CAPÍTULO 28

42 5 14
                                    

<<Aleeza>>

Esperé todo lo que mi cuerpo me permitió hacerlo.

3:30 am: Gian nunca llamó.

Me levanto a regañadientas. Son las 10:00 am. Mi padre y su mujer por alguna razón se levantaron más temprano que de costumbre. Habían preparado el desayuno y nos obligaron a sentarnos todos en silencio en la mesa.

Una vez terminado el almuerzo. Muy serios nos pidieron poner atención.

—Bien, tenemos un anuncio que darles—habló mi padre serio.

—¿Tendrán otro hijo?—pregunta Ulises sorprendido.

—¡NO!—gritamos absolutamente todos viéndolo.

El sólo se encogió de hombros asustado.

—¿Me darán permiso al fin de manejar?—pregunta Aldair ilusionado.

—Tampoco—le responde su madre.

—¡Me dirás que soy adoptada!—me dirigí eufórica a mi padre.

—Lamentablemente, los análisis de paternidad no mienten. Sí eres mi hija.

—Lo intenté—contesté mientras hacía una mueca.

—¿Podrían guardar silencio?. En aproximadamente quince minutos comienza el especial de la princesita Sofía y no pienso perdérmelo. Así que dejen que continúen.

Todos miramos con el ceño fruncido a Natalia, ella se encontraba con los brazos cruzados, impaciente a las palabras de sus padres.

—Bien, si ya puedo comenzar—habla mi padre y se aclara la garganta—Como saben, su madre y yo nos esforzamos mucho en nuestro trabajo para cubrir los gastos. Sin embargo...últimamente se nos han salido de la mano. Las medicinas están bastante caras—me echa una rápida vista.

Y con eso bastó para que mi mundo se viniera abajo una vez más.

Nunca me he considerado con la capacidad de odiar algo o a alguien. Sin embargo, tenía únicamente dos excepciones.

La primera, odiaba estar enferma.

La segunda, odiaba tener que ser una carga para los demás.

En varias ocasiones mis padres, mi família, me repetían que no me sintiera así, que no era mi culpa y mucho menos una carga. Sin embargo, a veces sentía que sus acciones expresaban lo contrario. Como en este preciso momento.

—Nos ofrecieron un cargo administrativo en las farmacias del estado de México unos días con paga extra—continuó Fabiola—Creemos que es una muy buena oportunidad. Así que estaremos ausentes por al menos, un mes.

—¡¿Un mes?!—gritamos Aldair y yo al unísono.

—Sí, aproximadamente. Eso depende si nos extendemos o no.

Todos nos quedamos en silencio.

La mayor parte del tiempo nos quedábamos solos pero con la tranquilidad de que volverían por las noches. Ellos se encargaban de las compras, de ir por los pequeños a sus clases y llevarlos, y también a nosotros. Sería algo sumamente difícil y atareado.

—Por eso—habló esta vez mi padre—confiamos en ustedes, Alda y Aleeza. Son lo suficientemente maduros para poder cuidar de sí mismos y de sus hermanos.

—¡¿Qué?!, perdón pero, ¡¿están locos?!—habló exasperado Aldair—Son tres niños muy inquietos. Ulises parece que se le mete el demonio. Y Aleeza está enferma, ¡no podré con todo!.

DECOCKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora