DIECISEIS

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Siendo las cinco de la tarde tome mi abrigo y mi bolso para emprender mi camino a casa. Hacia poco que comenzaba en ese trabajo, siendo secretaria de una famosa psicóloga, mientras miraba y aprendia algunas técnicas y, al mismo tiempo, seguía postulándome en diferentes centros de salud y hospitales. Ademas de que, los fines de semana, era voluntaria en un horfanato, lo cual amaba.

-Estoy segura de que Inuyasha estaría orgulloso de mi – Pense, mientras ajustaba mi abrigo ya que el sol comenzaba a ocultarse y el frio aumentaba. La nieve había cesado, pero aun se veía sobre toda superficie – Su color me recuerda a él – Murmure y, sonriendo, camine hacia la calle. Con urgencia quería llegar a mi casa.

Mire mi celular y tenia unos mensajes de Sango, pidiéndome que cenemos esa noche en mi casa, ya que tenia grandes noticias que contarme. De verdad deseaba que me dijera que Miroku le había pedido matrimonio, ya que era la pareja perfecta.

-La pareja que Inuyasha y yo nunca podremos ser – Pense y un nudo se formo en mi garganta, logrando que unas inmensas ganas de llorar me inunden, aunque no me lo permiti. Respire profundo y comencé a mirar las tiendas de ropa, aunque de verdad que no le prestaba demasiada atención.

Hacia un año que mi mente divagaba siempre que pensaba en Inuyasha, lo cual era casi la mayor parte del dia.

Los primeros meses de separación fueron muy duros. Logre superar mi depresión cuando él me dijo que no me amaba, pero ahora que sabia que era mentira, que quería estar junto a mi pero no era asi, me destrozaba.

No sabia que sucedia. No entendia porque no estábamos juntos. ¿Acaso Naraku se había arrepentido? ¿Acaso no deseaba perder a su sirviente? Varias noches me levantaba, gritando y aventando todo, exigiéndole a ese demonio que me devolviera a Inuyasha, pero nunca paso.

Sango intento animarme, presentarme a otras personas pero, aun asi, no quería. Mi corazón, mi cuerpo, mi alma y mi mente seguían pensando en mi demonio de ojos dorados. ¿Qué era de él? ¿Acaso se había arrepentido?

Al abrir la puerta de mi departamento un enorme aroma a madera fresca me invadio. Mire hacia un lado, encontrándome con una rosa blanca sobre la mesa del recibidor.

Mi corazón comenzó a latir con tanta rapidez que pensé que se me saldría del pecho. Cerre la puerta y, por inercia, comencé a caminar hacia la sala, donde podía ver que el fuego de la chimenea estaba encendido. Mis ojos se aguaron, ya que sentía su presencia.

Al llegar a la sala, pude verlo allí parado. Igual a como lo recordaba, pero distinto. Su cabello era negro y sus ojos azules, casi tanto como la noche oscura.

Me sonrio y mi cuerpo comenzó a convulsionar, mis piernas se aflojaron y cai de rodillas al suelo, mientras continuaba viéndolo fijamente, creyendo que era una un sueño, como los había tenido muchas veces.

-Inu... - Murmure y su cuerpo se tiro a mi lado, abrazandome entre esos potentes brazos. Un calor conocido me inundo hasta la ultima celula de mi cuerpo. Mis lagrimas comenzaron a correr por mis mejillas, aunque aun seguía sin reaccionar. No podía creer que luego de tanto tiempo...

- Mi pequeña, aquí estoy – Susurro en mi oído y mi rostro se arrugo por las emociones que en ese momento me invadían. Mis manos se ajustaron a su espalda y mi llanto dio rienda suelta, mientras hacia el vano intento de respirar entre jadeo y jadeo.

- Inu... - Jadee – Te extrañe tanto, tonto – Su agarre se ajusto a mi cintura y su calido aliento en mi cuello comenzaba a relajarme. Me acomode mejor en su pecho, escuchando su palpitar. Luego de varios minutos, comencé a relajarme y mi llanto se detuvo, pero aun asi no me aleje de su lado - ¿Por que tardaste tanto? Te extrañe muchísimo, tonto. ¿Sabes lo que fue todo este año sin ti? – Me aleje un poco de él, para mirarlo directo a los ojos.

- Yo también te extrañe muchísimo, mi pequeña. Y juro que comprendo lo que pasaste porque yo también vivi un año completamente horrible sin ti – Beso mi frente, demorándose un poco mas solo para sentir mi piel bajo su boca – Esta era la ultima prueba que nos puso Naraku. Queria comprender que tanto podrias esperar por mi.

- Pero, ¿Es idiota? Podria esperarte toda la vida, Inu – Acaricie su rostro con cariño y él apoyo su mejilla por completo en mi mano.

- Eres perfecta, Kaghome – Murmuro y yo sonreí llena de dicha. Sus manos tomaron mi rostro con suavidad y, luego de mirarme, me beso con amor. Todo lo que había vivido, lo que había sufrido se desvaneció en ese mismo instante. Nada mas importaba que su calor transmitiéndome paz y tranquilidad.

- Tienes el cabello negro – Murmure mientras se lo acariciaba lentamente, disfrutando del tacto. Era suave y sedoso.

- Esta siempre fue mi apariencia, pequeña. Antes de volverme demonio – Mis ojos se encontraron con los de él, sonriendo - ¿Te sigo gustando?

- Eres el hombre mas guapo sobre esta tierra – Murmure con vergüenza, mientras volvia a besarlo con pasión. Sus brazos volvieron a enrollarse en mi cintura, apretándome contra su gran cuerpo. Como amaba sentirlo aquí.

- ¿Quieres que comamos algo? – Susurro contra mis labios para luego darme un pequeño beso.

- Claro, ¿Qué deseas comer? – Él me miro con sus ojos llenos de amor, apoyando su frente en la mia, sonriendo. Cada momento a su lado se tornaba mas y mas especial.

- Lo que sea – Nos quedamos asi, juntos, uno cerca del otro hasta que el timbre de mi casa nos interrumpio. Inuyasha miro a la puerta fijamente y yo rei por lo bajo. Sango había llegado, mas temprano de lo esperado.

- Es Sango – Murmure y me levante con rapidez para abrirle la puerta. Al otro lado estaba ella, junto con un sonriente Miroku – Hola. Pasen.

- Amiga – Sango se avalanzo sobre mi, abrazandome con fuerzas y yo devolví su gesto, sintiéndome tranquila entre sus brazos - ¿Cómo te encuentras?

- Mas que bien. Te tengo un regalo – Los tres comenzamos a caminar hacia la sala, pero cuando Sango vio a Inuyasha, se quedo petrificada en el lugar - ¿Tu eres...?

- Hola, Sango. Tanto tiempo – Saludo con una enorme sonrisa mi demonio, sorprendiendo aun mas a mi amiga – Miroku, un gusto verte.

- Hola – Devolvio el saludo ese pelinegro sin comprender porque Inuyasha estaba tan animado.

- ¿Qué haces aquí? Yo pensé que estabas...

- Si. Lejos de aquí – Aclaro Inuyasha, y luego paso su brazo por mi cintura, atrayéndome hacia su cuerpo – Pero arregle todos mis asuntos para poder venir aquí y pasar mi vida con Kaghome – Me miro fijamente y mis mejillas se sonrojaron automáticamente. Mire de reojo a Sango, notando como sonreía con sinceridad. Se acerco a nosotros y, sin previo aviso, abrazo a Inuyasha y a mi.

- Gracias por volver y hacerla feliz – En ese momento, mis ojos se aguaron y no pude evitar abrazarla mas fuerte. Esa mujer era todo lo que necesitaba en la vida – Pero, cambiemos el tema a algo mas importante – Se alejo de nosotros y luego sonrio con soberbia abriendo sus brazos – Yo.

- Claro, panda – Bromee, mientras nos sentábamos en el sillón.

- Tengo... - Y se detuvo, mientras tomaba la mano de Miroku y sonreía – Tenemos un obsequio para ti – Sango me entrego una caja algo pequeña, de color blanca con un hermoso lazo dorado. Con ansias lo abri y dentro encontré un sobre. Lo tome en mis manos y, al abrirlo, descubri una carta que con hermosas letras doradas llevaba escrito la mejor frase que había leído en mi vida.

"Tia Kag, ¿Quieres ser mi madrina?"

Mis ojos se llenaron de lagrimas. Volvi a mirar la caja, encontrándome con un par de escarpines pequeños, igual de blancos que la caja y una pequeña radiografia que enseñaba un diminuto circulo, señalado con un circulo dorado que decía "aquí estoy yo".

Mi cuerpo comenzó a temblar, mientras negaba con mi cabeza y levantaba la vista para verla a Sango, la cual ya estaba llorando. Ambas nos paramos y nos fundimos en un gran abrazo. Aun no podía creer lo que ocurria. Parecia que todos los astros se habían alineado para que mi dia fuera el mejor del mundo.

-Te felicito, panda. Estoy tan feliz por ti – Sango solo asintió con su cabeza, mientras ambas tocamos con cariño su vientre, donde mi pequeño sobrino crecía dia a dia. 

KAME NO AKUMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora