CAPÍTULO 42

13 3 3
                                    

<<Gian>>

Me quedé los tres días que indicó el doctor cuidando a Aleeza.

Por supuesto, entre Aldair, Pamela, Edwin y yo hacíamos cambios para poder descansar, comer, etc.

Hoy lunes ya la han dado de alta y la hemos traído a casa, sus hermanos se han puesto muy felices de verla y yo no puedo ocultar la gran felicidad que siento al poder estrecharla sobre mis brazos y saber que está mejor.

—¿Tienes todo?—pregunté al ver que revisaba sus cosas sobre la su cama.

—Todo en orden—me sonríe y se sienta soltando una gran bocanada de aire.

—¿Qué tienes?—le pregunto sentándome a su lado.

—Nada...es sólo que...todo esto ha pasado tan rápido...—gira para verme—no quiero separarme otra vez de ti, Gian. No sé si pueda soportarlo más la próxima vez.

Mi corazón se acelera al escuchar esas palabras, al ver aquellos ojos cafés que hablan con toda la sinceridad del mundo. Yo tampoco sé si soportaría no tenerla más junto a mí, por cursi que suene, ella ha hecho un cambio en mi vida, uno bueno. Y lo bueno tarda en llegar, no la dejaré ir tan fácilmente.

—Nunca más estaremos separados de nuevo—me acerco y la envuelvo en mis brazos.

Nos quedamos así por un rato hasta que Aldair nos llamó para comer.

Nos quedamos así por un rato hasta que Aldair nos llamó para comer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

<<Aleeza>>

—Tu papá regresará mañana, para poder asegurarse de que estás bien y luego volverá con mi mamá para terminar lo de su trabajo—dice Aldair al mismo tiempo en que sirve la pasta en nuestros platos.

Luego de ese anuncio la plática continuó normal, terminamos y cada quien fue a hacer sus cosas. Aldair junto con Pamela llevaron a nuestros hermanos a sus clases. Edwin se fue a su casa y yo me quedé con Gian a descansar.

Nos encontrábamos en el sofá acostados viendo una película, mi cabeza estaba recostada sobre su brazo y con el otro me abrazaba por la cintura.

En ese momento suena mi celular y lo reviso, era un nuevo mensaje.

Ya estoy en México. Fue un placer volverte a ver, lo que necesites aquí estaré. Cuídate mucho, por favor; y sé feliz.
Dave 5:15 pm.

Me renuevo un poco de mi lugar y le contesto.

Me alegro saber que has llegado con bien. Gracias a ti por venirme a ver. También cuídate y sé feliz.
Aleeza 5:19 pm.

—¿Todo en orden?—me pregunta a Gian a lo que giro para verlo.

—Dave me mandó mensaje diciendo que ya está en México, que me cuide y...sea feliz—un gruñido salió de aquellos rosados labios al tiempo en que desviaba la mirada a la televisión.

—Hey—lo tomé por la barbilla—no tienes porqué preocuparte, ¿o acaso no te queda claro lo que te he dicho?.

—Sí yo ahhh...—soltó una gran bocanada de aire—sé que sueno egoísta pero no te quiero perder...no, no quiero que seas de alguien más, quiero ser yo el que se desvele contigo las noches en que tengas insomnio; quiero ser yo al primero que le hables cuando sientas que tu mundo se desmorona; quiero ser yo al que pienses en mostrarle una nueva canción que te encanta; quiero ser yo con el que compartas tus sueños más locos, más tontos...no sé, simplemente quiero ser tuyo y que tú seas mía.

Sus ojos marrones me miraban de una manera tan profunda que no podía contener el ritmo acelerado de mi corazón.

Todas aquellas palabras tenían tanto peso, tantos sentimientos que siempre busqué, que siempre anhelé poder encontrar en alguien y finalmente estaba ahí, junto a mi.

Acaricié su mejilla y lentamente me acerqué a él. Mirándonos fijamente, rozando nuestras narices uní nuestros labios en una danza lenta y suave, nuestros ojos se cerraron al unísono dejando que se expresaran todo lo que tanto tiempo habían callado.

Poco a poco Gian me tomó de mi cintura y me fue posicionando encima de él, sin romper el beso coloqué mis manos sobre su pecho. Nuestras respiraciones cada vez se hacían más pesadas al igual que la intensidad del beso.

Con sus manos sentía cómo acariciaba parte de mi espalda baja, yo quité una mano de su pecho para llevarla a su mejilla.

Por falta de aire nos detuvimos, me despegué lentamente y lo observé.

Su rostro fue tallado por los mismísimos ángeles. Cada lunar, fue colocado en el lugar correcto, pintados con un pincel celestial que remarcaba cuán perfectos le quedaban. Su rostro monumental iba de acuerdo a su alma angelical.

Sonrío y vuelvo a depositarlo un tierno beso en los labios.

—Seré siempre tuya, Gian.

El sonríe y acaricia mi rostro.

—No importa qué suceda, tú siempre serás mi corazón.

—Y tú el mío—finalizo y me recuesto sobre su pecho.

Sin darnos cuenta nos quedamos dormidos durante un largo rato hasta que nos vimos interrumpidos por la llegada de los demás.

Las horas pasaron rápido, me sentía exhausta y era tiempo de poder descansar.

—Vendré mañana a verte—dice Gian mientra se encuentra parado en la puerta.

—Tienes que ir a clases, Gian. No puedes faltar, ya fue suficiente con hoy.

—No importa, puedo recuperarme, quiero segurarme de que estarás bien.

Sonrío y le deposito un beso en su frente.

—Siempre que lo estés tú, lo estaré yo. Ahora vete, tu mamá ha de estar preocupada.

—Querrás decir, tu suegra—me sonríe con picardía.

—Eso sigue a discusión—río y él hace lo mismo, se dirige a su auto y antes de arrancar me echa una última mirada con una gran sonrisa, se la devuelvo y finalmente entro a mi casa.

DECOCKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora