Ciudad de México, 1981.
Septiembre.
Emilio."Para el niño de un millón de flores:
Aunque olías a verano, eras primavera.
Caminabas con gracia y alegrabas las banquetas.
Andabas por ahí con tus vestidos de flores puestos y encima tus chaquetas de mezclilla a las que les arrancabas los botones para que los maestros no te obligaran a cerrarlas.
Y aunque no rima y no combina, te mirabas tan feliz.Te cambiaron y te revelaste. Por mí.
¿Valiente? Joaquín. Yo nunca lo fui.
Niño de un millón de flores, te arrancaron la vida y yo fui culpado por ello cuando lo único que quería era tenerte junto a mí.
Niño de un millón de flores, hoy vuelas como un pétalo que fue arrancado de su flor, como una hoja que el aire se llevó, como un ave que regresa a su nido, como la imagen de lo que era la felicidad.
Niño de un millón de flores, cuando estuviste lejos te sentí tan cerca.Hoy cierro la carta sin versos que rimen ni plumas con tinta. No tengo nada que tú no hayas tenido ya y tú tuviste tantas cosas, menos paz.
Niño de un millón de flores, te veré en otro universo y caminaremos sobre estrellas, plantaremos girasoles, rosas y violetas sobre las nubes y correremos sobre olas que ahoguen nuestras penas.
Niño de un millón de flores, en otro universo te tomaré de la mano y seremos felices, en otro universo no te tendré en tu último aliento sino en todos.
Niño de un millón de flores, vas a ser feliz y yo valiente, aunque en esta vida nos toque partir.
Joaquín, cómo te quiero.- E.
Pd: nos vemos regresando".
Las personas no pensamos con claridad. Sé que si me voy, pareceré culpable pero en el fondo sé que él no cree eso sobre mí.
Sé que si me voy, la vida aquí se volverá más loca y se desatará un caos.
Pero del caos nacen las estrellas, y la paz viene con ellas.
Entonces sé que si me voy, a todos nos irá mejor.Quise tomar un baño primero, me puse la camisa con la que lo vi por primera vez, agarré perfume de lavanda que había comprado hace tiempo en alguna farmacia y lo puse detrás de mis orejas. Arranqué flores marchitas del jardín y me metí a la bañera.
Jugué a que nadaba y podía vivir dentro sin tener que salir, era divertido, cada vez me sentía más cerca de él.
Los objetos que antes había puesto sobre mí, me ayudaban a seguir jugando y no sé cuánto tiempo después pude dormir como no había dormido en todo este año.- ¿Qué es la vida? - la pregunta proveniente de una dulce voz se repetía en mi cabeza mientras abría los ojos. ¿Dónde estaba? - ¿no vas a contestar? - escuché su risa.
- ¿Joaquín? - reí al escucharlo.
- Tu niño de un millón de flores, sí, soy yo - aún seguía riendo. - atrapame si puedes - la silueta que veía comenzó a correr en el campo lleno de flores en el que había despertado, se metió entre unos árboles ¿árboles? ¿en dónde estoy?
- ¿A dónde vas? - me levanté.
- Sígueme - reía tiernamente mientras asomaba su cabeza detrás de un tronco. Pude verlo completamente. Se miraba tan bien como la última vez que lo vi y cuando se levantó totalmente pude notar que el girasol junto a él era de su mismo tamaño.
- ¿Aún usas tus vestidos floreados con chaquetas sin botones? - lo atrapé.
- Alguien me dijo alguna vez que le gustaban - me sonrió y recargó su cabeza en mi hombro. Acaricié su espalda, nunca había tenido la oportunidad de hacerlo pero siempre soñé con este momento. - me colé en un par se sueños ¿me viste?
- Siempre - lo abracé aún más fuerte.
- Te quiero, Emilio.
- Te quiero más, mi niño de un millón de flores.
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Niño de un millón de flores
ContoAunque hueles a verano, eres primavera. • Emiliaco •