calle de mi barrio.
Porque nadie va a golpearme ya.
Porque nadie va a robar mi esencia.
Porque ahora soy libre y voy a ser feliz.Era un chico con vestido, pero también era un chico con sueños, con metas, con familia. Era un chico con risas, tristezas y recuerdos. Era un chico con amor, con buenos y malos ratos. Era un chico con vida que quería ser feliz.
Y no estoy enojado. Cuando le di mi último aliento a ese chico, Emilio, y miré sus ojos cristalizados de ira, pude ver cómo se sentaba en el escritorio de su habitación a escribir la carta que meses atrás había recibido. Pude ver que la vida no lo había tratado mal pero me entendía.
No estoy enojado porque sé que en otro lugar, justo en este momento, soy feliz.Ciudad de México, 1981.
Abril.
Emilio.Después que encontraron el cuerpo de Joaquín en mis manos en aquel callejón el año pasado, mi vida se volvió una montaña rusa.
Fui culpado, enviado a la correccional por un rato y gracias a mi padre fui sacado. Pude volver a la escuela, fue a una diferente porque a la anterior, gracias a la familia de Joaquín quienes habían peleado tanto, lograron cerrarla.
El resto del año hubieron marchas y marchas exigiendo justicia en nombre de Joaquín, el niño de los vestidos, el niño de las flores, mi niño de un millón de flores.Traté de probar mi inocencia y dije los nombres que vi aquella tarde pero fue inútil porque nadie lo creyó. La justicia no estaba del lado de Joaquín y por un momento hubiera deseado que me encerraran para que su familia al menos pudiera dormir en paz sabiendo que la justicia considera el caso de su hijo lo suficientemente importante como para tomar cartas en el asunto. Pero no fue así.
Hoy, después de casi un año, he decidido retomar mi poema. El del niño de un millón de flores.
El que comencé a escribí para él cuando lo admiraba de lejos.
¿Saben que duele más que te culpen de la muerte de alguien a quien querías tanto? Que esa persona nunca supiera lo mucho que le querías.¿En algún otro lugar él estará pensando en mí como yo pienso en él?
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Niño de un millón de flores
NouvellesAunque hueles a verano, eres primavera. • Emiliaco •